SEVILLA, LA BOHEMIA QUE ENAMORA
RECORDANDO A ZORRILLA, DE LA MANO DE BECQUER
Don Juan Tenorio: drama religioso-fantástico en dos partes es un drama romántico publicado en 1844 por José Zorrilla. Constituye, junto con El burlador de Sevilla y convidado de piedra, atribuida a Tirso de Molina y de la que Don Juan Tenorio es deudora, una de las dos principales materializaciones literarias en lengua española del mito de Don Juan.
En España se celebra
la festividad de todos los santos el 1 de noviembre, y es especialmente en
Sevilla, donde la leyenda de Don Juan Tenorio cobra fuerza en las múltiples
representaciones teatrales que se hacen por estas fechas.
La leyenda de Don Juan
surgió en Europa durante la edad media. El primer tratamiento literario formal
de la historia lo podemos encontrar en, “El burlador de Sevilla” (1630) de
Tirso de Molina.
Hacia 1657, unos
actores ambulantes italianos escenificaron la leyenda en Francia en forma de
pantomima que, más tarde, sería dramatizada por varios dramaturgos franceses
como Molière, que escribió Don Juan o el convidado de piedra, estrenada en
1665.
El compositor austro-alemán Mozart, compuso con este libreto una de las mejores
óperas de todos los tiempos, Don Giovanni (1787), pero es el español José
Zorrilla en 1844, el que realiza la versión más moderna de la leyenda y
transforma al personaje fanfarrón e incrédulo en un héroe simpático que acaba
en brazos de su amada, aunque sea en la otra vida-. La acción, transcurre
en Sevilla en el año 1545, durante el mandato del emperador Carlos V.
Vamos a dar un pequeño
paseo por los lugares en que se desarrolla el relato de Don Juan Tenorio.
Sevilla es una ciudad impregnada de leyendas, desde el momento de su fundación,
por el mítico Hércules, hasta la actualidad, y podemos descubrir en ella
infinidad de rincones dedicados al pasado y sus recuerdos…, Nos vamos hacia un
mes de noviembre, muchos años atrás, en las calles y plazas donde Don Juan
Tenorio vivió y murió.
La Hostería del Laurel
es la taberna en la que Don Juan y Don Luis habían acordado reunirse
transcurrido un año después de su apuesta, es donde se desarrolla casi todo el
Acto I de la obra.
Si visitas Sevilla, y
aún mas si lo haces en noviembre, es de obligada cita esta taberna, antigua
“casa de gulas”, casas que abundaban en Sevilla, y hoy, con otro nombre, siguen
llenando sus calles, y aún mas este mítico barrio.
José Zorrilla se alojó en ella mientras escribió su obra más conocida. Se dice
que gran parte de su inspiración para la creación de sus personajes y encuadre
de la historia vino dado por aquellos que les rodeaban en aquellos momentos.
El Convento, donde se
encuentra recluida Doña Inés desde su nacimiento. Allí es donde Inés lee la
carta de Don Juan y se desmaya al ver a éste. Se encuentra en la calle
Calatrava.
Parece ser un hecho cierto que una familia Tenorio
tuvo cementerio propio, en extramuros de Sevilla, donde hoy está situado el
Instituto Murillo, puesto que cuando se construyó este edifico como pabellón
para la exposición Iberoamericana de 1929, aparecieron al hacer los cimientos
algunas lápidas, y una precisamente con el nombre de Don Juan Tenorio.
La escena del convento de las Calatravas, seria el
convento que está en dicha calle, y la casa que compró Don Juan a su regreso
del destierro, seria la calle Génova, hoy Avenida de la Constitución, a cuya
puerta muere, en la ficción teatral Don Juan, a travesado por la espada del
capitán Centellas.
LA OBRA
Este personaje legendario español inspiró numerosas
obras literarias y artísticas en toda Europa y desde sus orígenes los distintos
autores transformaron sus características. El romántico español José Zorrilla
escribió para el teatro ‘Don Juan Tenorio’, la versión más moderna y popular de
la leyenda, en la que el protagonista consigue el perdón divino gracias al
amor, mientras que en las anteriores historias no lograba salvarse del
infierno. Además de ser una obra muy representada todos los años, especialmente
durante la noche del 1 de noviembre, parte de sus versos se utilizan en
expresiones del lenguaje cotidiano.
