lunes, 10 de diciembre de 2018

CONVENTO DE SANTA PAULA. SEVILLA



El convento de Santa Paula es un monasterio de clausura monástica de monjas de la Orden de San Jerónimo y un monumento histórico que se encuentra situado en el interior del centro histórico de la ciudad de Sevilla, a espaldas de la parroquia de San Marcos y muy próximo a otro de los grandes conventos sevillanos, el de Convento de Santa Isabel. En el pasado contó con una extensión de terreno muy considerable, ocupado en especial por sus huertas.
En la actualidad su configuración es muy compleja, a consecuencia de las diferentes modificaciones y reformas llevadas a cabo a lo largo de su historia. Así, en su interior se combinan construcciones de gran interés arquitectónico con otras muy sencillas de tipo doméstico, que se organizan en torno a amplios espacios vacíos destinados a patios, jardines o compases.
Está considerado como BIC (Bien de Interés Cultural) siendo declarado Monumento histórico-artístico perteneciente al Tesoro Artístico Nacional mediante decreto de 3 de junio de 1931.
Historia
En 1473, el Papa Sixto IV concedió la bula fundacional de un monasterio a doña Ana de Santillán y Guzmán, dama que tras enviudar, había ingresado en San Juan de la Palma. En su retiro concibió la creación de un monumento de clausura para la orden jerónima. En 1475, se bendijo la iglesia, construida en unas casas de la fundadora en la collación de San Román, a las que se añadieron otras cercanas.
Hacia 1483 doña Isabel Enríquez, viuda del condestable de Portugal, promovió la edificación de la actual iglesia del convento. En los muros laterales de la cabecera se ven los sepulcros de doña Isabel, de su esposo el condestable y de un hermano de ésta, con sus emblemas heráldicos donde se combinan las armas de los Enríquez y de Portugal.
Posteriores reformas y ampliaciones se sucedieron con particular intensidad en los siglos XVI y XVII. A finales del siglo XX el convento se vio sometido a numerosas obras de restauración y adaptación, entre las que destacan la apertura del museo conventual, el único instalado en una clausura sevillana.
El edificio
Cuenta con dos entradas desde el exterior, una de ellas abierta a través del compás de los locutorios, que permite llegar a la puerta reglar, las dependencias de las hermanas porteras, el museo conventual y la capilla del Sagrado Corazón. La otra, de acceso a un recoleto compás que lleva hasta la iglesia y otras dependencias de servicio, muestra al exterior una portada de ladrillo que presenta un arco conopial entre baquetones. Entre los dos accesos citados se encuentra la vivienda del capellán.
Iglesia
Mención muy especial merece la portada de esta iglesia, una de las más interesantes que se conservan en la ciudad, finalizada en 1504, en ella se dan la mano el estilo mudéjar con el gótico y aparecen algunos de los primeros elementos decorativos propios del renacimiento. Fue ejecutada por el escultor Pedro Millán con la colaboración del ceramista de origen italiano Francisco Niculoso Pisano, y en ella se combinan el ladrillo agramilado con los arcos apuntados, junto con alficez, flameros y medallones.
La iglesia se levanta entre los años 1483 y 1489. Pertenece al conocido tipo "de cajón" (de una sola nave), con cabecera plana y coros alto y bajo a los pies. Su condición de gótico-mudéjar queda fielmente reflejada en sus cubiertas, a base de bóvedas nervadas profusamente decorada de tracería gótica en la cabecera, y un magnífico artesonado mudéjar en la nave, obra de Diego López de Arenas, realizado en 1623, con cubierta de par y nudillo.
El retablo mayor, presidido por una escultura de Santa Paula, fue realizado por José Fernando de Medinilla, en 1730. En los laterales del presbiterio se encuentran los sepulcros de los marqueses de Montemayor, recubiertos de azulejo de cuenca. En el muro izquierdo se levanta el retablo de San Juan Evangelista, realizado por Alonso Cano en 1635, la figura del santo que preside el mismo, fue esculpida por Juan Martínez Montañés en 1637. En el lado del muro derecho se encuentra el retablo de San Juan Bautista, realizado en 1637, por el maestro Felipe de Ribas, la escultura central del retablo, fue esculpida por Montañés en 1638, en el retablo también figuran imágenes de Santa Ana y Santa Isabel, el ático del retablo también corresponde a Felipe de Ribas. Otro retablo existente es el del santo Cristo, obra de Felipe de Ribas y contiene un crucificado que se atribuye a Pedro Millán y el de la Dolorosa ejecutado por Gaspar de Ribas. Es muy destacable el zócalo de azulejos a lo largo de la iglesia fechado en 1616. Por su parte, la sacristía conserva una interesante bóveda esquifada mudéjar, montada sobre trompas.
El coro bajo carece de sillería, cuenta en su lugar con un banco corrido con zócalo realizado por azulejos cerámicos realizados por Hernando de Valladares, entre 1615 y 1616.
A ambos lados del presbiterio de esta iglesia se encuentran dos obras de grandes dimensiones de 1730 de Domingo Martínez. Se trata de La partida de Santa Paula a Oriente y La muerte de Santa Paula, que fueron reintegradas en septiembre del 2008, tras un proceso de restauración que se prolongó durante dos años.
Al exterior destaca su esbelta espadaña, una de las más elegantes de la ciudad.
Zona de clausura
La zona de clausura cuenta con dos claustros, uno principal realizado por Diego López Bueno en el siglo XVII, cuando se amplía el convento a consecuencia del auge de la comunidad, haciendo de éste el claustro principal a costa del otro más pequeño, conocido como "patio viejo". Ambos quedan comunicados entre sí mediante una arquería de cuatro vanos sobre columnas pareadas y arcos de medio punto.
El perímetro del monasterio se destina para espacios auxiliares de menor entidad arquitectónica, tales como almacenes, lavaderos, ropería, algunas celdas dispersas, sin olvidar el antiguo noviciado, con estructura diferenciada de casa.

