Francisco Vega de los Reyes, conocido en el mundo de la tauromaquia como Gitanillo de Triana y también como Curro Puya .
Francisco Vega de los Reyes, nació en la trianera calle de la Verbena, en la actualidad Rodrigo de Triana, el día 23 de Septiembre de 1.903, teniendo sus padres: Manuel Vega Romero y Carmen de los Reyes García, una herrería en la Cava de los Gitanos, en el número 120, que es como se conocía a esta parte la calle Pagés del Corro, dedicándose a la fabricación de unos ganchos llamados grapas gitanas o puyas, utilizadas en los postes de las alambradas que protegían los cerrados de los toros, de aquí el origen del apodo de “Curro Puya”.
La vida de “Curro Puya” aquel gitanito de Triana, el tercero de siete hermanos, ( Manuel “Pacorro”, Pastora, Curro, Antonio, José, Manuela y Rafael) iba cambiar con sólo la edad de quince años, cuando en compañía de unos mozalbetes de la Cava, entre los cuales se encontraba el que más tarde sería un gran matador de toros, no era otro este que Cagancho, se fueron a la dehesa de “Los Gordales” a las afueras de Triana, a torear un novillo que se había desmandado la noche anterior, toreándolo de capa, dejando asombrado a los que le acompañaban. Desde este mismo momento nació un mito, todo el barrio quedó impregnado de su esencia, el rumor de que había nacido un torero, corrió por sus calles y plazas. En el invierno de 1923-1924 asistió a un tentadero de la ganadería de don Narciso Darnaude toreando una vaca brava con tanto lucimiento, que todos los presentes auguraron un gran porvenir como matador de toros. Días después visitó el tentadero de los señores Moreno Santa María, en la Marmoleja, toreando colosalmente, hasta tal punto que el matador de toros Angelillo de Triana y el banderillero el “Sargento” hablaron con Domingo Ruiz, que quedó en avisarle para ver torear al torerillo. Así ocurrió, efectivamente, el 22 de abril de 1924 el señor Ruiz llevó a Curro Puya a la ganadería de don Antonio Flores, en Aznalcollar y ante Belmonte, Cañero, Angelillo de Triana, Sargento, Guerrilla y Mérida y los aficionados señores Matos y Gillis, volvió a repetir su toreo asombroso. Juan Belmonte quedó impresionado: ¡ Cómo torea ese gitanillo de Triana! desde ese mismo momento quedó bautizado con el nombre artístico de “Gitanillo de Triana".
Tomó la alternativa el 28 de agosto de 1927 en la Real Plaza de Toros de El Puerto de Santa María, apadrinado por Rafael El Gallo. En la temporada taurina de 1930, lidió 51 corridas en toda España.
El 31 de mayo de 1931, durante una corrida en Madrid, sufrió una cogida que le supuso tres gravísimas cornadas, infligidas por el toro Fandanguero, de Pérez-Tabernero. Murió en el hospital unos meses después, el 14 de agosto. Su grave herida fue seguida en un principio con gran preocupación por todos los medios de comunicación, sin embargo su fallecimiento, ocurrido 75 días después, sólo fue anunciado en segunda página por la prensa especializada.
DETALLE DE LA COGIDA:
Aquel día de 31 de Mayo de 1.931, Madrid era un hervidero, faltaban diecisiete días para la inauguración oficial de la nueva plaza de toros de las Ventas, era la última corrida de abono con un cartel de leyenda: Chicuelo (que sustituía a Antonio Márquez) Marcial Lalanda y Gitanillo de Triana, seis toros de la ganadería de Graciliano Pérez Tabernero, que estuvo muy bien presentada y dio bastante juego.
