HOTEL
MADRID.
TODAVÍA
viven muchos sevillanos que recuerdan lo que fue la plaza de la Magdalena hasta
mediado los años sesenta del pasado siglo XX, con edificios emblemáticos como
el Hotel Madrid, el Hotel París, las casas solariegas del marqués de Aracena y
Robledo, y otras datadas en los siglos XVIII y XIX, que fueron derribadas
durante la "edad de oro" de la piqueta.
El
Hotel Madrid había permanecido abierto durante más de un siglo, primero con el
nombre de Fonda de Madrid, al estilo de la época. Era el hotel decano de
Sevilla, título que cedió al Hotel Inglaterra, que sigue abierto, remozado, y
ejerciendo de decano con evidente vocación hotelera y ciudadana en la Plaza
Nueva desde el año 1857. El Hotel Madrid fue lugar de tertulias burguesas y
aristócratas, de bailes los sábados, domingos y festivos; de encuentros antes
de ir al cine y al teatro, o a los toros... Después de las corridas se
organizaban tertulias taurinas. También el Hotel Madrid acogía a algunos
equipos de fútbol que venían a nuestra ciudad a jugar contra el Sevilla y el
Betis, o bien la selección nacional cuando se enfrentaba a otras selecciones.
Tenía
el hotel una enorme riqueza en lienzos de azulejos de las primeras décadas del
siglo XIX, forjas preciosas, maderas nobles, suelos de mármol, yeserías. Su
cierre no fue motivado por ruina del negocio ni del edificio, sino por la
especulación inmobiliaria, pues incluso tuvo que permanecer abierto tres meses
más de lo previsto para poder atender los compromisos contraídos con la
clientela habitual. El edificio se vendió en unos 250 millones de la época, y
fue derribado para construir la segunda sede de Galerías Preciados. La primera
también estaba en la plaza de la Magdalena, en la manzana que ocupaba el Hotel
París haciendo esquina con la calle O'Donnell. La primera sede de Galerías
Preciados se inauguró el día 1 de octubre de 1959. Ahora, las dos sedes de
Galerías pertenecen a El Corte Inglés.
En 1900
y en los Juegos Florales del Ateneo el turismo fue estudiado como factor
positivo para la economía sevillana. Una referencia insólita cuando se conoce
que los visitantes extranjeros fueron considerados excéntricos y hasta los
chiquillos les perseguían a pedradas cuando asomaban por las esquinas de los
barrios. Vicente Narbona expuso su plan de mejoras para convertir Sevilla en
"ciudad de invierno", y entre las recomendaciones que hizo, dijo
textualmente: "...respecto al libertinaje, vicio que tiene su origen en la
falta de cultura y civilización del pueblo, únicamente se corrige con la
obligatoria asistencia de los niños a las escuelas (...) Es necesario evitar
que en la vía pública se presencien escándalos que ofendan a la ilustración de
las gentes, tales como la embriaguez callejera, y el desagradable aspecto del
sinnúmero de pilluelos y desarrapados que pueblan las calles más céntricas y,
sobre todo, hay que evitar a todo trance la burla a los extranjeros y a los
ancianos, y el espectáculo poco edificante de las pedreas con que les reciben
en los barrios".
La
ciudad que recibía al visitante, llámese touriste o inglés,
que eran los nombres utilizados, tenía varias perspectivas y casi todas ellas
encajaban en el tópico surgido de juicios hechos con ligereza, superficialidad
y, a veces, con ignorancia de las más elementales realidades sevillanas, no
sólo las que permanecían más o menos soterradas, que eran graves, sino incluso
en las que estaban a simple vista, pues era lamentable el estado de abandono en
que se encontraban a principios de siglo las vías públicas, los jardines, los
paseos y hasta los monumentos más representativos.
Para
atender a los visitantes, la ciudad contaba en 1900 con doce fondas, que eran
las más lujosas y entre las que se encontraba la Fonda de Madrid, el más
antiguo establecimiento de su clase, con doscientas habitaciones y sala de
baños, frecuentado por los personajes de mayor rango.
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