Monasterio de Santa Paula

En el corazón del barrio de San Julián, uno de los más antiguos de Sevilla, no lejos de la Macarena, cerca de San Marcos, que es su parroquia, y de la inmediata iglesia de Santa Isabel, se yergue la espadaña del monasterio de Santa Paula.
Aureolada de sol, sobre el azul del cielo, tiene reflejos de oro y esmaltes. Iluminada, de noche, es de un efecto sorprendente. Corona al monasterio como una peina sevillana y preside la plazuela que le da entrada.

¿Quién fue Santa Paula?

Una gran patricia romana, descendiente de los Gracos y de los Escipiones, conquistadores de España, les debió su nombre de Paula. En el siglo IV, cuando lloraba su viudez, se encontró en Roma con San Jerónimo, que venía del desierto a ser intérprete de unos obispos orientales, citados a concilio por el papa español San Dámaso.

Después de haber hecho en Roma una experiencia de vida monástica, dedicados al estudio de las Sagradas Escrituras, a la recitación de los salmos y a la vida de caridad evangélica, marcharon a Tierra Santa y fundaron en Belén dos monasterios: uno de varones y otro de mujeres en el año 386.

Aquellos monasterios betlemitas, de jerónimos y jerónimas, fueron tipo y modelo de esa Orden de San Jerónimo, tan célebre en España, que resurgió en nuestra península en el siglo XIV “a impulsos del Espíritu Santo”. Ermitaños venidos de Italia la esparcieron por España y Portugal, instaurando la Orden de San Jerónimo de las Españas, bajo la regla de San Agustín, con Constituciones propias y hábito blanco y pardo que “manos apostólicas” (las de Gregorio XI) impusieron a sus restauradores. Y que, a la sombra de San Jerónimo de Buenavista, fundó en Sevilla, en 1473, este monasterio de monjas, hijas y seguidoras de Santa Paula

La fundadora del Monasterio

Ana de Santillán nació en Sevilla en 1424, hija de Fernando de Santillán, caballero veinticuatro, o sea sucesor de uno de los conquistadores de Sevilla bajo el reinado de San Fernando y de su esposa Leonor de Saavedra, ambos temerosos de Dios y muy amantes de la Orden de San Jerónimo.

Cuando murió su marido, D. Pedro Ortiz Núñez de Guzmán, quedó viuda con una única hija, Blanca. Doña Ana se dio toda a la piedad y a la educación y tutela de dicha hija, pero la perdió en sus dieciocho años. Entonces renunciando al mundo se recluyó en un beaterio, pero con el plan de fundar, en casas propias, un monasterio de monjas de la Orden de San Jerónimo, bajo cuya jurisdicción seguiría en todas sus leyes. Con la ayuda de su padre, logró comprar otras casas más espaciosas que fueron del abad de Jerez, lindantes con las suyas y que habían pasado, por herencia, a propiedad del monasterio de San Jerónimo de Buenavista.

Por Bula plomada de 27 de enero de 1473 concedió Sixto IV la deseada fundación de Santa Paula de Sevilla. Parece que la Orden la admitió en el Capítulo general de 1474 y el 8 de julio de 1475, se hizo el traslado de las 14 fundadoras, del emparedamiento de San Juan de la Palma a su nueva mansión, donde recibieron el hábito de la Orden y tuvieron el consuelo de ver bendita su primitiva iglesia (la actual sala capitular) y establecida su clausura. La M. Ana, que a 13 de julio, con otras compañeras firmó su carta de profesión “fasta la muerte” venía nombrada por la Bula priora de por vida.

Creció el convento felicísimamente, la fama de su observancia irradiaba por toda la ciudad atrayendo a nuevas vocaciones. La iglesia y el coro resultaban pequeños, las monjas pedían a Dios solución de su problema, y hasta la esperaban de una marquesa que las visitaba y favorecía. Cuentan que, estando en oración, oyeron una voz que decía: “Marquesa será, pero no esa”.