Tarde con un sol hermoso y un cielo limpio de nubes. Fue el primer toro de su lote, llamado Fandanguero, al que le hizo una faena de capa apoteósica, el público enfervorizado aplaudía con entusiasmo, aquel toro iba a acabar con la vida del genial torero trianero
LA COGIDA
Chicuelo había quedado regular en su primero, que se vencía por el lado izquierdo, trasteándolo con pases en redondo y de pitón a pitón, matando a la res de estocada caída.
Marcial Lalanda estuvo muy valiente, y había en el segundo escuchado una ovación. El público pidió que se le concediera la oreja.
Así iba la corrida cuando salió a la plaza el tercero de la tarde, primero de Curro Puya. Francisco Vega de los Reyes, que había alternado en los quites con lucimiento durante los dos primero toros, lo lanceó con su peculiar estilo de gran torero.
Llegó la hora de matar, y después de brindar a la Presidencia, retrocedió algunos pasos al escuchar una voz que desde el público que le decía algo que no pudo entender, y que le aclaró el banderillero Sargento, diciéndole:
-¡ Que tengas cuidado, que el toro aprieta mucho para dentro! –
Gitanillo se quedó mirándole y le contestó
¡¡ Apriete para donde apriete, ahora verá!!
Se fue hacia el toro con arrojo y decisión. Sin duda el animal tenia algo en la vista, porque perdía el bulto con facilidad, Gitanillo ordenó que se lo cerrasen en tablas, recibiéndolo con un superior pase por alto, al iniciar el segundo muletazo adelantó la pierna y el toro que achuchaba mucho para los terrenos de dentro, lo enganchó por el muslo arrojándolo violentamente contra las tablas.
Fue un momento de enorme emoción. El público, en su mayoría, recordó la muerte de Granero, y la figura de Marcial Lalanda en la plaza aumentaba la igualdad del cuadro. La exclamación de horror fue unánime en toda la plaza.
En tanto, el toro hacía por el torero, y por dos veces corneó furiosamente al desgraciado diestro, que fue golpeado contra el estribo y los tableros.
Marcial Lalanda, valiente y decidido, se pudo llevar al toro cuando aún iba a hacer por el ya herido, y entonces se acercaron a éste los monosabios y dependencias y pudieron trasladarlo a la enfermería, ante la impresión del público, pues gran parte de este se había dado cuenta de que la cogida era de mucha gravedad; mientras, Chicuelo concluía con el toro, al que muleteó decidido, pero mató mal.
EL TORO FANDANGUERO
El toro llamado Fandanguero que cogió a Curro Puya, era negro de pelo y estaba marcado con el número 28. Llegó a la muerte muy entero, porque sólo había recibido dos puyazos en toda regla, y además se vencía mucho y empujaba hacia las tablas. Pesó en bruto 474 kilos.
EN LA ENFERMERÍA
Trasladado a la enfermería por las asistencias y Antoñito, su mozo de estoques, Curro Puya se volvió hacia él, y con voz muy apagada le dijo:
-¡ Este toro me ha desbaratao, Antonio ¡ -
Durante el trayecto desde el ruedo a la enfermería, el público pudo apreciar en gran parte que Gitanillo iba en un estado verdaderamente lastimoso.
El traje aparecía destrozado, y el diestro llevaba la cara tinta en sangre. Por la taleguilla, hecha jirones, salía la sangre en gran abundancia.
Llegó Curro Puya a la enfermería en el preciso momento en que acababan los médicos de curar al banderillero Prieto, que había sufrido una cornada en la cara interna del muslo derecho, tercio medio, con rotura de los músculos cuadriceps y abductores y sección y arrancamiento de la vena femoral, de pronostico muy grave.
El banderillero Prieto era primo del desgraciado Valerito.
Colocado en la mesa de operaciones y después de cloroformizado, el doctor Segovia comenzó a curar las heridas de los muslos para evitar la hemorragia. Ambas lesiones eran grandes y estaban colocadas una enfrente de la otra. Curro Puya aparecía que estaba casi sin pulso y su respiración era fatigosa, estentórea.
