jueves, 31 de enero de 2019

SEVILLANOS ILUSTRES Y CALLE EN SU HONOR "Francisco Mateos Gago"



Francisco Mateos-Gago y Fernández (n. Grazalema (Cádiz), 1827 - † Sevilla, 19 de octubre de 1890), religioso, catedrático de teología de la Universidad de Sevilla y protector del patrimonio histórico sevillano.
Biografía
Huérfano desde muy joven, su tío Juan José Fernández y Borrego, médico titular de su pueblo natal le inició en el estudio del latín, siendo matriculado por un tío-abuelo suyo en el Seminario Diocesano de Sevilla en 1840, donde cursó estudios de filosofía, teología y jurisprudencia,
Acabados sus estudios eclesiásticos, en el año 1850 consiguió la cátedra de latín y castellano del Seminario Conciliar de San Isidoro y San Francisco Javier de Sevilla; dos años después, en 1852, sería ordenado presbítero y destinado al Seminario Conciliar de San Bartolomé, donde impartió clases de teología, oratoria, griego y hebreo, consiguiendo un poco más tarde, en 1854, el doctorado en teología en el Seminario Central de Granada, y luego su nombramiento como catedrático interino de teología en la Universidad de Sevilla, en 1855.
En 1868, y a consecuencia de la proclamación de la libertad de enseñanza en España, se suprimió la Facultad de teología por no considerarse ciencia universitaria, lo que supuso su cese como catedrático universitario, hecho refrendado en 1869 cuando, junto a los también catedráticos sevillanos [[Francisco Pagés del Corro]] y Francisco de Paula Caballero-Infante y Zuazo, se negó a jurar la nueva constitución.
Tras su expulsión de la Universidad Hispalense, Mateos Gago se afianzó en su trabajo como redactor y columnista en publicaciones y periódicos que trataban temas de corte religiosos, científicos, literarios e históricos, como La Verdad Católica, La Semana Católica y el Diario de Sevilla, donde pudo defender sus ideas conservadoras que luego recopilaría en su obra Opúsculos.
Con motivo del que luego sería conocido como Concilio Vaticano I, Mateos-Gago participó como teólogo en sus sesiones iniciales, llegando a Roma el 29 de noviembre de 1869. Su estancia en esa ciudad sería muy instructiva, participando de su ambiente intelectual.
En 1877 regresó a la Universidad de Sevilla para ocupar la cátedra de lengua hebrea de la Facultad de Filosofía y Letras, siendo nombrado decano al año siguiente.
Un aspecto importante en la figura de Mateos Gago fue su papel como protector del patrimonio histórico sevillano. Desde joven ya se preocupó de la fundación de la Biblioteca Provincial de Sevilla (años 1842 a 1845), así como de sus fondos provenientes de conventos exclaustrados tras la desamortización de Mendizábal. En 1853 formó parte de la Diputación Arqueológica Sevillana, institución dependiente de la Real Academia de Arqueología, entidad que reunían a importantes eruditos e intelectuales de la Sevilla de la época y que realizó numerosas intervenciones arqueológicas, fundamentalmente en Itálica.
En 1868 formó parte de la Comisión Provincial de Monumentos Histórico-Artísticos de Sevilla, y en 1870 fundó, junto con Francisco de Paula Collantes de Terán y Caamaño y José Pagés del Corro entre otros, la Sociedad Arqueológica y el Círculo Numismático Sevillano, cuyas ideas se difundían en La Revista Arqueológica Sevillana y que en 1872 se fusionaría con la Sociedad Económica de Amigos del País.
Como buen erudito Mateos-Gago perteneció a otras instituciones culturales y científicas sevillanas y españolas de la época. Así, fue miembro de la Academia Sevillana de Buenas Letras, de la Academia de Bellas Artes de San Fernando (1875), de la Sociedad El Folklore Andaluz, de la Academia de Santo Tomás de Aquino (1879), del Ateneo y Sociedad de Excursiones de Sevilla (1887),
Otros aspectos importantes a destacar en Mateos-Gago son la colección arqueológica que reunió en vida, que según la catalogación realizada tras su fallecimiento contaba con más de 600 piezas, o su colección de monedas, unas 8.000 en total, reunidas en su actividad vinculada a los estudios numismáticos realizados para el Círculo Numismático Sevillano. Tras su fallecimiento, José Gestoso y Pérez consiguió que el Ayuntamiento de Sevilla adquiriese las colecciones reunidas por él, que fueron destinadas al Museo Arqueológico Municipal, y que más adelante acabaron, en parte, en el Museo Arqueológico Provincial de Sevilla.

Reconocimientos

  • Sus restos mortales se encuentran enterrados en el Panteón de Sevillanos Ilustres de la iglesia de la Anunciación de Sevilla.
En su memoria, además, el Ayuntamiento de Sevilla le tiene rotulada una importante calle en el centro histórico de la ciudad. Que se ofrece seguidamente



Calle Mateos Gago es una calle de la ciudad de Sevilla (Andalucía). Sirve de entrada principal al barrio de Santa Cruz, arrancando en la plaza de la Virgen de los Reyes, junto a la catedral, y termina en calle Febiola
Historia
Fue denominada desde antiguo como calle de la Borceguinería, por residir en ella el gremio de este oficio, fabricantes de zapatos y borceguíes, hasta el siglo XVIII.
En 1893 se rotuló con su actual nombre de calle de Mateos Gago, honrando la memoria del catedrático sevillano, teólogo, sacerdote, profesor de la antigua Facultad de Teología de la Universidad de Sevilla, fundador de la Academia Sevillana de Estudios arqueológicos y canónigo de la catedral de Sevilla, Francisco Mateos Gago Fernández (1827-1890).
En 1890 nació en el número 21 de esta calle el historiador Santiago Montoto de Sedas, hijo del poeta y cronista de la ciudad Luis Montoto; en la fachada de la vivienda, una placa recuerda el acontecimiento. La calle era a principios del siglo XX una vía tortuosa y estrecha hasta el punto de impedir el tránsito rodado y el paso de cofradías por la misma. La entonces recién creada Hermandad de Santa Cruz (1904) tuvo que utilizar diversos recorridos alternativos para acceder desde su parroquia a la carrera oficial, ya que la salida resultaba imposible a través de esta calle, hasta su posterior remodelación.
El trazado actual de la calle se debe a las obras de ensanche acometidas con motivo de la Exposición Iberoamericana de Sevilla en 1929, y desde ella puede admirarse una bella imagen de la torre de la Giralda.















lunes, 28 de enero de 2019

PERSONAJES HISTORICOS RELACIONADOS CON SEVILLA " Doña María de Padilla"