Doña Isabel Enríquez, biznieta de D. Enrique III de Castilla y del rey D. Fernando de Portugal, fue la inesperada bienhechora que envió al monasterio la divina providencia. Estaba casada con D. Juan de Braganza, condestable de Portugal y Marqués de Montemayor. Vivía cerca del monasterio de Santa Paula y al quedar viuda, tenía todo su consuelo en el trato con la venerable priora y con sus monjas, a quienes llamaba “las mies maes”. Decidió en su duelo, que permanecería en Sevilla, que edificaría la iglesia y los coros que la comunidad estaba necesitando tanto y que este sería el panteón de su esposo y propio, al final de sus días.

Para la realización de este trabajo, hemos consultados las  fuentes que enumeramos. Gracias a ellas hemos confeccionado esta serie




ADORACIÓN DE LOS PASTORES obra de Juan Do
Juan Do o Giovanni Dò (Játiva, 1601-Nápoles, 1656) fue un pintor de español establecido en Nápoles, al que se ha propuesto identificar con el anónimo Maestro del Anuncio a los Pastores, un pintor enigmático y de apreciable calidad en la órbita de José de Ribera.




Calvario de S.XVI de origen hispano-americano con un Cristo anónimo de pasta de papel















Cristo camino de la amargura. Obra de Luis de Morales

Luis de Morales (Badajoz, 1509​ - Alcántara, 1586​), fue un pintor español de estilo manierista. A la gran fama de que disfrutó en vida y a la predilección por temas religiosos en sus obras se debe el sobrenombre de «el Divino» o «El divino Morales». Desarrolló su actividad en un relativo aislamiento en Extremadura, si bien sus obras se distribuyeron por toda la Península.
En su pintura se observa un alargamiento de las figuras y el uso de la técnica del esfumado leonardesco, lo cual hace pensar en influencias de escuelas pictóricas extranjeras. No obstante, debido a su particular estilo de representación, su obra es fácilmente identificable.



Cuadro de la vida de Santa Paula realizado por Domingo Martínez.

Domingo Martínez (Sevilla, 1688 - ib., 1749) fue un pintor barroco español, uno de los más destacados de la escuela sevillana en la primera mitad del siglo XVIII.

No son muchos los datos que conocemos sobre su vida; se formó en Sevilla, siendo uno de sus maestros Lucas Valdés, hijo de Valdés Leal. En 1714 se casó con Mariana de Espinosa con quien tuvo cinco hijos. Bien considerado dentro de la esfera local como prueban los encargos que recibió del arzobispo de Sevilla para realizar diferentes pinturas destinadas a la Catedral y a la iglesia de Nuestra Señora de la Consolación de Umbrete.





Cubierta mudéjar, obra de Diego López de Arenas, realizado en 1623, con cubierta de par y nudillo y algún adorno de mozárabes
Diego López de Arenas (Marchena, España, 1579— ? ), fue un tratadista y alarife, especializado en la carpintería de lo blanco. Alcalde alarife de Sevilla, es conocido por su Breve tratado de la carpintería de lo blanco y tratado de alarifes.
Nació en 1579 en Marchena, donde pudo dar servicio a la Casa de Arcos y poner en práctica su oficio hasta instalar su taller propio en Sevilla.
En 1619 comenzó la redacción de un libro que debido a diferentes obras y trabajos fue modificando progresivamente hasta que en 1633 se publicó con el título de Breve compendio de la carpintería de lo blanco y tratado de alarifes: Con la conclusión de la regla de Nicolás Tartaglia y otras cosas tocantes a la geometría y puntas del compás, editado en Sevilla por Luis Estupiñán.
Ostentó el título de alcalde alarife de Sevilla en 1622 y fue reelegido tres veces más en 1630, 1632 y 1636.



Descanso en la huida a Egipto, obra de Juan de Sevilla

Juan de Sevilla Romero y Escalante (Granada, 1643 - Granada,1695) fue un pintor barroco español, encuadrado en la escuela granadina de pintura como el más directo continuador de Alonso Cano, junto con Pedro Atanasio Bocanegra, con quien mantuvo una relación de rivalidad.


Dolorosa de Pedro de Mena siglo XVII Fuente Maravilladeespana

Pedro de Mena y Medrano (Granada, agosto de 1628 - Málaga, 13 de octubre de 1688), fue un escultor del barroco español.
Pedro de Mena se dedicó principalmente a la realización de imaginería religiosa, oficio al que también se había dedicado su padre, Alonso de Mena, y de quien heredó un taller en Granada. Además, tuvo otro taller instalado durante treinta años en Málaga, a donde se había dirigido para participar en una de sus obras más reconocidas, la sillería del coro de la Catedral de Málaga. En esta ciudad ejecutó gran cantidad de encargos, especialmente para órdenes religiosas.
En sus obras destacan: los rostros y rasgos alargados de sus figuras, las ropas trabajadas con unos perfiles extremadamente finos y la policromía empleada (colores en fuerte contraste) y el realismo en las encarnaduras, que se muestra claramente y, sobre todo, en su Magadalenta Penitente, «Dolorosas» y «Ecce Homo». Debido al gran impacto que produjo la imagen de San Francisco de Asís realizada para la Catedral Primada de Toledo y gracias a la intervención del cardenal Moscoso y Sandoval, antiguo conocido de su padre, fue nombrado maestro mayor de la misma



