“Misa del Gallo en Sor Angela “ ( de mis Leyendas de Invierno. Capítulos
IV,V y, VI
CAPITULO IV
Misa del Gallo en Sor Ángela
Ese 24 de Diciembre de un año que terminó en tres, en esa
noche mágica, que ya inmortalizara Diken, con su Leyenda de Navidad, y como no,
Becquer con la de Maese Pérez; acaeció el arcano que ahora te relato:
La iglesia estaba radiante, no sabría decir si los cirios y
hachones estaban ya encendidos o era el resplandor del metal bruñido por las
novicias, lo que daba transparencia a la estancia. La cripta de Madre, era un
jardín de Mayo.
Aún, cuando era temprano para el inicio de la Eucaristía, ya la mayor
parte del templo estaba ocupado. Ellas, como siempre que realizan sus
oraciones; sentadas o arrodilladas en el suelo con los brazos en cruz, en un
silencio respetuoso, en idílica unión con su místico esposo, desbaratando el
principio freudiano que postula que no hay amor sin sexo, o lo que es lo mismo,
por el sexo se llega al Amor. Ante esto último, pienso igual que mi amigo el
Lama, el camino es a la inversa.
Había alegría en las caras de todos, y más aún, en las de las
cenobitas, que se desvivían acomodando a las personas que iban llegando con
vestimenta de día festivo. Algunas
hembras, luciendo sus mejores alhajas, otras con oropeles, en una inútil
demostración de fastuosidad. Ellas, las que anteponen a la Cruz sus nombres, con sus
austeros y groseros hábitos, calzando humildes alpargatas. Al pecho, suspendida
por una simple cinta, una negra cruz, orlada con innoble metal, al igual que el
éneo crucificado; como adorno exquisito y su joya más valiosa.
Me senté en el sotacoro, muy cerca del Belén que con tanto
amor y mimo instalan éstas religiosas. Majestuoso y sencillo al mismo tiempo.
Donde las sonrisas de ellas, por empatía, es asumida por cada figurilla de
barro; donde lo blanco se hace nieve y la nieve nácar; donde la suavidad de los
olores de las rosas, lirios y camelias, es alambicado en un único e inefable
efluvio; donde el Niño, es mas niño; donde María es más dulce; donde el río de
zafiro es Verdad; donde las fuentecillas derraman Agua Viva y es acariciada por
los pámpanos de sus orillas; donde las novicias cambian de pañales al Niño y
cuidan de su Madre como expertas matronas, donde no tienen cabida las hijas de
Éter; donde...
Junto a mi, tomó asiento un hombre de pulcro aspecto y de
exquisitos modales; de edad indeterminada, algo extrovertido y enigmático, y
como si me conociese, empezó a
desgranarme en un monólogo esta historia, fábula o leyenda... no lo sé.
CAPITULO V
Me habla de un tal Ieshuah
“¡Cuánto
sentí distanciarme de Él!. El Destino separó nuestros caminos cuando aún no
habíamos cumplido los
catorce años. En la escuela fue mi mejor amigo, bueno, El era
amigo de todos. Le conocí cuando compartíamos las primeras enseñanzas del Rabí. Juntos, aprendimos a recitar y
memorizar los versículos del Talmud .
Era un chico normal. No pasaba de la media del conjunto de la
clase. A veces, se vislumbraba en El, una fulgurante inteligencia, que se
apagaba y desaparecía, como si El mismo hiciera un inequívoco esfuerzo para no
sobrepasar de sus compañeros.
Ayudaba a su padre en menesteres sencillos y, siempre lo
hacia de buenas ganas. Barría la carpintería y echaba serrín en serones que
luego regalaba a los vecinos para la limpieza del suelo. Siempre olía a limpio;
a bosque de pinos y cedros; y su ropa a Sol. Bailaba bien la peonza y nadie
osaba ganarle a los acertijos ni a las cinco chinas. Mientras jugábamos, María
la de Magdala, siempre permanecía
sentada mirándole embelesada.
Recuerdo cuando el maestro contaba la Sagrada Historia
de nuestros antiguos profetas y rabinos, que tanto nos gustaban a todos, Él, se
extasiaba como embuido en un letargo místico, y de sus ojos, caían algunas
lágrimas.
A veces, el rabí nos hacía ejercitar la gramática y la
narración; Josuef, era el poeta grandilocuente y retórico; Jacob, fue siempre
el ejemplo de la sencillez; Tobias, redactaba con el gracejo propio de la Tribu de Indumea; Ieshuah,
el de Galilea, era el paradigma de la oratoria sustanciosa y fluida, aunque en
muchas ocasiones se mostraba insondable y difícil de entender;
enigmático...profundo.