EL DRAMA ROMÁNTICO
La obra versiona el personaje de Don Juan dentro de
una concepción romántica que se refleja en los rasgos del personaje, los
elementos de ultratumba y el amor que trasciende los límites de la muerte. El
texto refleja la posibilidad que ofrece la doctrina católica del
arrepentimiento y la salvación.
LA TRAMA
La obra narra las peripecias de Don Juan Tenorio, un
caballero dedicado a los amoríos, los duelos y las apuestas (con una de ellas
se inicia la trama: se reta con otro joven para ver quién ha seducido a un
mayor número de mujeres).
LOS PERSONAJES
-Don Juan Tenorio: este caballero rico y noble se
redime por el amor de su dama, Doña Inés.
-Don Luis Mejía: adversario de Don Juan.
-Don Gonzalo de Ulloa: padre de Doña Inés.
-Don Diego Tenorio: padre de Don Juan.
-Doña Inés de Ulloa: joven novicia que va a ser casada
con Don Juan.
-Doña Ana de Pantoja: prometida de Don Luis.
EL DON JUAN
La obra se desarrolla en Sevilla, la ciudad donde se
localiza la leyenda de Don Juan, un personaje de origen español surgido durante
la Edad Media, que reúne un doble tema: el del joven que bromea sin respeto con
los muertos y el hombre de quien las mujeres se enamoran y a las que engaña y
olvida. Tirso de Molina trató el tema en ‘El burlador de Sevilla y convidado de
piedra’ (1627).
EL AUTOR
El escritor José Zorrilla nació en Valladolid en 1817.
Diecinueve años después huyó de su casa para dedicarse a las letras. En 1839 se
casó con una viuda, Matilde O’Relly, 16 años mayor que él. Escribió ‘Don Juan
Tenorio’ en 1844, un drama en verso dividido en dos partes de cuatro y tres
actos.
LA OBRA (Resumen esquemático del argumento):
Primera Parte:
Don Juan le dice a Don Luis que le quitará a su
prometida, Doña Ana de Pantoja, a la que seduce, y además conquistará a una
novicia. Al oír el desafío, el Comendador Don Gonzalo de Ulloa, padre de Doña
Inés, quien debía casarse con Don Juan, niega su consentimiento y deshace el
matrimonio convenido.
Más tarde, el protagonista rapta a la joven del
convento y ambos se enamoran locamente. Don Luis y Don Gonzalo se enfrentan a
él en un duelo y mueren, por lo que Tenorio huye a Italia.
Segunda Parte:
Cinco años más tarde, Don Juan vuelve a Sevilla y
visita el cementerio donde está enterrada Doña Inés, quien murió de amor. Doña
Inés también ha hecho una apuesta, pero con Dios, antes de la muerte de
Tenorio: si ella logra el arrepentimiento del joven, los dos se salvarán, pero
si no lo consigue se condenarán eternamente. Justo cuando el espíritu del
Comendador está a punto de conducir a Don Juan al infierno, Doña Inés
interviene y le ruega que se arrepienta. La novicia gana la apuesta y los dos
suben al cielo rodeados de ángeles, cantos e imágenes celestiales.
LAS VERSIONES
Molière estrenó ‘Don Juan o el convidado de piedra’
(1665), Goldoni retomó la historia en ‘Juan Tenorio o el libertino castigado’
(1734) y Mozart
compuso la ópera ‘Don Giovanni’ (1787). Los escritores románticos, como Zorrilla,
cambiaron el tratamiento del personaje: Lord Byron compuso el poema ‘Don Juan’
(1819-1824) y Prosper Mérimée escribió ‘Las ánimas del purgatorio’.
Por dondequiera que fui,
la razón atropellé,
la virtud escarnecí,
a la justicia burlé
y a las mujeres vendí.
Yo a las cabañas bajé,
yo a los palacios subí,
yo los claustros escalé
y en todas partes dejé
memoria amarga de mí.
