domingo, 23 de diciembre de 2018

PAGINA LITERARIA. "Misa en Sor Angela de la Cruz"

“Misa del Gallo en Sor Angela “ ( de mis Leyendas de Invierno. Capítulos IV,V y, VI
CAPITULO IV
Misa del Gallo en Sor Ángela

Ese 24 de Diciembre de un año que terminó en tres, en esa noche mágica, que ya inmortalizara Diken, con su Leyenda de Navidad, y como no, Becquer con la de Maese Pérez; acaeció el arcano que ahora te relato:
La iglesia estaba radiante, no sabría decir si los cirios y hachones estaban ya encendidos o era el resplandor del metal bruñido por las novicias, lo que daba transparencia a la estancia. La cripta de Madre, era un jardín de Mayo.
Aún, cuando era temprano para el inicio de la Eucaristía, ya la mayor parte del templo estaba ocupado. Ellas, como siempre que realizan sus oraciones; sentadas o arrodilladas en el suelo con los brazos en cruz, en un silencio respetuoso, en idílica unión con su místico esposo, desbaratando el principio freudiano que postula que no hay amor sin sexo, o lo que es lo mismo, por el sexo se llega al Amor. Ante esto último, pienso igual que mi amigo el Lama, el camino es a la inversa.
Había alegría en las caras de todos, y más aún, en las de las cenobitas, que se desvivían acomodando a las personas que iban llegando con vestimenta de día  festivo. Algunas hembras, luciendo sus mejores alhajas, otras con oropeles, en una inútil demostración de fastuosidad. Ellas, las que anteponen a la Cruz sus nombres, con sus austeros y groseros hábitos, calzando humildes alpargatas. Al pecho, suspendida por una simple cinta, una negra cruz, orlada con innoble metal, al igual que el éneo crucificado; como adorno exquisito y su joya más valiosa.
Me senté en el sotacoro, muy cerca del Belén que con tanto amor y mimo instalan éstas religiosas. Majestuoso y sencillo al mismo tiempo. Donde las sonrisas de ellas, por empatía, es asumida por cada figurilla de barro; donde lo blanco se hace nieve y la nieve nácar; donde la suavidad de los olores de las rosas, lirios y camelias, es alambicado en un único e inefable efluvio; donde el Niño, es mas niño; donde María es más dulce; donde el río de zafiro es Verdad; donde las fuentecillas derraman Agua Viva y es acariciada por los pámpanos de sus orillas; donde las novicias cambian de pañales al Niño y cuidan de su Madre como expertas matronas, donde no tienen cabida las hijas de Éter; donde...
Junto a mi, tomó asiento un hombre de pulcro aspecto y de exquisitos modales; de edad indeterminada, algo extrovertido y enigmático, y como si me conociese, empezó a  desgranarme en un monólogo esta historia, fábula o leyenda... no lo sé.