El embarque de santa Paula a la isla de Citirea, de Herrera el Viejo

Francisco Herrera, el Viejo (Sevilla; h. 1590-Madrid; h. 1654); pintor y grabador español del Siglo de Oro.
Discípulo de Francisco Pacheco, realizó sus primeros trabajos como pintor a los 20 años. En 1616 recibió un importante encargo para el Convento de San Francisco de Sevilla sin haber superado el examen de pintor, por lo que algunos de sus colegas entablan pleito contra él. En 1619 supera dicha prueba. En 1650 se trasladó a Madrid, ciudad en la que muere algunos años después. En su obra se aprecia la influencia de otros pintores como Juan de Roelas, Francisco de Zurbarán y Velázquez. Fue padre de otro gran pintor y arquitecto, Francisco de Herrera el Mozo.



Altar costeado por la Exma. Sra. Doña María de Arteaga y Falguera, Marquesa de Tovar, siendo su hermana María Cristina priora de este convento de Santa Paula
María Cristina de Arteaga y Falguera, nació en Zarauz el 6 de septiembre de 1902 , hija de los Duque del Infantado ( del linaje del mismísimo marqués de Santillana )  y desde temprana edad sintió la llamada vocacional . Fue una mujer adelanta a su tiempo tan excepcional, como de una tremenda talla intelectual. Curiosamente fue compañera de cursos en el Instituto San Isidoro de Madrid, de que luego fuera nuestro Cardenal Bueno Monreal y doctor en Teología . Se licenció y doctoró en Filosofía y Letras , sección de Historias , recibiendo la Gran Cruz de Alfonso XII por su brillante expediente académico . Miembro de la Academia de Historia de Madrid y Buenas Letras de Sevilla, así como  numeraria de la Real Academia de Bellas Artes de Sevilla .Hablaba inglés y francés perfectamente . Como verán no sería una monja corriente .-

Entró en el Monasterio de la Concepción Jerónima de Madrid en 1934 ( un año complicado ) y profesó en 1936. Tras la exclaustración del monasterio madrileño en plena Guerra (In)Civil  de una forma casi novelesca ( imagínense una monja sola en plena zona roja ) logra llegar a Sevilla por primera vez en 1937, pero dado su delicado estado de salud lo hace regresar con su familia , que tardó en localizar . En 1942 regresa a nuestra ciudad donde se incorporó al Monasterio de Santa Paula siendo elegida priora dos años después, ostentado dicho cargo hasta el día de su muerte .Durante sus cuarenta años como priora, desarrolló una gran labor reformadora , así como dada su gran formación humanista atrajo el espíritu vocacional de muchas jóvenes para las que fue toda una inspiración y guía .-



INMACULADA DE MATEOS CERCEZO

Mateo Cerezo, el Joven (Burgos, 1637 - Madrid, 1666) fue un pintor barroco español. Discípulo de Juan Carreño de Miranda y miembro destacado de la escuela madrileña del pleno barroco, trabajó en Valladolid, Burgos y Madrid. Artista fecundo, a pesar de su muerte prematura, con apenas veintinueve años, dejó un número considerable de obras religiosas destinadas tanto a retablos de iglesias y conventos como a la devoción privada, y suntuosos bodegones muy alabados por Antonio Palomino






En los laterales del presbiterio se encuentran los sepulcros de los marqueses de Montemor-o-novo, D.Juan de Braganza y doña Isabel Enriquez recubiertos de precioso azulejo.  

Juan de Braganza y Castro (¿?, c. 1430 - Sevilla, 30 de abril 1484). Noble de Portugal, segundo hijo del duque Fernando I de Braganza y de Juana de Castro. Fue 1.er marqués de Montemor-o-Novo y 7º Condestable de Portugal.






Venir al Monasterio para ser feliz
La felicidad sólo la puedo encontrar viviendo el plan que Dios ha hecho para mi y este plan es la identificación con Cristo; identificación con Cristo que supone tomar la cruz, seguirle y participar en la Resurrección.

El ámbito vital del monje o monja jerónima es la vida común, la vida comunitaria. No nos hemos reunido por casualidad con nuestros hermanos o hermanas para vivir juntos, sino que nos ha congregado, nos ha llamado a vivir juntos el amor de Cristo. El Señor nos ha escogido para que vivamos en una comunidad que anticipa, de alguna manera, lo que será el Reino de Dios.

La comunidad monástica debe ser vista como un don de Dios, y como un misterio, porque hay una realidad más profunda que aquella que capta la razón humana, que aquella que captan nuestros sentidos.

El monasterio es la escuela del servicio divino. Es la escuela donde se aprende a amar, amar a Dios y amar a los hermanos. Y este amor debe extenderse a toda la Humanidad, y por ello, como dijo Pablo VI, debemos llevar la pasión del mundo entero en nuestro corazón.