María de Padilla (c. 1334n. 1​- Sevilla, julio de 1361) fue una noble, famosa por sus amores con el rey Pedro I de Castilla.
María era hija de Juan García de Padilla (fallecido entre 1348 y 1351) y de María González de Hinestrosa (fallecida después de septiembre de 1356) y hermana de Diego García de Padilla, maestre de la Orden de Calatrava.1​ Pertenecía a una familia castellana, los Padilla, originarios de Padilla de Abajo, antes Padiella de Yuso, localidad de Burgos en la merindad de Castrojeriz, miembros de la nobleza regional. ​ Las crónicas de su época la describen como “muy fermosa, e de buen entendimiento e pequeña de cuerpo.”
Pedro I conoció a María de Padilla en el verano de 1352 cuando iba de expedición a Asturias para luchar contra su hermanastro Enrique de Trastámara que se había sublevado. Probablemente Juan Fernández de Hinestrosa, tío materno de María y principal privado del rey Pedro I entre 1354 y 1359,[1]​ presentó al rey quien se convertiría en su amante para conseguir el favor real a través de su sobrina, según se deduce de la crónica de rey, escrita por Pero López de Ayala:
“En este tiempo, yendo el rey a Gijón, tomo a doña María de Padilla que era una doncella muy fermosa e andaba en casa de doña Isabel de Meneses, muger de don Juan Alfonso de Alburquerque que la criaba, e tráxogela a Sant Fagund Juan Ferrandez de Henestrosa, su tío, hermano de doña María González, su madre.”
A partir de ese momento, María se convirtió en su amante y fue su permanente amor, por encima de los matrimonios del monarca. No se conocen muchos datos sobre su biografía, pero según las crónicas de la época, tuvo un carácter bondadoso, influyendo en ocasiones para que Pedro perdonara a nobles que se habían puesto en su contra y habían faltado a la lealtad que de ellos se esperaba.
En 1353 el rey se casó en Valladolid con Blanca de Borbón, hija del duque Pedro I de Borbón (bisnieto de Luis IX de Francia) y de Isabel de Valois (a su vez nieta de Felipe III de Francia). Este matrimonio, ya estaba pactado por Juan Alfonso de Alburquerque (favorito del rey) en connivencia con María de Portugal, la reina madre, pero sin el beneplácito de Pedro, quien mantuvo su relación con María de Padilla. A los tres días de la boda, abandonó a su esposa, al conocer que había mantenido amoríos durante el viaje desde Francia a Valladolid con su hermanastro Fadrique y que la dote pactada no pudo ser pagada. Tras lo cual se reunió nuevamente con su amante María de Padilla, la cual que ya le ha dado una hija, Beatriz.
El rey alejó a Blanca de Borbón y la instaló en Medina del Campo junto a la madre del rey. Todo esto fue aprovechado por algunos miembros de la nobleza para sublevarse, incluyendo tres de sus hermanastros, hijos de Leonor de Guzmán, Enrique, Fadrique y Tello, además de Juan Alfonso de Alburquerque, que perdido el favor real tras la frustrada boda promovida por él, se convirtió en uno de sus peores enemigos, y su propia madre, María de Portugal.
Pedro I recibió el apoyo de la pequeña nobleza, (entre ellos, la familia de María de Padilla, como Juan Fernández de Hinestrosa, su tío y valido del rey), la burguesía urbana y la comunidad judía. Enrique contó con el apoyo incondicional de la alta nobleza y del rey aragonés. Asimismo, el pueblo llano tomó partido preferentemente al lado del Trastámara.
No sólo a la población castellana movía a piedad la suerte de la reina Blanca, abandonada y presa. El vizconde de Narbona y los demás caballeros franceses que vinieron acompañando a la reina, llevaron al otro lado de las fronteras las quejas contra el rey y el Papa quiso acabar con el escándalo. Ya en 1353 dirigió sus primeras advertencias al monarca pero fueron desoídas y burladas. Regía Inocencio VI, y en vista de la conducta del monarca de Castilla, apeló a medios más eficaces para apartarle de la amistad de María de Padilla y unirle a su esposa, amenazándole con la excomunión. Se consiguió entonces que el rey pasase en Valladolid dos días más al lado de Blanca.
En 1354 se celebraron en Zamora las «Vistas del Tejadillo» entre Pedro I y los partidarios de Blanca de Borbón, llevando cada bando un séquito de cincuenta caballeros armados. Pedro obligó a que declarasen nulo su matrimonio para casarse con Juana de Castro, viuda de Diego de Haro, pero fue encerrado en Toro junto con sus favoritos, de donde logró escapar con la ayuda de su tesorero judío, Samuel ha Leví. La noticia del nuevo matrimonio llegó pronto al Pontífice que comisionó a Beltrán, obispo de Sena, para que formase proceso canónico contra los obispos de Salamanca y Ávila, que habían apoyado al rey, y conminase a éste para que abandonase a Juana y se uniese a su esposa, Blanca.
En 1355 nació su tercer vástago, Isabel, y el mismo año el hijo de Juana de Castro, Juan de Castilla, hijo legítimo que con el tiempo fue encerrado en la fortaleza de Soria y, al firmar la paz el rey Enrique II de Castilla y el duque de Lancaster en 1386, fue hecho rehén como garantía a propuesta de su propio cuñado, el de Lancaster. No hay que olvidar que el infante era depositario de los derechos sucesorios de su padre, Pedro I, en caso de fallecimiento de las hijas (al haber fallecido el único varón, Alonso) que había tenido con María de Padilla.