Ni reconocí sagrado,
ni hubo razón ni lugar
por mi audacia respetado;
ni en distinguir me he parado
al clérigo del seglar.
A quien quise provoqué,
con quien quiso me batí,
y nunca consideré
que pudo matarme a mí
aquel a quien yo maté.
D. LUIS
¡Por Dios, que sois hombre extraño!
¿cuántos días empleáis
en cada mujer que amáis?
D. JUAN
Partid los días del año
entre las que ahí encontráis.
Uno para enamorarlas,
otro para conseguirlas,
otro para abandonarlas,
dos para sustituirlas
y una hora para olvidarlas.
Pero, la verdad a hablaros,
pedir más no se me antoja,
porque, pues vais a casaros,
mañana pienso quitaros
a doña Ana de Pantoja.
DOÑA INÉS:
No sé: desde que le vi,
Brígida mía, y su nombre
me dijiste, tengo a ese hombre
siempre delante de mí.
Por doquiera me distraigo
con su agradable recuerdo,
y si un instante le pierdo,
en su recuerdo recaigo.
No sé qué fascinación
en mis sentidos ejerce,
que siempre hacia él se me tuerce
la mente y el corazón:
y aquí y en el oratorio
y en todas partes advierto
que el pensamiento divierto
con la imagen de Tenorio
En Roma, a mi apuesta fiel,
fijé entre hostil y amatorio,
en mi puerta este cartel:
Aquí está don Juan Tenorio
para quien quiera algo de él.
De aquellos días la historia
a relataros renuncio;
remítome a la memoria
que dejé allí, y de mi gloria
podéis juzgar por mi anuncio.
Las romanas caprichosas,
las costumbres licenciosas,
yo gallardo y calavera,
¿Quién a cuento redujera
mis empresas amorosas?
Salí de Roma por fin
como os podéis figurar,
con un disfraz harto ruin
y a lomos de un mal rocín,
pues me quería ahorcar.
Fui al ejército de España;
mas todos paisanos míos,
soldados y en tierra extraña,
dejé pronto su compaña
tras cinco o seis desafíos.
Nápoles, rico vergel
de amor, de placer emporio,
vio en mi segundo cartel:
Aquí está don Juan Tenorio,
y no hay hombre para él.
Desde la princesa altiva
a la que pesca en ruin barca,
no hay hembra a quien no suscriba,
y cualquier empresa abarca
si en oro o valor estriba.
Búsquenle los reñidores;
cérquenle los jugadores;
Por donde quiera que fui,
la razón atropellé,
la virtud escarnecí,
a la justicia burlé,
y a las mujeres vendí.
Yo a las cabañas bajé,
yo a los palacios subí,
yo los claustros escalé,
y en todas partes dejé
memoria amarga de mí
Inés, alma de mi alma.
perpetuo imán de mi vida,
perla sin concha escondida
entre las algas del mar;
garza que nunca del nido
tender osaste el vuelo
al diáfano azul del cielo
para aprender a cruzar;
si es que a través de esos muros
el muro apenas miras,
y por el mundo suspiras,
de libertad con afán,
acuérdate que al pie mismo
de esos muros que te guardan,
para salvarte te aguardan
los brazos de tu don Juan.
perpetuo imán de mi vida,
perla sin concha escondida
entre las algas del mar;
garza que nunca del nido
tender osaste el vuelo
al diáfano azul del cielo
para aprender a cruzar;
si es que a través de esos muros
el muro apenas miras,
y por el mundo suspiras,
de libertad con afán,
acuérdate que al pie mismo
de esos muros que te guardan,
para salvarte te aguardan
los brazos de tu don Juan.
Acuérdate de quien llora
al pie de tu celosía,
y allí le sorprende el día
y le halla la noche allí;
acuérdate de quien vive
sólo por tí, ¡vida mía!,
y que a tus pies volaría
si me llamaras a ti.
Adiós, ¡oh luz de mis ojos!;
adiós, Inés de mi alma;
medita, por Dios en calma
las palabras que aquí van;
y si odias esa clausura
que ser tu sepulcro debe,
manda, que a todo se atreve,
por tu hermosura, don Juan.
al pie de tu celosía,
y allí le sorprende el día
y le halla la noche allí;
acuérdate de quien vive
sólo por tí, ¡vida mía!,
y que a tus pies volaría
si me llamaras a ti.