Un día, el Rabí le pidió que contara un cuento de su
invención, Ieshuah, no se hizo de rogar, y más o menos, se expresó de esta
manera:
“ Cuando
casi hayan pasado cien veces veinte años...cuando rija la mayor de las sectas
religiosas autoproclamada Universal; cuando gobierne esa Iglesias el Sumo
Sacerdote más viajero que jamás hubo y que
vendrá de tierras frías y lejanas; cuando llegue a su apogeo el número
de sectas... Aún se conmemorará el aniversario del que nació en un establo
en Betahalem, siendo aprovechado por los
mercaderes, esta celebración. Y todo se habrá desfigurado por interés ególatra.
Los buenos de corazón, aparecerán a la vista de los demás como timoratos y
tontos integrales. Los perversos de nuestras éticas y tradiciones, se
repartirán las prebendas de los méritos. El derroche y la ostentación se habrá
adueñado de una sociedad cada vez más egoísta y corrupta, incluidos los
“cumplidores” de la
Iglesia Universal, declarada seguidora del Ingénito Mesías. A
su Madre, la disfrazaran de diosa, cargándola de paños de oro y joyas, nombrándola
con distintas advocaciones, y competirán entre ellos para ver cual es la más
lujosa vestida, y la más “curandera”. Utilizándola para apariciones sin
fundamentos, con el claro objetivo de enriquecerse a bases de supuestos poderes
y mensajes inventados por sus paranoicos cerebros. Miríadas de seres, por ellos
mismos metamorfoseados en erisictones, involucionarán con la ayuda de los
vendedores de inexistentes paraísos, amparados en ocasiones por los gobernantes
corruptos de algún estado. Por el contrario, los cuerpecillos en formación
serán destruidos en los fértiles vientres, en nombre de una libertad mal
entendida, ya que serán prisioneros de sus deseos y de sus propios egoísmos.
Con ello, se imposibilitará a un alma del disfrute de lo físico, regalo del
Eterno. Con los nacidos, en ocasiones, se cometerán las más atroces ignomías y
aberraciones; profanando los pequeños Sagrados Templos del Padre, imbuyéndolos
en los peores de los infiernos, como divertimento público y privado de las
castas más favorecidas por la diosa Fortuna la cual reirá un día en sus
funerales.
Se cambiaran
las Leyes Éticas a conveniencia. Con el mayor cinismo se hablará de paz; de
amor; de armonía; solidaridad y buena voluntad, siendo todo ello falso, ya que
se montaran “negocios” a las sombras de estos conceptos. Tan solo una
Samaritana, muy viejita, con ausencia total de belleza física, con una cohorte
de jóvenes beldades bajo su mando, avergonzará a todos los estados. Y un día,
en su funeral, reunirá a todas las religiones mayoritarias del mundo.
Se dirá
hasta la saciedad que el Mesías dijo: “El que quiera venir en pos de mi,
niéguese así mismo, tome su cruz y me siga”. Siendo esto mentira, pues el dirá
: “El que tenga sed de libertad y justicia, ¡que me siga!”. La cruz no es un castigo
del Padre Celestial, es la respuesta de los inicuos poderosos a cualquier
intento de libertad y justicia, y quizás por ello y por la muerte que tendrá el
Mesías, este mundo será conocido en otros Universos por la Gema de la Cruz. También se
dirá que él dejo dicho: “Dejad que los muertos entierren a los muertos”,
buscándosele complejas deducciones teológicas más o menos afortunadas,
dependiendo del poder de persuasión de que disponga el orador. Y lo que
realmente dirá es que: “No viváis en sepulcros edificados por los muertos para
los vivos. El capricho del bienestar mata la pasión del Alma y, como la Fortuna, ríe detrás de su
funeral”.
Los teólogos
y evangelizadores, sin proponérselo, lo presentaran como si fuese un
ilusionista de barraca de feria, diciendo de Él, que en una ocasión multiplicó
unos panes y unos peses, saciando a toda una multitud que le seguía. Y lo que
en realidad hará, es repartir equitativamente los alimentos de que disponga,
demostrando con ello que, compartiendo no es posible el hambre en el mundo.
Pero más de dos mil años después se le continuará recordando como el “hombre de
los milagros”. Mientras, cada minuto morirá un ser por hambre y cada dos
minutos dos por sobrealimentación. Y los países que englobaran lo que se
denominará como “Primer Mundo”, destruirán alimentos por Ley. Mi... ¡Por
Yavé...!. Le interrumpió el Rabí cortándole la narración.