En 1356, el rey derrotó a los sublevados e inmediatamente, hizo confinar a Blanca de Borbón en Arévalo y poco después la hizo trasladar a Toledo. En ambas localidades, la repudiada soberana logró ganar adeptos para su causa, la mayoría de las veces con falsas acusaciones que carecían de fundamento.
Nació en Tordesillas Alfonso de Castilla, quien falleció siendo niño, último de los hijos de María de Padilla. En 1361 el rey se trasladó a Medina Sidonia y mandó asesinar a Blanca para coronar reina a María quien, sin embargo, falleció el mismo año en su residencia de Astudillo.
Pedro I la lloró mucho, tanto que un año después, en las cortes celebradas en Sevilla declaró ante los nobles que su primera y única esposa había sido María de Padilla. Al arzobispo de Toledo le parecieron buenas estas razones, declarando nulos los otros dos matrimonios y por lo tanto encontró Pedro I unas cortes dispuestas a ratificar lo afirmado por él, declarándola reina y legitimando su descendencia, con lo que trasladó su cuerpo a la capilla de los Reyes de la Catedral de Sevilla, donde también está enterrado el rey, y declarando heredero a Alonso (1359-1362) en lugar de al infante Juan, hijo de Juana de Castro.
En 1362 Alonso (1359-1362) fue designado heredero legítimo de la corona, al tiempo que Pedro I negociaba su matrimonio con la hija de Pedro IV de Aragón pero murió antes de que se llevase a cabo.
Las tres hijas de María Padilla conocieron diversos destinos: Beatriz entró en una orden religiosa, Constanza se casó con Juan de Gante, duque de Lancaster e Isabel con Edmundo de Langley, duque de York, hijos ambos del rey Eduardo III de Inglaterra. Con estas uniones, y considerándose, como eran, herederas legítimas de Pedro de Castilla, el reino estuvo a punto de ir a parar a manos de la monarquía inglesa.
En 1388 decidieron poner fin a su lucha pactando el matrimonio de sus hijos Enrique III de Castilla y Catalina de Lancáster, hija de Constanza, a quienes se les otorgó la condición de Príncipes de Asturias por el acuerdo de Bayona, a imitación del principado de Gales, propio del sucesor del trono inglés. Así quedaron unidas las dos ramas sucesorias de Alfonso XI instaurado el Principado de Asturias y el título de Príncipe de Asturias que siempre ostentará el heredero de la Corona de Castilla y de España. Enrique III (1379-1406), hijo de Juan I, fue el primer príncipe en poseer este título.
No existe un conocimiento claro de la vida de María de Padilla, puesto que apenas aparece reflejada en las crónicas de la época, ya que por lo general se mantuvo al margen de la actividad política. Sin embargo, ella y su parentela aparecen en varias ocasiones en la documentación del Real Monasterio de Santa Clara de Astudillo:[n. 2]
  • 7 de septiembre de 1325: Carta otorgada por doña Estefanía, por Johan Fernández de Hinestrosa, por Juan García de Padilla, y por Mari González garantizando a Sancha Gutiérrez y Juana Fernández, hijas de dicha Estefanía, una renta anual de 40 cargas de pan del heredamiento de Alba de Vertavillo y de Alcubilla.
  • 17 de febrero de 1335: Sentencia arbitral dada por los jueces árbitros en la contienda mantenida entre Juan García de Padilla y su mujer Mari González (de Hinestrosa) y Juan Fernández (de Hinestrosa) sobre el reparto de su madre doña Estefanía (heredades en Pedrosa, Villamán y Vallegera; una casa fuerte en Hinestrosa; casas en Castro, propiedades en Palacios, Arnillas, y Santa Olalla, heredad en Vallegera, casas en la puerta del monte de Hinestrosa y lorigas y un vaso de plata.
  • 11 de febrero de 1336: Carta de reparto de los bienes que dejaron en HinestrosaFernán Gutiérrez y doña Estefanía entre sus hijos, María González y Juan Fernández de Hinestrosa.
  • 4 de enero de 1339: Carta de renuncia que hacen doña Sancha Gutiérrez, abadesa de Santa Clara de Reinoso y Juana Fernández, religiosa del mismo, de todos los bienes que pudieran corresponderles de sus padres Fernán Gutiérrez y doña Estefanía, a excepción de los que tenían en Alba de Vertavillo y Alcubilla, a favor de sus hermanos Juan Fernández de Hinestrosa y Mari González, mujer de Juan García de Padilla.
  • 18 de febrero de 1347: Escritura de compraventa por la que Juan García de Vallegera (medio hermano de María de Padilla) vende a su padre, Juan García de Padilla y a Mari González, todas las viñas en Cordovilla que habían sido de Juan Fernández de Villandrado.
  • 18 de abril de 1351: Carta de agradecimiento suscrita por Diego García y Mari Díaz (María de Padilla) y dirigida a su madre, Mari González, por el reparto hecho de los bienes de Juan García de Padilla, su padre, comprometiéndose ambos a no promover ninguna contienda alguna si la dicha Mari González pagaba el testamento y las posibles deudas y demandas del difunto Juan García.
  • 18 de abril de 1351: Escritura de reparto de los bienes de Juan García de Padilla. Mari González, su viuda, recibe una tierra y un majuelo en Cordovilla, dos tierras y una viña en Matanza, la villa de Arcelosa, toda la heredad en Quintana y la huerta de Villamediana. Diego García y Mari Díaz, sus hijos, reciben todo lo de Cordovilla, salvo la casa fuerte y las arras de Mari González; todo lo de Matanza de Villanueva, San Cebrián de Villamediana, salvo la casa fuerte, todo lo de Revilla, Villodrigo, Villaverde, Villanueva del Camino, Villadermiro, San Miguel de Páramo, etc. salvo lo que fue de Fernán Gutiérrez de Hinestrosa y todo lo de Santa María del Campo. No entraba en este reparto una era y media huerta de Vallegera y los Palacios de Olma. El 18 del mismo mes, Diego García y María de Padilla firman una escritura de cesión a favor de su madre de la parte que les había correspondido en la casa fuerte de Villagera para que viviera en ella y después de su muerte retornara toda entera a ellos.
  • 12 de agosto de 1353: Privilegio rodado del rey Pedro I de Castilla por el que concede a Mari González, madre de María de Padilla, por juro de heredad, todos los pechos, monedas foreras, y pedidos que los vecinos de Vallegera y de Quintana de Balvás, vasallos de la dicha Mari González había de dar al rey.
  • 5 de abril de 1354: Dos bulas del Papa concediendo licencia a María de Padilla para edificar el Monasterio de Santa Clara de Astudillo, con iglesia, cementerio, y con todo lo necesario para su funcionamiento, y otro para que pudiera entrar libremente una vez al año con 3 o 4 matronas honestas en los monasterios de dicha orden en los dominios del rey Pedro.
  • 19 de noviembre de 1354: Diego García (de Padilla), maestre de la Orden de Calatrava, vende a su hermana María de Padilla diversos bienes que pertenecieron a Garcilaso en Astudillo y la heredad que poseía por herencia en Cordovilla, Villamediana, y Vallegera, por 60 000 maravedíes.
  • 6 de abril de 1355: Juan Fernández de Hinestrosa vende a su sobrina María de Padilla la villa de Cubillas de Cerrato.
  • 5 de mayo de 1355: Privilegio de Pedro I haciendo donación de los derechos reales y jurisdicción de la villa de Cubillas de Cerrato a doña María de Padilla que ésta había comprado a Juan Fernández de Hinestrosa y otros bienes en Astudillo, heredados unos de su padre otros comprados a Mencía López.
  • 10 de junio de 1355: Escritura de donación hecha por María de Padilla al monasterio del lugar de Cubillas de Cerrato que había comprado a su tío Juan Fernández de Hinestrosa y de otros bienes que poseía en Astudillo, heredados unos de su padre y comprados otros a Mencía López.
  • 21 de septiembre de 1356: Escritura de compraventa por la que los herederos de Fernán Pérez de la Torre, para saldar sus deudas, venden en pública subasta a Mari González la parte que les correspondió de un solar de palacio en la collación de San Pedro de Astudillo.

Nota
  1. El lugar de nacimiento no se ha podido determinar por falta de documentación. Algunos autores sostienen que nació en Sevilla, mientras que otros opinan que pudo haber nacido en Cordovilla; o en Vallegera, donde sus padres tenían casas fuertes; o en Astudillo.

Fuentes:Wikipedia.