Adiós, ¡oh luz de mis ojos!;
adiós, Inés de mi alma;
medita, por Dios en calma
las palabras que aquí van;
y si odias esa clausura
que ser tu sepulcro debe,
manda, que a todo se atreve,
por tu hermosura, don Juan.
"Cálmate, pues, vida mía;
reposa aquí, y un momento
olvida de tu convento
la triste cárcel sombría.
¡Ah! ¿No es cierto, ángel de amor,
que en esta apartada orilla
más pura la luna brilla
y se respira mejor?
Esta aura que vaga llena
de los sencillos olores
de las campesinas flores
que brota esa orilla amena;
esa agua limpia y serena
que atraviesa sin temor
la barca del pescador
que espera cantando el día,
¿no es cierto, paloma mía,
que están respirando amor?
reposa aquí, y un momento
olvida de tu convento
la triste cárcel sombría.
¡Ah! ¿No es cierto, ángel de amor,
que en esta apartada orilla
más pura la luna brilla
y se respira mejor?
Esta aura que vaga llena
de los sencillos olores
de las campesinas flores
que brota esa orilla amena;
esa agua limpia y serena
que atraviesa sin temor
la barca del pescador
que espera cantando el día,
¿no es cierto, paloma mía,
que están respirando amor?
Esa armonía que el viento
recoge entre esos millares
de floridos olivares,
que agita con manso aliento,
ese dulcísimo acento
con que trina el ruiseñor
de sus copas morador
llamando al cercano día,
¿no es verdad, gacela mía,
que están respirando amor?
recoge entre esos millares
de floridos olivares,
que agita con manso aliento,
ese dulcísimo acento
con que trina el ruiseñor
de sus copas morador
llamando al cercano día,
¿no es verdad, gacela mía,
que están respirando amor?
Y estas palabras que están
filtrando insensiblemente
tu corazón, ya pendiente
de los labios de don Juan,
y cuyas ideas van
inflamando en su interior
un fuego germinador
no encendido todavía,
¿no es verdad, estrella mía,
que están respirando amor?
tu corazón, ya pendiente
de los labios de don Juan,
y cuyas ideas van
inflamando en su interior
un fuego germinador
no encendido todavía,
¿no es verdad, estrella mía,
que están respirando amor?
Y esas dos líquidas perlas
que se desprenden tranquilas
de tus radiantes pupilas
convidándome a beberlas,
evaporarse a no verlas
de sí mismas al calor,
y ese encendido color
que en tu semblante no había,
¿no es verdad, hermosa mía,
que están respirando amor?
que se desprenden tranquilas
de tus radiantes pupilas
convidándome a beberlas,
evaporarse a no verlas
de sí mismas al calor,
y ese encendido color
que en tu semblante no había,
¿no es verdad, hermosa mía,
que están respirando amor?
¡Oh! sí, bellísima Inés,
espejo y luz de mis ojos;
escucharme sin enojos
como lo haces, amor es;
mira aquí a tus plantas, pues,
todo el altivo rigor
de este corazón traidor
que rendirse no creía,
adorando, vida mía,
la esclavitud de tu amor."
espejo y luz de mis ojos;
escucharme sin enojos
como lo haces, amor es;
mira aquí a tus plantas, pues,
todo el altivo rigor
de este corazón traidor
que rendirse no creía,
adorando, vida mía,
la esclavitud de tu amor."
Doña
Inés:
Callad, por Dios, ¡oh, don Juan!,
que
no podré resistir
mucho
tiempo sin morir
tan nunca sentido afán.
¡Ah! Callad por compasión,
que oyéndoos me parece
que mi cerebro enloquece
se arde mi corazón.
¡Ah!, me habéis dado a beber
un filtro infernal, sin duda,
que
a rendiros os ayuda
la virtud de la mujer.
Tal vez poseéis, don Juan,
un misterioso amuleto
que
a vos me atrae en secreto
como irresistible imán.