En el artículo 5 de nuestras Constituciones o Regla de vida se sintetiza muy bien lo que es nuestra vida jerónima:
“Nuestra vida es Cristo y nuestro fin: conocer, amar y seguir a Cristo, es más “ser lo que es Cristo” y en El, con El y por El, unirnos a Dios, Uno y Trino, glorificándole y santificándonos, “en cuerpo y espíritu”, mediante una vida común y claustral, de oración, trabajo y alegre sacrificio, fundada:

en el estudio amoroso de la Santas Escrituras,
en la participación diaria y gozosa en la Sagrada Liturgia,
en el cultivo del indispensable ambiente de soledad y silencio,y expresada:

en la irradiación de la caridad,
en la práctica de la hospitalidad,
en el ejercicio perseverante de las virtudes y consejos evangélicos que forman el santo propósito de la vida jerónima, según la doctrina y ejemplos de sus santos padres: Jerónimo y Paula.
La campana para levantarnos toca a las 5,50 h. Empezamos el día a las 6,30 h. con la alabanza divina. El Oficio de lectura y Laudes, es nuestro primer encuentro con el Señor. El Oficio divino, en cuanto oración pública de la Iglesia, es, además, fuente de piedad y alimento de la oración personal, por eso se nos exhorta a todos los que participamos en dicho Oficio, que al rezarlo, nuestra mente concuerde con nuestra voz. La Liturgia de las Horas está distribuida a lo largo del día para santificación del tiempo. La Liturgia de las Horas es alabanza e intercesión.

Sigue la oración personal, que es o debe ser el ambiente habitual de la vida jerónima. Con nuestra vida de oración no solo litúrgica, sino a nivel personal también cooperamos a la identificación y al incremento del Cuerpo Místico de Cristo. Esta oración personal de intercesión es parte de nuestra vocación. Intercesión en el sentido de orar a favor de los demás.
La oración nos aumenta la fe, la esperanza y nos mueve a vivir la caridad. La oración personal nos abre a la dinámica del Reino y nos hace progresar en la vida espiritual.

A las 8,00 h. tenemos la Eucaristía. La Eucaristía es la presencia del Misterio Pascual. El centro de nuestra vida espiritual es la vida litúrgica y en la jornada diaria, el centro de nuestra vida espiritual es la Eucaristía.

La Eucaristía debe ser realmente el momento fuerte, el momento central, el momento nuclear de la jornada, a partir del cual, tomen sentido el resto de las actividades de la liturgia, de la oración personal, comunitaria y de las demás actividades de la vida de nuestro monasterio.

Después de la Eucaristía tenemos Tercia, que es una de las Horas menores.

Sigue el desayuno sobre las 9,00 h.

Y a las 9,30 h. se toca la campana para acudir al trabajo. Cada monja tiene asignada una Oficina. Por ejemplo, una Oficina es el Obrador, donde se elaboran las mermeladas, otra Oficina es la Enfermería, otra la Ropería, etc.

Nuestro trabajo tiene una doble dimensión: por una parte colaboradores de la creación de Dios y por otra parte participar de esa dimensión de penitencia que tiene como consecuencia del pecado. Esta dimensión de penitencia debemos vivirla con solidaridad, pensando que hay mucha gente que se cansa mucho más que nosotras.

El lema de nuestro Obrador, siguiendo la ley del monaquismo antiguo es Ora et Labora, quien se consagra a la vida jerónima acepta también plenamente la ley del trabajo.

El trabajo implica la inteligencia y la voluntad que son dos facultades características del ser humano. La inteligencia para hacerlo bien y la voluntad para no librarnos de él.

El trabajo debe contribuir a nuestra santificación, santificación entendida como identificación con Cristo. Para que sea realmente santificación hace falta que lo vivamos como un deber, como una obediencia a la voluntad de Dios.

A las 13,30 h. volvemos al Coro para cantar Sexta, otra de las Horas menores.

Después de Sexta tenemos la comida. La comida la hacemos en silencio y una de las hermanas, la que le toca por turno, lee algún texto o algún libro sobre vida monástica o algún otro tema referente a nuestra vida.

Hay algunos días en los que se puede hablar comiendo, como es la semana de Pascua de Navidad y en la Pascua de la Resurrección, y también en algunas solemnidades o cuando lo crea conveniente la Madre Priora.

A continuación es tiempo de silencio y de descanso hasta las 16,15 h. que suena la campana para el rezo de Nona, otra de las Horas menores. Seguido del rezo del Rosario.

El silencio es el clima indispensable para nuestra vida. El silencio es necesario para tener paz interior, para ser más capaces de acoger la Palabra y para ser más capaces de la acogida del otro. Nuestro silencio también es identificación con Cristo.