Sevillapedia.es

Google

Imagina65.com






BAÑOS DOÑA MARIA DE PADILLA:

Los baños son una zona subterránea, una cripta abovedada que incluye un aljibe y que se encuentra debajo del patio del Crucero. Se compone de tres naves, la central mayor que las laterales; siendo su estructura de piedra, revestida de mortero de cal, y pintada.
Se crearon en época almohade (siglos XII XIII) como un área excavada en la tierra en la que se estableció un recinto ajardinado con el estanque, el cual reunía condiciones de temperatura y humedad idóneas para mitigar los rigores de la estación veraniega.
Sufrirían una transformación en el s. XIII durante el reinado de Alfonso X el Sabio, momento en el cual a la par que se edificaba el suntuoso palacio gótico al que se le denominó Cuarto del Caracol, se le harían a los baños sus bóvedas igualmente góticas. Sobre la piscina se levanta una nave central constituida por diez tramos soportados por bóveda de crucería; y otras dos por las que discurren los pasillos laterales.
Reciben los baños su nombre por la noble dama del siglo XIV María de Padilla de quien según la leyenda se dice que en ellos se bañaba, la cual fue amante de Pedro I el Cruel entre 1352 1361. Vivieron en este palacio y, tras morir, tanto la amaba el rey que hizo que las Cortes la proclamaran reina una vez muerta y que el arzobispo de Toledo consagrara válido su matrimonio con ella de palabra y anulara los otros dos que éste había contraído, con lo cual también legitimaba su descendencia para la sucesión; y, por ello, descasan sus restos en la capilla Real de la Catedral de Sevilla.
Las naves laterales están cerradas al paso del público, debido a que en sus muros existe pinturas renacentistas del siglo XVI que, aun restaurada, resulta delicada de conservar, y que son obra de Juan DíazJuan de SaucedoJuan Chacón Gonzalo Pérez. Dichas pinturas murales fueron realizadas entre los años 1565 1579, y están distribuidas en los arcos de la galería lateral y como zócalo en las paredes de la cripta. Fueron redescubiertas en 1997 durante la creación del inventario sobre revestimientos y pinturas murales de los Reales Alcázares.
Volverán a ser remodelados los baños en tiempos de Felipe III (siglo XVII), cuando se le añade una fuente de estilo manierista al final de la alberca, de la cual subsisten algunos restos, a la vez que también se le abre su actual acceso al jardín de la Danza a través de una bóveda de cañón con los característicos azulejos a ambos lados en su entrada.
Se encuadran en una construcción que sufrió serios desperfectos a consecuencia del terremoto de Lisboa de 1755 y que el arquitecto Sebastián Van der Borch macizó en la zona ajardinada hasta la altura de los pisos superiores, quedando así la estructura almohade bajo las nuevas construcciones barrocas. La construcción del nuevo palacio condenó a la construcción anterior a ser un sótano, en lo cual se acabaría por convertir esta cisterna tras los daños sufridos como consecuencia del mayor de los terremotos padecidos en la ciudad en el siglo XVIII.
Su iluminación natural procede de aberturas laterales que como si fueran huecos de chimeneas hacen de ventanas que dan al exterior en la superficie; además de luminosidad renuevan el aire del interior, que debido a ser un sótano es fresco, incluso ya desde que se entra en su pasillo de acceso.


 
CAPILLA REAL

La reina María de Padilla murió posiblemente víctima de la peste en julio de 1361 aunque Pedro López de Ayala en su crónica se limita a decir de su dolencia, es decir, de cualquier enfermedad natural.

Fue sepultada en el Real Monasterio de Santa Clara de Astudillo, que la propia María de Padilla había fundado en 1353, aunque poco después, sus restos mortales fueron trasladados, por orden de Pedro I a la Catedral de Sevilla, donde fueron depositados en la Capilla Real de la catedral. En 1579, con motivo de la reacomodación de los restos reales en la nueva Capilla Real de Sevilla, fueron reconocidos los restos de la reina María de Padilla, que fueron depositados, junto a los de otros miembros de la realeza, en la cripta de la Capilla Real, donde reposan en la actualidad en un sarcófago de madera forrado de terciopelo rojo.





 
HACIENDA DOS HERMANAS

La hacienda de Torre de Doña María es una de las mejor conservadas y antiguas de Dos Hermanas. El origen de la hacienda se halla en una alquería del hispano-árabe Ibn Jaldún, aunque el edificio fue construido, según la tradición, por el rey Pedro I para María de Padilla, de ahí su denominación.




REAL MONASTERIO DE SANTA CLARA
Mientras, nació su segunda hija, Constanza, en Castrojeriz y María se dirigió al Papa, pidiendo licencia para fundar un monasterio de monjas clarisas apoyándola en su pretensión el rey (como resulta de los documentos pontificios que vinieron de Aviñón), dando a entender al Papa que su propósito era hacer en el monasterio vida penitente. En 1353 fundó el Real Monasterio de Santa Clara en Astudillo cuya primera abadesa fue Juana Fernández de Hinestrosa, tía carnal de María, quien no profesó en dicho monasterio ya que volvió el rey con ella, roto el matrimonio con Juana de Castro.




En Torrijos pasó numerosas temporadas; allí se celebró el nacimiento de Beatriz, con importantes festejos por ese motivo, y en ellos sufrió una herida en un brazo durante un torneo, como consecuencia del cruce de lanzas. El palacio que Pedro I construyó en Torrijos se lo regaló a María, y a su muerte pasó a sus herederos.


sábado, 26 de enero de 2019

ARQUEOLOGIA. "Castillo de San Jorge" Sevilla (Triana)