-
¿ Piensas acaso que ese año
será el fin del mundo? ¿vendrá por entonces el esperado Mesías?.
-
¡No Rabí!; donde quiera que
vayamos, dónde quiera que estemos, el Amor del Alma Grande, nos envolverá toda
la vida, y nuestras imágenes, están grabadas en su seno para la eternidad. Y,
el Mesías, no vendrá por entonces; el Enviado...¡ya está entre nosotros! –dijo
enigmático -.
Tan graciosa
aseveración fue reída y festejada por todos los discípulos. El Rabí, cortó
aquella algarabía con suma prudencia. Por supuesto que no entendimos su
historia, pero todos pensamos que pudiera tratarse de una seria premonición.
También
recuerdo el día que mi hermano menor fue circuncidado. Lo recuerdo bien porque era tiempo de Pascua, y
la familia de Ieshuah asintió a la ceremonia del Berit Milah; su madre, se
encargó de elaborar la torta de pascua, de pan ácimo y de cocinar con pasas de
Corinto y dátiles de Salomón, los sabrosos peces del lago Tiberiades.
El rito nos
llenaba de emoción a los presentes; el hecho de aumentar en un individúo el
pueblo elegido por Yavé. Una vez en la Sinagoga de Cafarnaúm, y pasado el patio que
llaman de los Gentiles, subimos los quince peldaños que conducen a la Meseta de los Israelitas,
entonando aleluya alusivas a la perenne alianza entre Yavé y nuestro pueblo. El
Mohel principal de Cafarnaúm le practicó la ablación del prepucio con su
habitual maestría y le honró para siempre con el nombre que tanto gustaba a mis
padres: David.
De vuelta a
casa, los padres de mi amigo; José y María, estaban muy preocupados buscando a
su hijo que no llegó con ellos. Temerosos de que hubiese tenido un percance,
requirieron nuestra ayuda. Con gran rapidez, todos los amigos nos movilizamos y
recorrimos los lugares de los que era más asiduo. Unos fueron hacia Betsaida
por el camino de pitas, donde habíamos construido una cabaña con mirtos y
arrayanes, para cobijarnos de imaginarios enemigos. Otros fuimos con mucha
esperanza de encontrarlo, a las orillas del Genesaret, donde Ieshuah hacía
navegas con la brisa del atardecer, en las plácidas agua del lago, las
diminutas embarcaciones de madera, con velamen incluido, que Él construía.
Mientras, María la de Magdala, se sentaba junto a Él mirándole en silencio; Él,
le sonreía tímidamente, pero con evidente satisfacción. La búsqueda fue inútil.
No le pudimos encontrar.
A la caída
del sol, cuando el fuego se apaga en el horizonte, cuando la sombra de la
incipiente noche acaricia el cielo, y en las praderas de éste, las estrellas se
abren como jazmines y llenan todo el lienzo celeste. Y la luna, derrama su
fatua plata por todo el valle, y la ciudad Santa de Jerusalém resplandece
nimbada por un áurea; tuvimos noticias de que había aparecido. Lo encontraron
en el Templo, discutiendo con los Maestros de la Ley Mosaica, su
particular interpretación de las Sagradas Escrituras, haciéndoles ver que Yavé como ellos le llamaban; Alma Grande,
como Él le nombraba, no era sinónimo de terror, no siendo tampoco colérico ni
vengativo. Que la idea de ensalzar a Dios y de ganar sus favores calmando su cólera
mediante sacrificios de seres sensitivos e incluso con penitencias con
derramamiento de sangre, es repulsiva al Alma Suprema y a su cohorte de
Entidades Paradisiacas. Es una ofensa a Dios, sostener y enseñar que al Padre
hay que ofrecerle holocaustos para contentarlo con el espectáculo de la sangre y atempere con la
embriaguez de ésta, su ficticia ira. El
Profeta Moisés, os prohibió los sacrificios humanos, y los sustituyó, como
menos malo, en la ruda mente de los hebreo, por el sacrificio de animales.
¡Ahora, yo
os digo que el Ser Supremo, no está sediento de sangre!, ¡está sediento de
Amor!. Que no sois el Pueblo Elegido, todo los pueblos de este mundo y de otros
Universos, son parte de mi Padre.
-¿Tu Padre?
–dijo uno de los Escribas -, Si tú ni tan siquiera sabe quien es tu padre.