Una vez curada las lesiones, el doctor Segovia procedió a sondar la herida de la cadera; pero era tal el estado del torero y tan profunda la herida. que el médico se creyó obligado a demorar la cura ante el peligro de que Curro Puya se quedara en ella. Tal era la gravedad del torero.
Del sondeo de esta herida nada se ha vuelto a decir en concreto. El doctor Segovia se limitó a taponarle la herida de la cadera y se le aplicaron inyecciones de aceite alcanforado y sueros para intentar de reanimar al torero.
Terminada la corrida – en la que Chicuelo había quedado regular y Marcial obtenido uno de los resonantes éxitos de vida taurina, cortando orejas y rabos y saliendo a hombros de los capitalistas -, el doctor Segovia ordenó que Curro Puya quedase instalado en la enfermería, pues el traslado a un sanatorio en aquellas condiciones era de un gran peligro.
A las nueve y siete minutos de la noche reaccionó el herido y abriendo los ojos reconoció a cuantos le rodeaban.
Casi sin poder hablar y a los que tenía más cerca, les dijo en voz muy baja:
¡Dadme agua!
Y como notase que tardaban en obedecerle, añadió:
- Ya sé que no puedo beber, pero refrescarme los labios.
Cuando llegó el doctor Segovia ordenó que Curro Puya fuese trasladado a un sanatorio, y entonces se le condujo al de los doctores Crespo, en donde quedo instalado la misma noche del domingo.
Los médicos facilitaron el siguiente parte facultativo:
“Durante la lidia del tercer toro ha ingresado en la enfermería el diestro Francisco Vega de los Reyes, Gitanillo de Triana, con una herida de asta de toro en el tercio medio del muslo derecho, con rotura de los músculos cuadriceps y abductores, y otra en la región sacro-coxígea, penetrante en la cavidad pelviana, con rotura del sacro y sección y arrancamiento del nervio ciático mayor. Pronóstico muy grave.” Doctor Segovia.
EN EL SANATORIO DEL DOCTOR CRESPO
Trasladado al sanatorio del Dr. Crespo, después de una consulta entre los doctores Segovia y Sánchez Danús y ante la situación critica en la cual se encontraba se emitió otro parte facultativo:
“Como consecuencia del arrancamiento de las raíces del nervio ciático mayor (prexo sacro), ha quedado desgarrado el fondo del saco dural, presentándose una abundante eliminación del liquido cefalorraquídeo, con peligro de presentación de una meningoencefalitis, que ensombrecería totalmente en pronóstico”
La primera noche la pasó Curro Puya algo tranquilo, pero era debido a las inyecciones que le habían puesto.
Los médicos se mostraban bastante pesimistas, y aún hubo alguno que afirmó que, caso de curar, lo que le parecía difícil, quedaría inútil para torear, pues los destrozos causados por los pitones de Fandanguero en los músculos de las piernas y en la cadera eran atroces.
Inmediatamente fueron avisados el padre y los cuatro hermanos varones de Curro Puya, que al día siguiente llegaron en automóvil procedentes de Sevilla.
Don Francisco Arranz, su apoderado, hablando aquella misma noche con los periodistas, se lamentaba de la mala suerte que había tenido Curro Puya en sus cogidas y hasta en los accidentes de automóvil.
Con lagrimas en los ojos, añadía que era aquél un torero de verdadera desgracia y comentaba:
-Cada vez que un toro le ha echado mano ha sido para calarle y muy fuerte.
Y sin dejar de llorar afirmaba:
-Viendo esto no me explico como nos gustan los toros.
A las dos de aquella madrugada circularon por el centro de Madrid noticias afirmando que Gitanillo había muerto, noticia que circuló rápidamente por los cafés céntricos, causando la natural emoción.