Tal
vez Satán puso en vos:
su
vista fascinadora,
su palabra seductora,
y
el amor que negó a Dios.
¡Y
qué he de hacer ¡ay de mí!
sino caer en vuestros brazos,
si el corazón en pedazos
me vais robando de aquí?
No, don Juan, en poder mío
resistirte
no está ya:
yo
voy a ti como va
sorbido al mar ese río.
Tu presencia me enajena,
tus
palabras me alucinan,
y tus ojos me fascinan,
y tu aliento me envenena.
¡Don Juan! ¡Don Juan!, yo lo imploro
de tu hidalga compasión:
o arráncame el corazón,
o ámame porque te adoro.
Don Juan:
¿Alma mía! Esa palabra
cambia de modo mi
ser,
que alcanzo que
puede hacer
hasta que el Edén se
me abra.
No es, doña Inés,
Satanás
quien pone este amor en mí;
es Dios, que quiere
por ti
ganarme para Él quizás.
No, el amor que hoy se atesora
en mi corazón mortal
no es un amor terrenal
como el que sentí
hasta ahora;
no es esa chispa
fugaz
que cualquier ráfaga apaga;
es incendio que se
traga
cuanto ve, inmenso,
voraz.
Desecha, pues, tu
inquietud,
bellísima doña Inés,
porque me siento a
tus pies
capaz aún de la virtud.
Sí, iré mi orgullo a
postrar
ante el buen
Comendador,
y o habrá de darme
tu amor,
o me tendrá que
matar.
¡Clemente Dios, gloria a Ti!
Mañana a los sevillanos
aterrará el creer que a manos
de mis víctimas caí.
Mas es justo: quede aquí
al universo notorio
que, pues me abre el purgatorio
un punto de penitencia,
es el Dios de la clemencia
el Dios de Don Juan Tenorio.
Mañana a los sevillanos
aterrará el creer que a manos
de mis víctimas caí.
Mas es justo: quede aquí
al universo notorio
que, pues me abre el purgatorio
un punto de penitencia,
es el Dios de la clemencia
el Dios de Don Juan Tenorio.
DON JUAN
¡Ah!Por donde quiera que fui,
la razón atropellé,
la virtud escarnecí,
a la justicia burlé
y a las mujeres vendí.
Yo a las cabañas bajé
yo los claustros escalé
y en todas partes dejé
memoria amarga de mí.
GUSTAVO ADOLFO BECQUER:
RIMA LIX
Yo
sé cuál el objeto
de tus suspiros es;
yo conozco la causa de tu dulce
secreta languidez.
de tus suspiros es;
yo conozco la causa de tu dulce
secreta languidez.
¿Te
ríes…? Algún día
sabrás, niña, por qué:
tú acaso lo sospechas,
y yo lo sé.
sabrás, niña, por qué:
tú acaso lo sospechas,
y yo lo sé.
Yo
sé lo que tú sueñas,
y lo que en sueños ves;
como en un libro puedo lo que callas
en tu frente leer.
y lo que en sueños ves;
como en un libro puedo lo que callas
en tu frente leer.
¿Te
ríes…? Algún día
sabrás, niña, por qué:
tú acaso lo sospechas,
y yo lo sé.
sabrás, niña, por qué:
tú acaso lo sospechas,
y yo lo sé.
Yo
sé por qué sonríes
y lloras a la vez;
yo penetro en los senos misteriosos
de tu alma de mujer.
y lloras a la vez;
yo penetro en los senos misteriosos
de tu alma de mujer.
¿Te
ríes…? Algún día
sabrás, niña, por qué:
mientras tú sientes mucho y nada sabes
yo, que no siento ya, todo lo sé.
sabrás, niña, por qué:
mientras tú sientes mucho y nada sabes
yo, que no siento ya, todo lo sé.
GUSTAVO ADOLFO BECQUER
RIMA LX
Mi vida es un erial,
flor que toco se deshoja;
que en mi camino fatal
alguien va sembrando el mal
para que yo lo
recoja.
GUSTAVO ADOLFO BECQUER
RIMA LXII
Primero es un albor trémulo y vago,
raya de inquieta luz que corta el mar;
luego chispea y crece y se dilata
en ardiente
explosión de claridad.
