La presencia judía en la Península se remonta a época
romana. Después de sobrevivir a los visigodos, los sefardíes jugaron un papel
importante durante la conquista musulmana del 711, apoyando y ayudando a los
hombres de Musa y Tariq en su avance por la Península. A lo largo de los siglos
de época andalusí, los sefardíes alcanzaron su máximo esplendor en todas las
facetas. En al-Andalus, los judíos o yahudiyyun, integraban la llamada “ahl
ad-dimmi”, es decir, la familia o gente protegida por el Islam, al
considerarlos “gentes del Libro”. El estado musulmán exigía el pago de un
impuesto de capitación llamado yizya.
La diáspora judía, en
pleno centro de Sevilla. El pueblo errante encontró en la capital un hogar
transitorio atraído por el potencial de una de las metrópolis más influyente en
el comercio y la cultura occidental. La Híspalis romana acogió a los exiliados
de Israel en la llamada judería, si no la más antigua, una de las más
arraigadas del reino. En la actualidad, el nombre sigue perdurando en el
callejero sevillano a pesar de que los judíos hayan seguido buscando la tierra
prometida fuera de los límites de Sevilla.
En general, los
historiadores están de acuerdo en reconocer que desde los tiempos más
remotos los hijos de Israel establecieron relaciones comerciales con las
tribus ibéricas. Desde entonces, los navíos hebreos comenzaron a llegar a
la famosa Tarsis, es decir, a la magnífica región española que debe su
nombre al Tartesio o Guadalquivir.
La judería sevillana
era una de las más numerosa. Por aquel entonces, Sevilla no solamente
destacaba por sus relaciones comerciales facilitadas por la importancia de
su río, sino también por sus escuelas de medicina, donde venían a
estudiar los principales médicos de España, incluso los de Córdoba, como
el gran Averroes; sobresalía además por su gran movimiento filosófico,
que se había separado de la ortodoxia coránica y atraía a los más
ilustres pensadores, como Tufail, quizá el más original de los filósofos
españoles, y finalmente por sus artes, ya que según un proverbio bien
conocido en aquella época, cuando un músico moría sus instrumentos eran
vendidos en Sevilla.
El barrio libre que
los judíos ocupaban en Sevilla abarcaba una amplia extensión de la ciudad. El
muro que lo rodeaba se extendía desde el actual Colegio de San Miguel hasta el
centro de la nave derecha de la catedral y, cruzando el lugar ocupado más tarde
por el Corral de los olmos, seguía por la Borceguinería hasta la Puerta de
Carmona y encajaba en el muro que rodeaba la ciudad hasta el pie de la Torre
del oro.
En su recinto estaba
incluido el actual Alcázar, que entonces ya no era la residencia de los walíes,
como no lo fue más adelante de los reyes de Sevilla. En el monasterio de San
Clemente el Real se estableció la casa real de los reyes moros de Sevilla, de
la que subsisten todavía hoy algunas murallas. Puede ser incluso que los judíos
ocuparan el barrio llamado más adelante de Don Pedro Ponce (hoy San Pedro), ya
que los escritores antiguos, tales como Argote de Molina y otros, denominan
este barrio con el nombre de antigua judería.
Tras la Reconquista,
la judería quedó reducida a la parte que describen los autores de los siglos
XVI y XVII. La muralla que rodeaba la judería era, por su lado exterior, la de
la ciudad pero fuera del recinto destacaba la mole del Alcázar, así como el
barrio de la mezquita y una parte de la Borceguinería; la judería quedaba
limitada por el muro que, arrancando de la puerta del Alcázar, muy cerca de la
calle de la Vida, penetraba en la calle de la Soledad, alcanzaba la zona donde
se levanta hoy la iglesia de San Nicolás y corría a lo largo de la calle
Toqueros y la del Vidrio para entrar en la de los Tintes por el callejón de
Armenta (en otros tiempos de la Rosa) para unirse finalmente con el muro
exterior de la Puerta de Carmona.