Todos rieron
éstas hirientes palabras. Ieshuah, mirando a los ojos del Escriba, le dijo:
-
Eso es lo que nos diferencia
a uno del otro. Yo si sé quien es mi Padre. Tú, sólo sabes quien sirvió de
vinculo para engendrarte, pero ignora quien dicto las Leyes para que se
produjera el milagro de tu cuerpo físico. Yo sé de donde vengo, procedo de Él,
y sé a donde iré cuando deje este Universo. Tu, dormirás al igual que estas
viviendo, ¡en la nada!
Durante
bastantes días, no se habló de otra cosa en el pueblo, siendo tildado de loco
poseso e irreverente, indigno de pertenecer al pueblo elegido por Dios.
Mi padre,
había nacido en Galilea y por sus continuos contactos con gentiles y persas,
tenía menos escrúpulos en materia de religión que los judíos creyentes; era
saduceo, y creo que fue el único que
alabó las palabras pronunciadas por mi amigo. Al poco tiempo, por motivos de
trabajo de mi padre, nos trasladamos a Bagdad. Desde entonces, allí estudié y
allí vivo. Pero siempre... siempre, añoraré la amistad de aquel compañero que
me fascinó con su bondad.
¡ Por
cierto...!; hace unos meses, en primavera, se oían rumores de que a un tal
Jesús de Nazaret, Rey de los judíos, le habían ajusticiado en Jerusalém.
Pero...yo aseguraría que tiene que tratarse de otro Jesús y no mi amigo el
Galileo; Él no era príncipe, no era hijo de rey, su padre José, era
carpintero.”
El hombre de
nariz aguileña y luenga barba que me hacia esta narración, interrumpió su
monologo en el momento en que el órgano del coro entonaba la melodía que daba
principio al inicio de la
Eucaristía. En el intervalo de un cántico a otro, el hombre
casi con voz inaudible susurro esta oración:
“Padremio que sudas a diario
en la piel del que arranca el sustento.
Que a ninguno nos falte el trabajo
Padremio que no guardas nunca
Contra nadie venganza o desprecio
Que...”
¿Eres Dariniel o eres Gabriel, - Le pregunté -. Él, se limitó
a sonreírme.
Cuando volví a mirarle, ¡no estaba!. El asiento permaneció
vacío hasta la conclusión del rito.
Antes de salir a la calle,
le pregunte por el enigmático hombre a la monja que esa noche hacía de
portera, que con su habitual y no fingida sonrisa me dijo:
-
Él no ha salido, dentro...tampoco está ya.
CAPITULO VI
Cinco años comprimidos en una noche
¡Diatribas!
El aire frío y húmedo de la calle me hizo reaccionar. En el
cielo; puñados de estrellas como miríadas de diamantes colgaban su haz de
zafiro iluminando el lienzo infinito. Un estremecimiento sensual vaga inerte
por las callejas que voy recorriendo camino de mi habitáculo. Cuando esto lo
mentalizo, aún hay alguien esperándome, cuando lo sintetice, ya no habrá nadie.
Al otro lado del río, se oía la senil voz de una campana. Era
que en el Convento de los Dominicos, aún no había comenzado la Misa. Intente
entrar, pero me fue imposible, el gentío era grande. Me empine y en la primera
fila de bancos divisé al “Hombre”. Hablaba con su compañera de asiento. Sonreí
y pronuncié estas palabras a modo de oración:
-
Martín; siendo negro, tú,
vistes el rostro de Cristo.
-
Juan Diego; siendo indio e
inculto, tú vistes verdaderamente a María.
-
Teresa; sin duda alguna en tu
carne estaba Jesús.
-
Diamantino; la paz que
reflejaba tu rostro e imprimía a tus palabras, evidenciabas que elegiste ser
cura por devoción y no por profesión.
Claramente oí una voz surgida de ningún sitio que me
susurraba al oído: ”Sigues buscado la
magia de la Navidad. No
es la que te ofrecen en ningún de los dos extremos; no es la fastuosidad del
marketing, ni la frivolidad de los de la Escuelas Pías.
Búscala solo, el camino es largo y estrecho y como tu dices, no hay sitio para
dos. Solamente los solitarios buscan la verdad y rompen con quien no la amen lo
suficiente. Pronto la encontrarás. ¡Persevera en tu creencia infantil de los
Reyes Magos”
Copyright: Inocencio Reina/ 97
R.P.Intelectual: 6276/98
SE. Reg. Gral.4609 Secc. I M.