Algunos periodistas acudieron al Sanatorio del doctor Crespo, donde hablaron con el mozo de estoques, que dijo:
Sigue muy mal, muy mal. El ayudante del doctor Segovia le pone constantemente inyecciones de suero. Dice que tendrá que resistir setenta y dos horas, plazo peligroso, pues puede sobrevenir la peritonitis. Él está más calmado, pero ello es fruto únicamente del enorme decaimiento en que se encuentra.
Aquella misma noche, en un café céntrico, había una animada reunión, en la que figuraba un médico. Se hablaba, como es natural, del asunto del día, que era la gravedad de Gitanillo, y como alguno recordase lo parecido del gravísimo percance con él que había tenido en la plaza, y casi en el mismo sitio, el infeliz Granero, uno de los concurrentes, precisamente el médico, dijo:
- Granero tuvo más suerte.
- ¿Más suerte? – le preguntaron algunos admirados
- Sí; más suerte, porque quedó muerto en la plaza, y este morirá después de haber sufrido mucho.
Al día siguiente, por la mañana, el doctor Segovia levantó el apósito a Gitanillo, encontrando una de las heridas con buen aspecto, lo que alegró al citado doctor, que dijo al salir del quirófano:
- Esto ya me va gustando más.
Después añadió que quería celebrar una consulta con el doctor Sánchez Danús, especialista del sistema nervioso, acerca de la herida de la cadera, pues según el citado doctor Segovia, creía que el cuerno del toro había arrancado el nervio ciático de cuajo como el que arranca una raíz.
Durante el día el diestro reaccionó bastante, hasta tal punto de que el pulso empezó a adquirir poco a poco mayor fuerza.
El diestro, con gran entereza, hablaba con cuantos a él se acercaban.
Cuando vio entrar a su padre, elevando mucho la voz para que éste le oyera, pues era sordo, muy sordo, le dijo:
- No te apures, que esto no es na.
Y luego añadió:
- Di a mamá que venga, que esto no tiene importancia.
Tanto chilló Gitanillo, que la enfermera se vio obligada a llamarle la atención.
El teléfono del Sanatorio del doctor Crespo no cesó de sonar durante todo el día. Todo el mundo llamaba desde cafés, círculos y casas particulares interesándose por el estado del herido.
El apoderado del diestro, don Francisco Arranz, atendía con solicitud a todos los que le llamaban.
En un articulo de Leandro Blanco aparecido en el diario ABC daba más detalle de su situación de gravedad “Yace en un lecho de la habitación núm. 21, situada en el primer piso, y en completo aislamiento. No adopta en el lecho la posición normal, con el fin de evitar la perdida del liquido cefalorraquídeo, está colocado en posición inclinado, con la cabeza a nivel inferior de los pies. Estos se hallan a más de un metro de altura. En esta posición permanece el diestro sin ser visitado por persona alguna. Únicamente está a su lado su fiel mozo de estoques, el popular Antoñito Conde”
Unos días nacían las esperanzas, para morir al día siguiente. Otras veces, las agravaciones parecían tan inminentes, que ya se daba por fallecido el torero.
El día 3 de Junio el citado doctor Segovia firmó el siguiente parte, que causó gran impresión al ser conocido:
“Como consecuencia del arrancamiento de las raíces de nervio ciático (plexo mayor), ha quedado desgarrado el fondo del saco dural, presentándose una abundante eliminación del liquido céfalorraquideo por herida operatoria, existiendo el peligro de presentación de una meningoencefalitis que ensombrecería totalmente el pronóstico.-Doctor Segovia.”
Efectivamente, el peligro anunciado se presentó, y dos días después se le declaró la meningitis, que afortunadamente pudo ser atajada.