El Castillo de San Jorge fue una fortificación medieval construida en la margen derecha del río Guadalquivir, en la ciudad española de Sevilla, Andalucía. Fue usado también como sede y prisión de la Inquisición Española. Fue derribado en el siglo XIX para edificar un mercado de abastos. Actualmente en las ruinas subterráneas existe un centro museístico sobre el castillo, la Inquisición Española y sobre la represión religiosa. Se encuentra en el barrio de Triana. Junto al mercado de abastos se encuentra el Callejón de la Inquisición, que formaba parte de la fortificación y que en la actualidad comunica la calle Castilla con el paseo Nuestra Señora de la O.
Los visigodos crearon una fortificación en esa área junto al río para la defensa de la ciudad Spalis, nombre visigótico de Sevilla. Durante el dominio almohade, en 1171, Jucef Abu Jacub, rey de Isbilia, ordena la construcción en esa zona del río de un puente flotante sobre una hilera de barcas para unir las orillas este y oeste, el Puente de Barcas..Las cadenas de ese puente estarían unidas al entonces llamado Castillo de Gabir. Además, el mismo año el rey canalizó el agua del Guadalquivir desde el Castillo hasta el interior de la ciudad, gastando una suma de dinero inmensa. El conjunto defensivo estaba formado por el propio Castillo defendido por una muralla con diez torres, un foso y una barbacana. Fernando III de Castilla, con la ayuda de la flota de Ramón de Bonifaz, rompería las cadenas y con ella la barrera del puente. Esto ayudaría a Fernando III a tomar la ciudad en 1248. Desde dicha toma y hasta 1280 el castillo pertenecería a la Orden Militar de San Jorge, patrón de los caballeros y los soldados.
La importancia defensiva del castillo fue disminuyendo con los siglos y en 1481 se convertiría en sede de la Inquisición Española, que lo abandonaría en 1626 debido al continuo deterioro de sus muros a causa de las fuertes crecidas del río. Tras esto, fue cedido al conde duque de Olivares, el cual se ocupó de sus reparaciones y cuidados y de la vigilancia sobre las mercaderías realizadas a sus puertas. En 1639 volvería a ser de la Inquisición hasta su marcha definitiva en 1785. Fue entonces ocupado por el Colegio de las Becas. Entre 1800 y 1803, el castillo fue demolido y se crea un ensanche desde la plaza del Altozano hasta la calle Castilla, con la creación de una nueva calle denominada de San Jorge y se edifica un mercado de abastos.
A pesar de que el castillo era usado también como prisión, desde comienzos del siglo XVI la Inquisición tenía una "cárcel perpetua" situada en un local alquilado próximo a la Iglesia del Salvador. Se encontraba en la calle Azofaifo y pertenecía a Elvira de Zúñiga y de Guzmán. 
De acuerdo con Giorgio Vasari, el artista florentino Pietro Torrigiano fue apresado por la Inquisición y fallecería en el Castillo de San Jorge en 1522 en una especie de huelga de hambre, aunque es posible que esta historia sea apócrifa.
En 1823 se instala en el solar del castillo el Mercado de Triana, que ha seguido en funcionamiento hasta la actualidad con sucesivas reformas. Bajo el mercado se llevaron a cabo numerosas excavaciones arqueológicas, que concluyeron en la necesidad de musealizar los restos. En 2009 el Ayuntamiento de Sevilla inauguró el proyecto del Castillo de San Jorge, creando así un centro de interpretación de las ruinas y de la represión religiosa que supuso la Inquisición Española.
En 1805 Beethoven estrena su ópera Fidelio, sobre una prisión sevillana donde a finales del siglo XVIII existen presos de conciencia. Si bien no lo nombra específicamente en el texto, es muy probable que el compositor se estuviera refiriendo al Castillo de San Jorge. En los últimos años Sevilla ha intentado poner en valor su pasado operístico con la iniciativa Sevilla, ciudad de ópera, y esto ha incluido la inserción del castillo en recorridos turísticos sobre la herencia operística de Sevilla y la colocación de una placa conmemorativa en el lugar.

NOTA: Para la realización de este trabajo se han consultados las siguientes fuentes  Habiéndose rechazados otras muchas consultadas.
Wikipedia;
Wikimedia Commons:
Unaventanadesdemadrid.com
sevillaciudaddeembrujo.blogs

www.larutadelapeste.














LAS BODEGAS
Las casas principales de cualquier ciudad de entonces disponían en su interior de unos almacenes subterráneos conocidos como bodegas, o fresqueras, en donde la humedad, luminosidad y temperatura se lograban mantener de forma estable, colaborando así en lograr unas mejores condiciones para el almacenamiento y conservación de los alimentos. En ellas, se solían guardar, entre otros, aceites, chacinas quesos y vino.
En la foto, vemos la bodega abovedada de la casa del Primer Inquisidor. Además del acceso situado en la planta superior, por el que hemos bajado hasta ella, contaba con otra salida secundaria que comunicaba directamente con la ribera del río. Dicho trayecto se encuentra en la actualidad inutilizado por la existencia de un patio de una vivienda. Aun así, es posible, gracias a un hueco en el lado exterior, divisar parte del lienzo original de dicha salida.



Callejón de la Inquisición, situado al Oeste Noroeste de las ruinas del Castillo de San Jorge. Hasta la aparición de los restos de este último, él fue el único vestigio de que en sus inmediaciones había estado situado, durante más de trescientos años, el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición.
Es un pasaje estrecho con unos 35 metros de longitud y un trazado rectilíneo, comunica el paseo de Nuestra Señora de la O junto al río Guadalquivir con la calle Castilla en su confluencia con la calle Callao.
Debe su denominación a encontrarse junto al Castillo de San Jorge, que fuera en otro tiempo la sede del Santo Oficio, cárcel de herejes y Tribunal de la Inquisición. Los reos que eran conducidos por este recorrido iban o bien a la cárcel para ser juzgados o bien a la hoguera de ser condenados. Durante siglo y medio fue el único resto del castillo, hasta que en 1992 con motivo de la demolición y posterior rehabilitación del mercado de Triana aflorasen los muros de la antigua fortificación.
En su salida a la calle Castilla se abre con un muro, a modo de arco o puerta que dispone de cancela (la cual se cierra a la noche), y que se remata con tres pináculos cerámicos. El suelo del callejón es de canchos y va descendiéndose en la altura que lleva al río por pequeños tramos de escalera. Termina en un arco que da al paseo, construido al igual que el final de la calle en ladrillo visto





Capilla de San Jorge. Este templo, situado dentro del castillo, fue utilizado por los inquisidores para oficiar la Santa Misa y asistir a ella, algo esto último que hacían desde una tribuna entonces existente en su interior. El pueblo podía acudir también a la celebración de los sagrados oficios. Y es que no olvidemos, como dijimos anteriormente, que ésta fue la primera parroquia con la que contó Triana.
La anterior advocación de San Jorge que tenía la capilla cuando fue entregada junto al resto de la fortificación a la Inquisición fue mantenida por ésta última, quizás por tener ambos, el Santo y dicha institución, el mismo enemigo: el Mal, personificado en el caso del Santo en un dragón al que, tras enfrentarse a él, venció y mató.
Del templo se han conservado algunos restos del pórtico exterior y parte de la nave, con la base de altar, y la sacristía. En la foto, presentamos parte de dichos restos; en particular, tras el vano que vemos delante y hacia la derecha, se encontraba el pórtico, situándose el resto del edificio a su izquierda.
       Por detrás de la capilla, se encuentra el muro que podemos ver al fondo de la imagen; tras él, se situaban las cárceles bajas de la Inquisición, situadas junto a la hoy Calle de San Jorge. Estas celdas eran pequeñas, oscuras y disponían de un pequeño jardín. En el interior de la fortaleza, se contabilizaban un total de entre 26 y 30 cárceles llamadas "secretas" y otras 12 cárceles altas situadas en las hoy desaparecidas torres del castillo, siendo de destacar entre estas últimas la Torre de San Jerónimo, donde se situaba la "cámara del tormento". Esta última torre lindaba con el lugar que hoy ocupa la Plaza de Callao. Las torres fueron derribadas en su momento junto al resto del castillo y las cárceles secretas desaparecieron, primero, con la construcción del mercado en 1821, y los restos que quedaban en 1990, con el aparcamiento subterráneo del nuevo mercado construido en dicho año