Terminado el Rosario empieza el recreo a las 17,15 h. hasta las 18,15 h. Comienza con una lectura, que suele leer la Madre Priora y que dura un cuarto de hora, después sigue la recreación. Es un rato de comunicación espontánea, en donde hablamos un poco de todo, nos reímos, etc. Rato de distensión y de encuentro con las hermanas.
De 18,15 a 19,00 h. es la hora de la Lectio divina, uno de los pilares de nuestra vida de oración, junto a la liturgia y junto a la oración personal.

San Jerónimo nos dice que “la ignorancia de las Sagradas Escrituras es ignorancia de Cristo”, donde “nos dan a conocer todos los misterios de Dios” donde “nos hacen entrar en los pensamientos eternos”. Por lo tanto la Escritura debe llevarnos a profundizar el misterio de Cristo y por consiguiente debe llevarnos a cambiar nuestra vida.

La Lectio debería ser una lectura para dejarnos impactar por la Palabra. Si nos ponemos cada día ante la Palabra de Dios, aunque nuestro corazón sea duro, la Palabra de Dios lo va penetrando directamente. Implica pues, sentirse implicado con el Autor del texto, que es Dios.

A las 19,00 h. tenemos las Vísperas. Laudes y Vísperas son las dos Horas importantes de la Liturgia. Con la asistencia al Coro se debe ir transformando poco a poco nuestro corazón, adentrándonos en los sentimientos de Cristo. Además debe ir creando un nexo de unión con las hermanas o hermanos de comunidad que rezan el Oficio divino y no solamente con ellos sino con los que en otras partes del mundo o en otras partes de la Iglesia rezan la misma alabanza de las Horas.

Después de las Vísperas sigue otro rato de oración personal, hasta las 20,30 h. en que tenemos la cena. Igualmente que en la comida se hace en silencio y se lee el comentario de la Eucaristía del día siguiente.

Cuando se termina de recoger en la cocina y terminan las enfermeras se toca la campana para acudir a Completas que es el último rezo del día. Las Completas empiezan reconociéndonos pecadoras y pidiendo perdón, es decir, haciendo un examen de conciencia. También damos gracias por los dones recibidos durante el día.

Una vez concluidas las Completas hay “silencio mayor” hasta el día siguiente después de Laudes. Es tiempo para descansar o para rezar y no para otras cosas.

Como se puede ver el horario monástico está muy estructurado, no se puede perder el tiempo. Los sábados no hay recreo, por tanto, desde que termina el Rosario hasta que empiezan las Vísperas, hay un tiempo para que cada una aproveche como quiera.

A pesar de ese horario estructurado es fácil acomodarse y desentenderse, de hacer un poco “mi vida”. Esto dependerá de la responsabilidad de cada una y de la fidelidad al compromiso contraído. Dependerá de nuestro amor: a mayor amor, mayor entrega.
El monasterio es la escuela de la que nunca saldremos hasta el día de nuestra muerte. Es la escuela donde estaremos toda la vida aprendiendo.



 
NIÑO JESUS DE JUAN DE ASTORGA.

JUAN DE ASTORGA

Nació en Archidona (Málaga) en 1779, su formación como imaginero y escultor la llevó a cabo en Sevilla, en la Real Escuela de las Tres Nobles Artes, donde llegó a ser profesor (1810) y director de escultura (1825).

Considerado por algunos autores como el artista que realizó algunas de las imágenes de Vírgenes Dolorosas más logradas, esculpió numerosas tallas a las que impregnó de belleza juvenil y rasgos delicados; uniendo con acierto el dolor y dulzura.

Sintió gran predilección por las cofradías de Sevilla, perteneciendo a algunas de ellas como hermano, y en especial a la "Sacramental" de la parroquia de San Lorenzo, la Hermandad de La Lanzada para la que hizo la actual imagen de la dolorosa y la Hermandad de Santo Entierro para la cual llegó a organizar en el año 1830 su desfile procesional.

Murió en Sevilla, en el año 1849.


















En un pequeño compás con huerto ante el que se abre esta bellísima puerta gótico-mudéjar,pero ya con elementos renacentistas obra del escultor Pedro Millán con la colaboración del ceramista de origen italiano Francisco Niculoso Pisano, y en ella se combinan el ladrillo con los arcos apuntados, junto con alfiz, flameros y medallones.
en el tímpano veremos el escudo de los Reyes Católicos con la Granada pues la puerta es de 1504,después de la toma de Granada

Pedro Millán fue un escultor español activo en Sevilla entre 1487 y 1507.
Estuvo casado al menos en dos ocasiones, con Catalina de Ormaza, de la cual tuvo a Rodrigo, y con Teresa Vázquez de Melgarejo, de la cual tuvo a Cristóbal y a Diego (clérigo). Tuvo un cuarto hijo, Juan, que también fue entallador, aunque no está confirmada de qué matrimonio.
Su estilo está dentro del gótico, si bien en sus últimas obras se aprecian ciertos rasgos renacentistas. Discípulo de Lorenzo Mercadante de Bretaña, cultivó la escultura en barro cocido.
Realizó el medallón de los santos Cosme y Damián de la Iglesia de Santa Paula de Sevilla; el grupo de Cristo con ángeles y donante de la Iglesia de El Garrobo; las estatuas sedentes de profetas en las arquivoltas de las portadas de la catedral de Sevilla y el San Miguel del Victoria and Albert Museum de Londres.
Su figura fue abordaba por Florentino Pérez-Embid, en su libro Pedro Millán y los orígenes de la Escultura en Sevilla, publicado en Madrid en el año 1973


Francesco Niculoso, conocido como Francisco Niculoso Pisano, (Pisa, siglo XV - Sevilla, 1529) fue un ceramista y azulejero italiano que se asentó en España a finales del siglo XV.