CAPITULO V
Me habla de un tal Ieshuah

           
“¡Cuánto sentí distanciarme de Él!. El Destino separó nuestros caminos cuando aún no habíamos cumplido los 
catorce años. En la escuela fue mi mejor amigo, bueno, El era amigo de todos. Le conocí cuando compartíamos las primeras enseñanzas del  Rabí. Juntos, aprendimos a recitar y memorizar los versículos del Talmud .
Era un chico normal. No pasaba de la media del conjunto de la clase. A veces, se vislumbraba en El, una fulgurante inteligencia, que se apagaba y desaparecía, como si El mismo hiciera un inequívoco esfuerzo para no sobrepasar de sus compañeros.
Ayudaba a su padre en menesteres sencillos y, siempre lo hacia de buenas ganas. Barría la carpintería y echaba serrín en serones que luego regalaba a los vecinos para la limpieza del suelo. Siempre olía a limpio; a bosque de pinos y cedros; y su ropa a Sol. Bailaba bien la peonza y nadie osaba ganarle a los acertijos ni a las cinco chinas. Mientras jugábamos, María la de Magdala, siempre  permanecía sentada mirándole embelesada.
Recuerdo cuando el maestro contaba la Sagrada Historia de nuestros antiguos profetas y rabinos, que tanto nos gustaban a todos, Él, se extasiaba como embuido en un letargo místico, y de sus ojos, caían algunas lágrimas.
A veces, el rabí nos hacía ejercitar la gramática y la narración; Josuef, era el poeta grandilocuente y retórico; Jacob, fue siempre el ejemplo de la sencillez; Tobias, redactaba con el gracejo propio de la Tribu de Indumea; Ieshuah, el de Galilea, era el paradigma de la oratoria sustanciosa y fluida, aunque en muchas ocasiones se mostraba insondable y difícil de entender; enigmático...profundo.
Un día, el Rabí le pidió que contara un cuento de su invención, Ieshuah, no se hizo de rogar, y más o menos, se expresó de esta manera:
“ Cuando casi hayan pasado cien veces veinte años...cuando rija la mayor de las sectas religiosas autoproclamada Universal; cuando gobierne esa Iglesias el Sumo Sacerdote más viajero que jamás hubo y que  vendrá de tierras frías y lejanas; cuando llegue a su apogeo el número de sectas... Aún se conmemorará el aniversario del que nació en un establo en  Betahalem, siendo aprovechado por los mercaderes, esta celebración. Y todo se habrá desfigurado por interés ególatra. Los buenos de corazón, aparecerán a la vista de los demás como timoratos y tontos integrales. Los perversos de nuestras éticas y tradiciones, se repartirán las prebendas de los méritos. El derroche y la ostentación se habrá adueñado de una sociedad cada vez más egoísta y corrupta, incluidos los “cumplidores” de la Iglesia Universal, declarada seguidora del Ingénito Mesías. A su Madre, la disfrazaran de diosa, cargándola de paños de oro y joyas, nombrándola con distintas advocaciones, y competirán entre ellos para ver cual es la más lujosa vestida, y la más “curandera”. Utilizándola para apariciones sin fundamentos, con el claro objetivo de enriquecerse a bases de supuestos poderes y mensajes inventados por sus paranoicos cerebros. Miríadas de seres, por ellos mismos metamorfoseados en erisictones, involucionarán con la ayuda de los vendedores de inexistentes paraísos, amparados en ocasiones por los gobernantes corruptos de algún estado. Por el contrario, los cuerpecillos en formación serán destruidos en los fértiles vientres, en nombre de una libertad mal entendida, ya que serán prisioneros de sus deseos y de sus propios egoísmos. Con ello, se imposibilitará a un alma del disfrute de lo físico, regalo del Eterno. Con los nacidos, en ocasiones, se cometerán las más atroces ignomías y aberraciones; profanando los pequeños Sagrados Templos del Padre, imbuyéndolos en los peores de los infiernos, como divertimento público y privado de las castas más favorecidas por la diosa Fortuna la cual reirá un día en sus funerales.
Se cambiaran las Leyes Éticas a conveniencia. Con el mayor cinismo se hablará de paz; de amor; de armonía; solidaridad y buena voluntad, siendo todo ello falso, ya que se montaran “negocios” a las sombras de estos conceptos. Tan solo una Samaritana, muy viejita, con ausencia total de belleza física, con una cohorte de jóvenes beldades bajo su mando, avergonzará a todos los estados. Y un día, en su funeral, reunirá a todas las religiones mayoritarias del mundo.
Se dirá hasta la saciedad que el Mesías dijo: “El que quiera venir en pos de mi, niéguese así mismo, tome su cruz y me siga”. Siendo esto mentira, pues el dirá : “El que tenga sed de libertad y justicia, ¡que me siga!”. La cruz no es un castigo del Padre Celestial, es la respuesta de los inicuos poderosos a cualquier intento de libertad y justicia, y quizás por ello y por la muerte que tendrá el Mesías, este mundo será conocido en otros Universos por la Gema de la Cruz. También se dirá que él dejo dicho: “Dejad que los muertos entierren a los muertos”, buscándosele complejas deducciones teológicas más o menos afortunadas, dependiendo del poder de persuasión de que disponga el orador. Y lo que realmente dirá es que: “No viváis en sepulcros edificados por los muertos para los vivos. El capricho del bienestar mata la pasión del Alma y, como la Fortuna, ríe detrás de su funeral”.
Los teólogos y evangelizadores, sin proponérselo, lo presentaran como si fuese un ilusionista de barraca de feria, diciendo de Él, que en una ocasión multiplicó unos panes y unos peses, saciando a toda una multitud que le seguía. Y lo que en realidad hará, es repartir equitativamente los alimentos de que disponga, demostrando con ello que, compartiendo no es posible el hambre en el mundo. Pero más de dos mil años después se le continuará recordando como el “hombre de los milagros”. Mientras, cada minuto morirá un ser por hambre y cada dos minutos dos por sobrealimentación. Y los países que englobaran lo que se denominará como “Primer Mundo”, destruirán alimentos por Ley. Mi...                   ¡Por Yavé...!. Le interrumpió el Rabí cortándole la narración.
-         ¿ Piensas acaso que ese año será el fin del mundo? ¿vendrá por entonces el esperado Mesías?.