Casas del Nuncio y del Notario.
 Las Casas del Nuncio, o Delegado Papal, y del Notario del Secreto eran dos viviendas adosadas: una, con fachada al interior de la fortaleza, y la otra, al río. Tenían dos plantas de altura y un patio andaluz con escalera.
El Notario de Secreto era un oficial de rango medio cuya misión era la de anotar las declaraciones de los acusados y testigos. Este grupo de oficiales se encargaba de los trabajos burocráticos y formaba el grupo más numeroso. Otros oficiales medios eran los Alguaciles, Alcaldes, Alcaldes de la Penitencia, Jueces de Bienes y Notarios del Secuestro. Veamos a continuación las funciones de cada uno de ellos.
El Alguacil era nombrado por los inquisidores y formaba el cuerpo armado del tribunal. Era el encargado de la detención del acusado, acudiendo para ello hasta su vivienda junto al Notario de Secuestros y el Receptor. Igualmente, se encargaba de la persecución de los reos que huían y de recoger a los presos condenados en otras ciudades de su distrito. Si para ambas misiones necesitaba de la ayuda de más personal, éste era contratado por el tribunal. Hubo momentos en que la Inquisición tuvo que recurrir a la venta de cargos para poder mejorar su maltrecha economía; entre estos puestos en venta existió el de Alguacil de Vara, un título honorífico sin funciones reales.
Los Alcaldes eran los carceleros y se ocupaban de la alimentación de los presos.
El Alcalde de la Penitencia era un puesto creado a partir de 1570 para vigilar que los condenados cumplían las penitencias que les habían sido impuestas.
El Juez de Bienes se ocupaba de las propiedades confiscadas a los acusados.
El Notario de Secuestros era un cargo ocupado normalmente por bachilleres cuyo nombramiento correspondía al Inquisidor General. Su función era la de estar presente en el acto de secuestro para levantar un acta en la que se reflejaran todos los bienes del reo que, desde ese momento, pasaban a estar embargados. El documento debían firmarlo el Notario de Secuestros, el Receptor y el Alguacil.




Casas de los Familiares.

Éstos eran, junto a los calificadores, el único personal que, a cambio de sus servicios, no recibía sueldo de la Inquisición, aunque sí disfrutaba de los mismos privilegios y franquicias que el resto del personal. Veamos ahora la labor que ambos llevaban a cabo.

Los familiares eran un colectivo de la Inquisición española cuyos orígenes se encuentran en la Inquisición medieval. Su misión era la de confidentes de inquisidores y comisarios, desempeñando socialmente el papel del ciudadano modelo que la Inquisición quería implantar en la sociedad. Aunque el hecho de desempeñar un cargo por el que no se recibía ningún sueldo puede hacernos creer que era un puesto poco solicitado, la realidad es todo lo contrario, ya que para algunos sectores sociales era un motivo de honra y prestigio el desempeñar dicho puesto porque se aseguraban un estatuto de limpieza de sangre, poder llevar armas y sólo ser juzgados por la Inquisición.
Los candidatos debían reunir las siguientes características:
- Haber cumplido 25 años.
- Tener unos antepasados libres de toda sospecha de conversos o herejes.
- Ostentar una reputación de alguien "quieto, pacífico, de buena vida y buenas costumbres".
- Ser respetados y estimados por los vecinos del lugar de residencia.
- Estar casados con una mujer honesta, de honra probada y con unos antepasados en los que igualmente no existieran conversos o herejes.
- Profesionalmente, no tener ninguna de las siguientes ocupaciones: carniceros, pasteleros, zapateros, u otros oficios de naturaleza similar.
Los familiares ocupaban el último puesto dentro de la estructura inquisitorial, debiendo existir uno por cada doscientos vecinos. Aunque el número de miembros no fue siempre el mismo, siendo modificadas sus cifras tanto por Fernando "el Católico" como por Carlos V, Felipe II estableció, en 1568, el número definitivo de miembros de cada Tribunal Inquisitorial, correspondiendo al de Sevilla, al igual que a los de Toledo y Granada, un total de 50 familiares.
Los calificadores eran, tal y como mencionamos antes, el otro colectivo que servía a la Inquisición sin recibir ningún sueldo por ello. Su misión era la de dictaminar, desde un punto de vista cultural e ideológico, la ortodoxia de libros, pinturas, esculturas, etc. Cada Tribunal contaba con sus propios calificadores en número variable, aunque estaba establecido que la cifra no debía ser superior a ocho. Debido al prestigio de este puesto y a la posible influencia política que con él podía lograrse, las órdenes religiosas rivalizaron en monopolizar estas ocupaciones, siendo clamorosa la lucha, a veces nada soterrada existente entre dominicos y jesuitas durante el siglo XVII por ocupar la mayoría de dichos puestos. Un enfrentamiento del que participaron, posicionándose a favor de una u otra, las demás órdenes religiosas y la sociedad cortesana. De él, saldrían ganadores los jesuitas, algo lógico al contar con el apoyo del Conde - Duque de Olivares, Valido de Felipe IV. Los dominicos se vieron así mermados de una parte de su influencia ideológica y social que ya no volverían a recuperar.



CASA DEL PORTERO:

Enfrente de las cuadras, estaba la Casa del Portero, el cual, junto a su mujer, tenía encomendadas labores de vigilancia y servicios tales como controlar las entradas y salidas de las personas que acudían ante el tribunal, abrir las puertas por la mañana y cerrarlas por la noche, y encargarse del aseo y la limpieza de la audiencia. Su vivienda es una típica casa andaluza de dos alturas con un pequeño patio central. La cocina, la despensa y la leñera se encontraban en la planta inferior, y los dormitorios, en la superior, existiendo una escalera exterior que servía de comunicación entre ambas.
Los porteros, en la Inquisición, tenían la dignidad de oficiales menores, los cuales se ocupaban de aquellos puestos de trabajos simplemente mecánicos. Eran los de menor remuneración económica y su nombramiento correspondía a los inquisidores de cada tribunal. Otros oficios menores eran barberos, capellanes, carceleros, cirujanos, despenseros, médicos, nuncios y relojeros.
El Despensero era el encargado de la alimentación de los presos. Para ello, preparaba la comida y apuntaba los gastos de alimentación en el particular "libro del despensero", un documento hoy de gran importancia para saber los precios de los alimentos y de otros objetos como ropa, botones, hilos, etc. en todo el Imperio español. Su sueldo dependía del número de prisioneros, de esta manera, y según las disposiciones de Fernando "el católico", disponía de un máximo de dos maravedíes por preso. Más adelante, a partir de 1536, el Consejo de la Inquisición estableció un sueldo fijo de dos mil maravedíes anuales.
El Nuncio tenía las misiones de hacer llegar los avisos y mandatos de los inquisidores, recordar a aquellos que tenían deudas (multas) con el tribunal el momento de su pago y el traslado de correspondencia de la Inquisición. Si para el cumplimiento de estas obligaciones debía trasladarse hasta otra ciudad, el tribunal le pagaba los gastos por ello ocasionados.