La brilladora lumbre es la alegría,
la temerosa sombra es el pesar.
¡Ay! en la oscura noche de mi alma,
¿cuándo
amanecerá?
GUSTAVO ADOLFO BECQUER
Rima LXIV
Como guarda el avaro
su tesoro,
guardaba mi dolor;
yo quería probar que hay algo eterno
a la que eterno me juró su amor.
Mas hoy le llamo en vano, y
oiga al tiempoguardaba mi dolor;
yo quería probar que hay algo eterno
a la que eterno me juró su amor.
que le agotó, decir:
-¡ah, barro miserable, eternamente
no podrás ni aun sufrir
GUSTAVO ADOLFO BECQUER
Rima LXV
Llegó la noche y no
encontré un asilo;
¡y tuve sed!… Mis lágrimas bebí;
¡y tuve hambre! ¡Los hinchados ojos
cerré para dormir!
¡y tuve sed!… Mis lágrimas bebí;
¡y tuve hambre! ¡Los hinchados ojos
cerré para dormir!
¡Estaba en un
desierto! Aunque a mi oído
de las turbas llegaba el ronco hervir,
yo era huérfano y pobre… ¡El mundo estaba
desierto… para mí!
de las turbas llegaba el ronco hervir,
yo era huérfano y pobre… ¡El mundo estaba
desierto… para mí!
GUSTAVO ADOLFO BECQUER
RIMA LXVI
¿De dónde vengo...? El más
horrible y áspero
de los senderos busca:
Las huellas de unos pies ensangrentados
sobre la roca dura,
los despojos de un alma hecha jirones
en las zarzas agudas,
te dirán el camino
que conduce a mi cuna.
de los senderos busca:
Las huellas de unos pies ensangrentados
sobre la roca dura,
los despojos de un alma hecha jirones
en las zarzas agudas,
te dirán el camino
que conduce a mi cuna.
¿A
donde voy? El más sombrío y triste
de los páramos cruza,
valle de eternas nieves y de eternas
melancólicas brumas.
En donde esté una piedra solitaria
sin inscripción alguna,
donde habite el olvido,
allí estará mi tumba.
de los páramos cruza,
valle de eternas nieves y de eternas
melancólicas brumas.
En donde esté una piedra solitaria
sin inscripción alguna,
donde habite el olvido,
allí estará mi tumba.
GUSTAVO
ADOLFO BECQUER
Rima LXVII
¡Qué hermoso es ver el día
coronado de fuego levantarse y a su beso de lumbre brillar las olas y encenderse el aire!
¡Qué hermoso es, tras la lluvia
del triste otoño en la azulada tarde, de las húmedas flores el perfume aspirar hasta saciarse!
¡Qué hermoso es cuando en copos
la blanca nieve silenciosa cae, de las inquietas llamas ver las rojizas lenguas agitarse!
¡Qué hermoso es cuando hay sueño
dormir bien… y roncar como un sochantre… Y comer… y engordar… y qué desgracia que esto sólo no baste! |
GUSTAVO ADOLFO BECQUER
RIMA LXVIII
No sé lo que he soñado
en la noche pasada.
Triste, muy triste debió ser el sueño,
pues despierto
la angustia me duraba.
Noté al incorporarme
húmeda la almohada,
y por primera vez sentí al notarlo
de un amargo placer
henchirse el alma.
Triste cosa es el sueño
que llanto nos arranca,
mas tengo en mi tristeza una alegría...
¡Sé que aún me
quedan lágrimas!
. Acto IV. Escena III declaracionón de
Don Juan a Dª Inés
RECOMENDADO PARA EL QUE LE GUSTE EL TEATRO, DURA DOS HORAS
VIDEO DE LA OBRA DE TEATRO COMPLETA:
TEATRO ESTUDIO 1 Don Juan Tenorio (de José Zorrilla)
Para la realización de esta presentacion se han obtenido datos de las siguientes fuentes:
http://aula2.elmundo.
Sevillamisterioyleyenda-
http://lasopagansa.blogspot.
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