Las tres puertas de la
Judería…
El barrio judío se
comunicaba con el campo y con la ciudad por tres puertas. La que estaba
fuera de la ciudad parece ser, según la mayoría de los autores, la actual
puerta de la Carne, a la que los árabes llamaban Bib-el-Chuar o Puerta de la
Perlas. La segunda puerta tenía acceso a la calle Mesón del Moro y era de
hierro. La tercera, la de San Nicolás, estaba frente a la calle Rodrigo
Alfonso. Finalmente, había una puerta pequeña, llamada del Atambor porque por
la noche se cerraba a los sones del tambor del cuerpo de guardia. Esta puerta
daba a la calle Rodrigo Caro. Las tres puertas se cerraban al toque del ángelus
y no se abrían hasta la mañana siguiente.
… y los tres templos.
Alfonso X otorgó a los
judíos tres sinagogas que se corresponden, con poca diferencia, con tres
iglesias actuales: Santa Cruz, San Bartolomé y Santa María la Blanca, pero los
hebreos fueron erigiendo otras nuevas a medida que su prestigio iba en aumento,
pues no cesaban de obtener los favores de la Corte. A la llegada de San
Fernando se fueron haciendo cada vez más numerosos; entre las nuevas sinagogas
debemos citar la del convento de la Madre de Dios, hoy Facultad de Medicina; la
del Colegio Mayor; la de la Alcoba, contigua al jardín del Retiro.
En 1391 se produce el asalto a la judería por parte de los cristianos,
siendo este el primer asalto a una judería española. En la primavera de ese
año, el Arcediano de Écija, Ferrand Martínez empezó a instigar a los cristianos
sevillanos contra los judíos. En marzo de ese mismo año, comienza la revuelta,
entrando las masas en la judería destrozando tiendas y agrediendo a los
habitantes. Esta revuelta se apagó al llegar las fuerzas del orden, pero los
responsables quedaron impunes. Debido a esta impunidad, el día 6 de junio de
ese mismo año de 1391, la multitud vuelve a entrar en la judería, esta
vez asesinados a unos 4.000 judios, es decir, casi todos los que habitaban
en Sevilla. Por ello, el rey impuso una multa a Sevilla que se llevó pagando
durante 10 años.
En 1492 se decreta la
expulsión de los judíos de España o su reconversión al cristianismo. En Sevilla
no tuvo tanta repercusión ya que debido a la matanza de 1391 y la inseguridad
que le siguió, quedaban muy pocos judíos en la ciudad hispalense.
Con el objetivo de aumentar el segmento de turismo de calidad que viene a
Sevilla, el Consorcio de Turismo participado por el Ayuntamiento, ha
desarrollado el nuevo producto turístico "La Sevilla de los Levies: Las Raíces Sefarad" que pretende explotar toda la riqueza
patrimonial y cultural existente en la capital andaluza en este sentido, ya que
cuenta con una de las juderías más antiguas del mundo y la pionera en España,
pues llegó a superar el millar de judíos en el siglo XIV. Según la información
a la que tuvo acceso E.P, con el proyecto de la ruta sefardí se pretende atraer
a la población judía mundial, que en la actualidad oscila entre los 12 y los 15
millones, la mayoría de ellos residentes en Estados Unidos e Israel. Además, se
persigue vincular a la capital andaluza con el resto del mundo como «destino
clave del reencuentro con las raíces judías», promoviendo «la Sevilla de las
tres culturas, referente de tolerancia y progreso, de convivencia e
intercambio, punto de encuentro entre pueblos del Mediterráneo».
También, se impulsará
un recorrido por los puntos significativos de la Judería de Sevilla, que
comprendía los actuales barrios de Santa Cruz, Santa María la Blanca y San
Bartolomé, así como los hitos destacados de su historia, gastronomía, música,
patrimonio y antropología, lo que conforma una atractiva propuesta que persigue
promover el conocimiento de la vida de dicha comunidad en la Sevilla del siglo
XIV, cuando alcanzó su máximo apogeo bajo el reinado de Pedro I. Sevilla
albergó una importantísima colonia judía firmemente asentada en tiempos
visigóticos.
Fuente; Pepe Barahona. ABC. Sevillaciudad.
Camino de Serarad.
Visitasevilla.
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