                                 RELIQUIA. Rosario que tuvo Santa Teresa de Jesus.


RETABLO DE LA VIRGEN DEL ROSARIO. Obra de Gaspar Ribas.

Gaspar de Ribas, (1611 - † 1658) pintor y policromador de retablos.
Procedente de Córdoba, Gaspar pertenecía a una afamada saga de artistas, ya que fue hermano de Felipe y de Francisco Dionisio de Ribas, dos de los más prestigiosos retablistas de la Sevilla del siglo XVII.
Su labor artística ha sido algo ensombrecida por el protagonismo de la de sus hermanos, con los que colaboró en distintas ocasiones, ya que éstos hacían la parte "principal" del trabajo, generalmente trazando y ensamblando grandes retablos para iglesias y conventos, siendo Gaspar el que luego le daba el dorado o color a la obra realizada.






El retablo mayor ,puro barroco, está presidido por una escultura de Santa Paula, y fue realizado por José Fernando de Medinilla, en 1730.
La talla de santa Paula está atribuida a Andrés de Ocampo
Andrés de Ocampo (Villacarrillo; c. 1555 o c. 15601​-Sevilla; 10 de enero de 1623)​ fue un escultor y arquitecto de retablos castellano en los periodos del Manierismo y el Barroco.



SAGRADA FAMILIA de Juan Garzón

Juan Garzón (Sevilla, fallecido en 1694) fue pintor barroco español.
Aunque Ceán Bermúdez lo hacía discípulo de Murillo y condiscípulo de Francisco Meneses Osorio, a quien habría unido estrecha amistad, de tal modo que «se ayudaban recíprocamente en sus obras, que andan confundidas con las de otros imitadores de su maestro [Murillo], pues todos iban por un mismo camino y estilo»1​ un documento publicado por Duncan T. Kinkead indica que su relación con Meneses Osorio fue la de discípulo. Por dicho documento, fechado el 5 de diciembre de 1672, un «muchacho que se dijo llamar Juan Francisco Garzón», natural de Sevilla y huérfano, compareció ante el escribano público Francisco de Palacios y ante otros testigos para declarar su voluntad de aprender el oficio de pintor de imaginería, a cuyo fin se comprometía a entrar a servir en el taller de Meneses Osorio, maestro pintor, por espacio de cinco años.
En 1685 se le mencionaba ya como maestro pintor al arrendar una casa en la calle de la Sierpe, frente al colegio de San Acasio y en 1692 con otros pintores sevillanos otorgó poderes al pintor Francisco Pérez de Pineda para que los representase ante el rey y su consejo de hacienda. Fue enterrado el 15 de agosto de 1694 en la iglesia parroquial de Santa María Magdalena.
Se le atribuyen algunas pinturas de carácter murillesco relacionadas con una Virgen con el Niño firmada, pero en paradero actual desconocido.






 
A los pies del testero izquierdo de la Iglesia de Santa Paula encontramos una gran pintura mural de San Cristóbal. Una pintura del Siglo XVII, atribuida a Alonso Vázquez, que está claramente inspirada en inspirado en la misma imagen de San Cristóbal de la Catedral de Sevilla y de dimensiones similares. Esta pintura mural es muy característica, ya que se incluye la rueda de molino en el brazo izquierdo, que normalmente aparece en las imágenes mucho más antiguas.