-         ¡No Rabí!; donde quiera que vayamos, dónde quiera que estemos, el Amor del Alma Grande, nos envolverá toda la vida, y nuestras imágenes, están grabadas en su seno para la eternidad. Y, el Mesías, no vendrá por entonces; el Enviado...¡ya está entre nosotros! –dijo enigmático -.
Tan graciosa aseveración fue reída y festejada por todos los discípulos. El Rabí, cortó aquella algarabía con suma prudencia. Por supuesto que no entendimos su historia, pero todos pensamos que pudiera tratarse de una seria premonición.
También recuerdo el día que mi hermano menor fue circuncidado. Lo  recuerdo bien porque era tiempo de Pascua, y la familia de Ieshuah asintió a la ceremonia del Berit Milah; su madre, se encargó de elaborar la torta de pascua, de pan ácimo y de cocinar con pasas de Corinto y dátiles de Salomón, los sabrosos peces del lago Tiberiades.
El rito nos llenaba de emoción a los presentes; el hecho de aumentar en un individúo el pueblo elegido por Yavé. Una vez en la Sinagoga de Cafarnaúm, y pasado el patio que llaman de los Gentiles, subimos los quince peldaños que conducen a la Meseta de los Israelitas, entonando aleluya alusivas a la perenne alianza entre Yavé y nuestro pueblo. El Mohel principal de Cafarnaúm le practicó la ablación del prepucio con su habitual maestría y le honró para siempre con el nombre que tanto gustaba a mis padres: David.
De vuelta a casa, los padres de mi amigo; José y María, estaban muy preocupados buscando a su hijo que no llegó con ellos. Temerosos de que hubiese tenido un percance, requirieron nuestra ayuda. Con gran rapidez, todos los amigos nos movilizamos y recorrimos los lugares de los que era más asiduo. Unos fueron hacia Betsaida por el camino de pitas, donde habíamos construido una cabaña con mirtos y arrayanes, para cobijarnos de imaginarios enemigos. Otros fuimos con mucha esperanza de encontrarlo, a las orillas del Genesaret, donde Ieshuah hacía navegas con la brisa del atardecer, en las plácidas agua del lago, las diminutas embarcaciones de madera, con velamen incluido, que Él construía. Mientras, María la de Magdala, se sentaba junto a Él mirándole en silencio; Él, le sonreía tímidamente, pero con evidente satisfacción. La búsqueda fue inútil. No le pudimos encontrar.
A la caída del sol, cuando el fuego se apaga en el horizonte, cuando la sombra de la incipiente noche acaricia el cielo, y en las praderas de éste, las estrellas se abren como jazmines y llenan todo el lienzo celeste. Y la luna, derrama su fatua plata por todo el valle, y la ciudad Santa de Jerusalém resplandece nimbada por un áurea; tuvimos noticias de que había aparecido. Lo encontraron en el Templo, discutiendo con los Maestros de la Ley Mosaica, su particular interpretación de las Sagradas Escrituras, haciéndoles ver  que Yavé como ellos le llamaban; Alma Grande, como Él le nombraba, no era sinónimo de terror, no siendo tampoco colérico ni vengativo. Que la idea de ensalzar a Dios y de ganar sus favores calmando su cólera mediante sacrificios de seres sensitivos e incluso con penitencias con derramamiento de sangre, es repulsiva al Alma Suprema y a su cohorte de Entidades Paradisiacas. Es una ofensa a Dios, sostener y enseñar que al Padre hay que ofrecerle holocaustos para contentarlo con  el espectáculo de la sangre y atempere con la embriaguez  de ésta, su ficticia ira. El Profeta Moisés, os prohibió los sacrificios humanos, y los sustituyó, como menos malo, en la ruda mente de los hebreo, por el sacrificio de  animales.
¡Ahora, yo os digo que el Ser Supremo, no está sediento de sangre!, ¡está sediento de Amor!. Que no sois el Pueblo Elegido, todo los pueblos de este mundo y de otros Universos, son parte de mi Padre.
-¿Tu Padre? –dijo uno de los Escribas -, Si tú ni tan siquiera sabe quien es tu padre.
Todos rieron éstas hirientes palabras. Ieshuah, mirando a los ojos del Escriba, le dijo:
-         Eso es lo que nos diferencia a uno del otro. Yo si sé quien es mi Padre. Tú, sólo sabes quien sirvió de vinculo para engendrarte, pero ignora quien dicto las Leyes para que se produjera el milagro de tu cuerpo físico. Yo sé de donde vengo, procedo de Él, y sé a donde iré cuando deje este Universo. Tu, dormirás al igual que estas viviendo, ¡en la nada!
Durante bastantes días, no se habló de otra cosa en el pueblo, siendo tildado de loco poseso e irreverente, indigno de pertenecer al pueblo elegido por Dios.
Mi padre, había nacido en Galilea y por sus continuos contactos con gentiles y persas, tenía menos escrúpulos en materia de religión que los judíos creyentes; era saduceo, y creo que fue el único  que alabó las palabras pronunciadas por mi amigo. Al poco tiempo, por motivos de trabajo de mi padre, nos trasladamos a Bagdad. Desde entonces, allí estudié y allí vivo. Pero siempre... siempre, añoraré la amistad de aquel compañero que me fascinó con su bondad.
¡ Por cierto...!; hace unos meses, en primavera, se oían rumores de que a un tal Jesús de Nazaret, Rey de los judíos, le habían ajusticiado en Jerusalém. Pero...yo aseguraría que tiene que tratarse de otro Jesús y no mi amigo el Galileo; Él no era príncipe, no era hijo de rey, su padre José, era carpintero.”
El hombre de nariz aguileña y luenga barba que me hacia esta narración, interrumpió su monologo en el momento en que el órgano del coro entonaba la melodía que daba principio al inicio de la Eucaristía. En el intervalo de un cántico a otro, el hombre casi con voz inaudible susurro esta oración:
“Padremio que sudas a diario
en la piel del que arranca el sustento.
Que a ninguno nos falte el trabajo
Padremio que no guardas nunca
Contra nadie venganza o desprecio
Que...”
¿Eres Dariniel o eres Gabriel, - Le pregunté -. Él, se limitó a sonreírme.
Cuando volví a mirarle, ¡no estaba!. El asiento permaneció vacío hasta la conclusión del rito.
Antes de salir a la calle,  le pregunte por el enigmático hombre a la monja que esa noche hacía de portera, que con su habitual y no fingida sonrisa me dijo:
-         Él no ha salido, dentro...tampoco está ya.