Otra vez se le creía salvado; pero a los cuatro días, o sea el 9 de Junio, se le apreció una nueva complicación:
“El diestro Gitanillo de Triana se encuentra mejorado de la infección meníngea. Según el reconocimiento practicado el referido diestro por el doctor López Duran, se le ha encontrado un foco bronconeumónico en la base del pulmón derecho.-Doctor Segovia”
El día 16 de Junio, de madrugada al intentar Antoñito Conde, su mozo de espadas cambiarle de postura, se dio cuenta que estaba empapado en sangre. Con la goma de un irrigador le practicó un torniquete en la pierna sangrante, avisando al médico de guardia urgentemente que taponó la herida. Fue requerido de urgencia el doctor Segovia, comprobando que tenia rota la arteria femoral, ligándola y disponiendo de inmediato una transfusión de sangre. Se ofrecieron en el acto don Carlos Morla, consejero de la Embajada de Chile, que se encontraba en el sanatorio, así como don Francisco Arranz, su representante en Madrid, el picador Barrera y el taxista Eleuterio Remondo que es el que diestro utilizaba siempre. Se procedió al análisis de la sangre de estos y se optó por la de Eleuterio, practicándole la transfusión en la noche del día 18.
En la ligadura de la femoral se le formó a Gitanillo un trombo, que el día 27 de Junio se partió originando una nueva y horrorosa hemorragia.
El doctor Segovia, al practicarle la oportuna intervención quirúrgica, encontró la arteria tan blanda, tan poco consistente que se vio obligado a cortarla y ligarla a la vena.
Desde ese momento el riego sanguíneo de la pierna se hizo insuficiente, y este miembro quedó paralizado y con poca sensibilidad. Gitanillo sufrió además una fuerte infección en la vejiga, una fístula uretral y dos dolorosas ulceras, una en la espalda y otra en la terminación de la columna vertebral, lo que le obligaba a estar en la cama boca abajo.
Sufrió también dos hemorragias, con tres días de intervalo, en la herida de la cadera, que postraron al torero en un estado de verdadera gravedad. De la cita herida le fueron extraídas tres esquirlas, lo que hizo suponer que tenia algún hueso interesado.
Todo el mundo seguía con gran interés el estado del torero.
A hora bastante avanzada de la víspera de su muerte, Gitanillo llamó a su fiel mozo de estoques, que ni un momento se había separado de su lado, Antonio Conde – que por cierto, también había sido mozo de estoques de Juan Belmonte -, y le dijo con voz muy débil:
- Antoñito, yo me voy. Que tenga mucha suerte, porque es usted muy bueno.
Durante todo el día se mostró tranquilo y animoso, a pesar de que se adivinaba que su fin estaba próximo y de sentirse morir.
Pidió agua a una enfermera, y al ver que ésta preparaba un vaso para llevársela, le dijo:
- No, ahí no, en el botijo.
Y cogiendo uno pequeño que le acercó la enfermera, bebió en él, saboreando el agua que bebía.
Después de varias mejorías y recaídas, que algunas veces consiguieron concebir esperanzas, llego el día 13 de Agosto, entrando en un estado de nerviosismo, teniéndole que aplicar calmantes constantemente, llegada las tres de la madrugada perdió el conocimiento, entrando en periodo agónico y las cinco y media el habla y la vista, todo fue inútil, a pesar de que se le aplicaron varias inyecciones para reanimarlo.
Sus últimas palabras fueron: “Ya no veo”. A las siete y media de la mañana, ya del día 14, expiraba Gitanillo de Triana, después de setenta y cinco días de largos sufrimientos. Aquel gitanito que un día en su barrio, toreó un toro desmandado de la Dehesa de “Los Gordales”, no tenia aún cumplidos los veintiocho años.
Gitanillo de Triana fue considerado un torero irrepetible, fino y muy estilista, además de un maestro de la verónica. Su hermano menor, Rafael (1915-1969), también torero, adoptó igualmente como apodo Gitanillo de Triana, por lo que en ocasiones se les ha confundido.
En su honor, una calle de Sevilla lleva su nombre.
Fuente: josemanuellopez. Wikipedia; Google, Hemeroteca El Toreo; Digame
VIDEO DE GITANILLO DE TRIANA:
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