Alonso Vazquez: De su juventud apenas se tienen noticias, aunque según Palomino nació en Ronda. Otros datos indican fue en el año 1564. Tampoco existen indicios sobre su formación, y el primer testimonio relativo a su biografía le sitúa en 1590 en la ciudad de Sevilla. Sus obras, inmersas dentro de la corriente manierista predominante en esta época, evidencian un dibujo enérgico para definir figuras repletas de vigor. De nuevo recurre a este estilo en su forma de aplicar el color, que resulta tremendamente efectista. Parece ser que en 1603 Vázquez se traslada a México para trabajar al servicio del virrey de Montesclaros. De este periodo no ha llegado hasta nuestros días ninguna de sus obras. Tampoco se conoce la fecha de su muerte, aunque parece ser que fue anterior a 1608. Dentro de su producción destaca la Sagrada Cena que realiza para la Cartuja de Santa María de las Cuevas de Sevilla, en la actualidad en el Museo de Bellas Artes de Sevilla. En esta obra, atribuida inicialmente a Pablo Céspedes, se aprecia una clara influencia de las estampas flamencas. De su legado también cabe citar las pinturas que se conservan en la Iglesia de Santa Ana de Sevilla -La Resurrección, San Cristóbal y San Roque-. El dinamismo y la tensión de este conjunto pictórico, unido a su detallada técnica, le acercan una vez más al manierismo. Como muchos de sus contemporáneos recurre a las estampas de Durero y Martín de Vos. En su "Arte de la Pintura" Pacheco cita a este autor y destaca su interpretación de la parábola de El rico Epulón y el pobre Lázaro. Pertenece a su autoría el retablo de La Asunción y la pintura de La Virgen del Pozo Santo que realizó de la Catedral de Sevilla. También queda constancia de su maestría en la iglesia de San Andrés de la capital hispalense, donde ejecutó el retablo de la Inmaculada Concepción. En 1599 los Jesuitas de Marchena le contrataron para ejecutar el retablo de la Iglesia que esta orden tenía en esta localidad. Pero por motivos que se desconocen no llegó a finalizar este encargo, por lo que fue Roelas quién se encargó de ello. Sin duda, Alonso Vázquez fue uno de los autores más importantes del último tercio del siglo XVI. Fue el encargado de construir el retablo Mayor del Hospital de las Cinco Llagas, donde representó a Los cuatro Padres de la Iglesia y Los Cuatro Evangelistas, entre otros temas.





SAN JERONIMO DEL HOLANDES MARINUZ VAN REYMERSWAELE

Marinus Claeszoon van Reymerswaele (Reimerswaal, hacia 1493 o 1497- Goes, hacia 1546 o 1567) fue un pintor flamenco.
Trabajó en Zelanda de 1533 a 1545, donde también se le conoció como Marinus de Seeu (de Zelanda). Estudió en la Universidad de Lovaina (1504) y se formó como pintor en Amberes (1509).
Realiza un dibujo seco y los colores más utilizados son el verde y el bermellón. Pinta naturalezas muertas con pergaminos arrugados, libros y otros objetos simbólicos.
Sólo se le conocen algunos cuadros con su firma, pero se le atribuyen muchos otros; su temática era bastante recurrente, asuntos que previamente habían tratado Quentin Massys y Alberto Durero:

San Jerónimo penitente obra de Luca Giordano (Lucas Jordan

Luca Giordano, pintor barroco italiano. En España fue también conocido como Lucas Jordán, por la castellanización del nombre. Aunque hijo de un modesto pintor, Antonio Giordano, la amistad con José de Ribera marcaría su vida. Luca empezó a temprana edad a trabajar con Ribera en su taller napolitano, y debido a la gran influencia del artista español y a los numerosos viajes por Roma, Venecia y otras ciudades, en busca de un mayor conocimiento de las diferentes técnicas de la época, se convierte en uno de los mejores artistas del barroco. Fue ayudante de Pietro da Cortona en Roma profundizando en los aspectos decorativos hacia 1650.






Etapas de la vida Jerónima
Postulando
Es un cruce de fronteras. Hay que salir, como Abraham, de la propia tierra y familia, para ir a un mundo desconocido que se nos promete dentro de la clausura. Es todavía una prueba seglar que permite experimentar esta vida, sin compromiso alguno. Puede durar de seis meses a dos años.
Noviciado:
Superada la prueba del postulantado y, admitida la postulante al noviciado, comienza éste con el rito de iniciación a la vida religiosa. Es una etapa de conversión, un largo retiro, apartado del mundo, de limitado trato con familiares, encaminado a que la novicia aprenda las exigencias esenciales de la vida religiosa y para que se ejercite en la práctica de los consejos evangélicos. Tiempo fuerte de la vida religiosa que dura dos años.
Juniorado:
Es la etapa que comienza con la primera profesión y termina con la profesión solemne. Está exigido por la necesidad de una adecuada preparación y del perfeccionamiento de la formación que supera las posibilidades que ofrece el breve tiempo del noviciado, a fin de llegar al grado de madurez vocacional para aceptar de manera consciente y responsable el compromiso definitivo. Por la profesión monástica quedamos consagradas a Dios e incorporadas a la Orden de San Jerónimo. El período de los votos temporales dura tres años.
Profesión solemne: 
La profesión solemne es una consagración total y perpetua a Dios, en la Iglesia, a través de la Orden.
La profesión solemne no significa un estancamiento, sino un nuevo punto de arranque, ya bien consolidado en la tierra, para la ascensión hacia Dios. Como preciosa ayuda de este perfeccionamiento, al que impulsan los votos y que se desarrolla en la práctica cotidiana de las exigencias de nuestra vocación, debe perseverar también a lo largo de toda la vida monástica la formación espiritual, doctrinal y técnica.

Para la realización de esta presentación se han obtenido dtos de las siguientes fuentes:
Santapaula.es
maravillasdeespana
Wikipedia
Maldonatti
bing.com
Galeon (Julio Dominguez)






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