Casa del Primer Inquisidor
Era una construcción de dos plantas que, conforme a la dignidad de su huésped, destacaba sobre el resto de las otras viviendas de la ciudadela, ocupando además una inmejorable posición enfrente de la ciudad. Poseía torre miradora, grandes salones, cuadras, bodega, cocina independiente, despensa y pozo.
En la imagen, vemos el patio (ocupado por sillas) de la vivienda, mientras que en un montaje audiovisual se nos representa la vivienda completa.
Los Inquisidores, al igual que los Contadores, Fiscales y Receptores, tenían la categoría de oficiales mayores. Veamos pues las características de cada uno de dichos puestos.
Los Inquisidores, como responsables del buen funcionamiento del tribunal, tenían mayores atribuciones que cualquier oficial mayor. Previa consulta del Consejo, podían nombrar al resto de cargos que formarían parte del tribunal y vigilar el comportamiento de todos sus miembros. Igualmente, eran los encargados de dictaminar sobre las causas de fe. Su elección dependía del Inquisidor General, tras propuesta previa del Consejo, y el número era de dos o tres por tribunal. Debían de estar ordenados "in sacris" y se prefería a los licenciados, o doctores en leyes, antes que a los que lo eran en Teología. En cuanto a su reputación social, ésta debía ser la propia de personas amables, honradas, piadosas, recogidas, etc. A pesar del amplio poder que tenían, estaban controlados por una serie de leyes muy estrictas:
- No comentar ni intervenir en asuntos que no fuesen de su distrito.
- Actuar igual en todos los distritos de la Inquisición.
- Debían actuar "según el estilo y costumbre que siempre han guardado", por lo que no podían modificar ninguna forma de proceder del Santo Oficio.
- En los asuntos de importancia, era obligatoria la actuación de los dos inquisidores a la vez, estando igualmente prohibido que un solo inquisidor juzgase a un preso.
- Debían trabajar seis horas diarias en la Audiencia.
- Eran controlados por el "Visitador", el cual realizaba visitas periódicas a los tribunales para comprobar el fiel cumplimiento de las normas.
El Fiscal era nombrado por el Inquisidor General entre licenciados, o doctores en leyes. Sus funciones fueron delimitadas por los propios inquisidores:
- "Asistir mucho a las causas de fe, a su introducción, prosecución y resolución".
- "Cuidad de que se ejecuten las cartas acordadas".
- "Estar con todas atención al despacho de las informaciones de limpieza".
El Receptor era la persona encargada de llevar las cuentas del tribunal. El nombramiento se realizaba entre bachilleres mediante "cédula real". Para el control de las cuentas, éstas se anotaban rigurosamente en los llamados "libros de receptoría". Sus obligaciones eran:

- Recaudador del Fisco de la Inquisición.
- Pagador de las deudas del Tribunal Inquisitorial.

El oficio de Contador General fue creado para la Inquisición de Castilla por el Cardenal Cisneros en 1507, cuando el consejo y la jurisdicción del Santo Oficio se dividió entre los reinos de Castilla y Aragón. Anteriormente, las obligaciones de dicho puesto las había realizado el Receptor. Cuando se unieron en 1518, quedaron dos contadores, uno para Castilla y otro para Aragón, que recorrían los diferentes tribunales de la Inquisición de sus respectivos reinos revisando las cuentas de los Receptores. Debido a la gran extensión de terreno a recorrer por cada uno de ellos, no podían realizar esta revisión de manera anual como estaba reglamentado. La reforma de Fernando de Valdés insistió en dicha obligación, nombrando para ello contadores en cada tribunal. Sin embargo, debido a lo prolijo de las cuentas (bienes confiscados que se vendían y se cobraban a plazos, atrasos en los censos, no se pagaba a la par a todos los oficiales, etc.), se estableció en 1607 que las cuentas estuviesen terminadas en el mes de abril del año siguiente al contabilizado. Finalmente, en 1562, el contador se convirtió en un funcionario extraordinario sin sueldo fijo y con una percepción del dos por ciento de los ingresos contabilizados.





CIUDADELA
El conjunto de edificaciones existentes en el interior del Castillo de San Jorge hacían de éste una auténtica ciudadela Gran parte de dichos edificios aprovechaban los muros de la fortificación para apoyar uno de sus laterales mientras adecuaban sus fachadas a las calles existentes en el interior de la misma. Éstas partían de cada una de las tres entradas del recinto e iban a converger en el centro del mismo, situado a la altura de la capilla.
El empedrado de dichas vías era similar al de las calles sevillanas del siglo XVII, algo que podemos observar a todo lo largo del recorrido, durante el cual también veremos cómo la pendiente de las mismas descendía hacia el río con el fin de aprovecharlo para desaguar en él.



COCINA PRIMER INQUISIDOR

Dentro del área de servicio de la Casa del Primer Inquisidor, encontramos la cocina y el pozo, situados ambos junto a un patio y un amplio salón, utilizado quizás este último de comedor.

El combustible que se utilizaba era carbón vegetal, al que se avivaba en su quema mediante el uso de soplillos un elemento utilizado en algunas partes de España hasta mediados del pasado siglo XX.

A la izquierda de la foto vemos en primer plano los tres fogones de que disponía la cocina.








CUADRAS

Los restos de las cuadras donde se guardaban las mulas que utilizaban los inquisidores para sus desplazamientos.

A dichas cuadras se podía acceder directamente desde la calle y se han conservado cinco puestos de amarre, así como un pozo junto a su pilón, en el cual bebían las caballerías antes citadas.




PUERTA DE BARCAS

Cuando el Puente de Barcas se encontraba impracticable, normalmente debido a las grandes avenidas del río, la entrada al castillo se hacía por la Puerta de Barcas. Hasta sus inmediaciones, llegaban las embarcaciones que contenían las provisiones necesarias al otro lado de los muros, llevando a los familiares de los presos y a los abogados de los mismos, o a los alguaciles y delatores.
Sin embargo, cada año las riadas obligaban a paralizar las actividades del tribunal debido a los grandes destrozos que provocaban en las instalaciones. El agua entraba a través de las alcantarillas, puertas y ventanas, derribando los muros a su paso y llegando a subir hasta una altura de la segunda planta. Tras de sí, dejaba una capa de lodo insano y maloliente que necesitaba de una urgente limpieza.
Desde la pasarela, podemos observar el río y la ciudad a través del cristal que en la actualidad sirve de puerta. Delante de él, un panel nos informa de los diferentes lugares de Sevilla relacionados con la Inquisición: el Convento de San Pablo, primera sede de la Inquisición, tanto en esta ciudad como en el resto de España; el Castillo de San Jorge, siguiente sede; las Plazas de San Francisco y de San Marcos, donde se realizaban Autos de Fe, lo mismo que ocurría en la Parroquia de Santa Ana; los Quemaderos del Prado de San Sebastián; y finalmente, el Colegio de Becas, situado al final de la Alameda y también sede de la Inquisición.