CAPITULO VI
Cinco años comprimidos en una noche
¡Diatribas!

El aire frío y húmedo de la calle me hizo reaccionar. En el cielo; puñados de estrellas como miríadas de diamantes colgaban su haz de zafiro iluminando el lienzo infinito. Un estremecimiento sensual vaga inerte por las callejas que voy recorriendo camino de mi habitáculo. Cuando esto lo mentalizo, aún hay alguien esperándome, cuando lo sintetice, ya no habrá nadie.
Al otro lado del río, se oía la senil voz de una campana. Era que en el Convento de los Dominicos, aún no había comenzado la Misa. Intente entrar, pero me fue imposible, el gentío era grande. Me empine y en la primera fila de bancos divisé al “Hombre”. Hablaba con su compañera de asiento. Sonreí y pronuncié estas palabras a modo de oración:
-         Martín; siendo negro, tú, vistes el rostro de Cristo.
-         Juan Diego; siendo indio e inculto, tú vistes verdaderamente a María.
-         Teresa; sin duda alguna en tu carne estaba Jesús.
-         Diamantino; la paz que reflejaba tu rostro e imprimía a tus palabras, evidenciabas que elegiste ser cura por devoción y no por profesión.
Claramente oí una voz surgida de ningún sitio que me susurraba al oído: ”Sigues buscado la magia de la Navidad. No es la que te ofrecen en ningún de los dos extremos; no es la fastuosidad del marketing, ni la frivolidad de los de la Escuelas Pías. Búscala solo, el camino es largo y estrecho y como tu dices, no hay sitio para dos. Solamente los solitarios buscan la verdad y rompen con quien no la amen lo suficiente. Pronto la encontrarás. ¡Persevera en tu creencia infantil de los Reyes Magos”

Copyright: Inocencio Reina/ 97


R.P.Intelectual: 6276/98 SE.   Reg. Gral.4609 Secc. I M.


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