 
SALA DE AUDIENCIAS SECUNDARIAS

Sala de Audiencias Secundarias, o menores, ya que de las que fueron principales no ha quedado nada. En esta sala es donde el Fiscal leía, en presencia de inquisidores, notarios y secretarios, los cargos de los que se culpaba al acusado. Su construcción se realizó en 1485 y estos restos son los únicos que se han conservado en España de un edificio de este tipo.
Ha sido este lugar el escogido para teatralizar, y así resaltar, los tres temas en torno a los cuales se articula la exposición: el Juicio de Valor (prejuicios) y el Abuso de Poder al que aquel puede conducir, así como las Víctimas que ambos ocasionan. Para ello y a través de medios audiovisuales, asistiremos a un proceso inquisitorial en el que Marcela, una joven, guapa y rica viuda, es falsamente acusada y, tras varios años presa, condenada a la hoguera. El narrador termina la historia contándonos que... Aunque quizás sea mejor asistir a la función en el Castillo de San Jorge y no desvelar aquí el final de la historia.
Veamos a continuación las fases de que constaba un proceso inquisitorial típico:
- Su Inicio venía precedido de una delación o una inquisición (investigación).

- En el Edicto de Fe, o Edicto de Gracia, se pronunciaba un sermón en el que se avisaba de que se daba un tiempo de gracia para que todo aquel que estuviera cometiendo herejía se confesara de manera voluntaria, evitando así el castigo, incitando a la par a que lo denunciase aquel que tuviera conocimiento de ello. El que confesara tendría un juicio rápido y normalmente sería condenado sólo a pagar una multa.

- La Calificación y Acusación era la fase que venía tras la denuncia. En ella, se presentaban los hechos motivo de acusación ante un grupo de teólogos que, tras su estudio, lo calificaban o no de herejía. Si se consideraba que las pruebas eran suficientes para dicha acusación, es cuando se procedía a la detención del acusado.

- La Clamosa era la etapa que trascurría a continuación de la detención del acusado. Inmediatamente, se confiscaban sus bienes, no se le informaba del motivo de la detención y se guardaba secreto sobre la identidad de los testigos. El "día que así lo dispongan los inquisidores", el preso era llevado ante el tribunal, donde la primera vez se le preguntaba por su identidad, la de sus antepasados y demás familiares, dónde y con quién se confesó por última vez, etc. A continuación, se le pedía que confesara su culpa y el motivo de su detención. Si no confesaba nada, se repetía esta última escena hasta un total de tres veces a lo largo de varias semanas. Si seguía sin confesar, era cuando el Fiscal presentaba las acusaciones.

- En la Audiencia, el Fiscal leía los cargos y se le pedía de manera inmediata al acusado, sin que éste tuviera tiempo para hablar con abogados ni preparar su defensa, que contestara a las acusaciones que se formulaban contra él. Es a continuación cuando se le daba permiso para que preparara su defensa. Para ello, el acusado sólo podía actuar nombrando como sus enemigos a aquellos que lo habían acusado; poner objeciones en contra de los jueces que le hubieran tocado; o presentar a testigos favorables, lo cual se denominaba "proceso de abonos". El proceso se desarrollaba a lo largo de una serie de audiencias en las cuales, tanto la acusación como la defensa, presentaban sus argumentos, llevando a cabo los inquisidores unos interrogatorios en los que se contaba con la presencia de un notario.

- La fase de Tormento se llevaba a cabo sólo cuando los inquisidores lo consideraban necesario. Para eso, el acusado era torturado con el potro, al cual se le ataban los tobillos y las muñecas. No solía haber más de una sesión de tormentos, tomando los inquisidores de manera positiva la no confesión del acusado.

- El momento de la Sentencia llegaba tras las argumentaciones finales de acusación y defensa, que es cuando se daba por finalizado el caso y llegaba la hora de dictarla. Para ello, se constituía una Consulta de Fe, de la que formaban parte los inquisidores, un delegado del obispado y varios licenciados en teología (calificadores), o leyes (consultores), debiendo votar todos ellos.

- Una vez que se dictaba la Sentencia, se llegaba al final del proceso, el Auto de Fe, en el que, de manera ceremonial, se anunciaban las sentencias y se imponían los castigos. Pero en contra de una opinión bastante extendida, no era en esta ceremonia donde se quemaba a los condenados; eso sucedía en otro lugar, de nombre tristemente expresivo, hasta donde eran llevadas las pobres víctimas de tan inhumana acción, el Quemadero.



PIETRO TORRIJIANO
En 1521, según Vasari, marchó a España, para trabajar primero en Granada y luego en Sevilla. Aquí realizó varios trabajos para el Monasterio San Jerónimo de Buenavista, entre ellos un San Jerónimo penitente conservado en el Museo de Bellas Artes con una Virgen con el niño a él atribuida, que tuvo una gran influencia en el desarrollo posterior de la escultura sevillana. Según Giorgio Vasari, Torrigiano realizó también en Sevilla un crucifijo de terracota. Sin embargo, Ceán Bermúdez puntualizaba en relación con esas obras que según Vasari había ejecutado en esta ciudad, que :
“no se halla en Sevilla el gran Crucifijo que refiere, ni en el monasterio de Buenavista el otro que dice que también ejecutó, ni la estatua primera de la Virgen, ni aun tradición de haberlas habido jamás”
También en Sevilla esculpió según Francisco de Holanda un busto de la emperatriz Isabel de Portugal con motivo de su matrimonio, actualmente perdido.
En el Monasterio de Guadalupe, Cáceres, se guarda una copia del San Jerónimo penitente muy similar al de Sevilla, pero que a diferencia de éste conserva el "león" señalado por Vasari. Hoy se conserva en la sacristía de dicho monasterio.

En 1522 según Giorgio Vasari fue procesado y encarcelado por el Santo Oficio, la Inquisición. Según el relato de Vasari destruyó una escultura de la Virgen que había realizado por encargo del duque de Arcos al considerar que no había sido suficientemente retribuido, y fue por tal motivo acusado por el duque ante la Inquisición. En prisión se habría dejado morir por inanición entre julio y agosto de ese mismo año. Pero de ser cierta la información aportada por Francisco de Holanda, quien afirma que hizo en Sevilla un retrato de Isabel de Portugal con ocasión de su boda con el emperador, ello hubo de ser en 1526, fecha de los esponsales. Y en 1528 el tribunal de la Rota de Florencia, en respuesta a una petición de su viuda que había solicitado la devolución de la dote, señalaba que el artista había muerto hacía tres meses.
El relato de Vasari fue puesto en duda ya por Juan Agustín Ceán Bermúdez, quien en su Diccionario histórico de los más ilustres profesores de las Bellas Artes de 1800 decía: «Vasari escribió la vida de este profesor en Florencia, muy distante de Sevilla, y además del empeño que ha manifestado en su escrito en degradar el mérito de Torrigiano para ensalzar el de Buonarrota, hay muchos motivos para creer que pudo haberse engañado en su relación».
Torrijiano tiene rotulada una calle a su nombre en el barrio de la Macarena de Sevilla, por una falsa atribución de un tondo en el Hospital de la Sangre, hoy sede del Parlamento de Andalucía.