TEMPLETE DE LA CRUZ DEL CAMPO:
Al final de la calle Luis
Montoto, eje y límite del distrito San Pablo-Santa Justa, se encuentra un
monumento, tímido, discreto, pero de un valor simbólico tal que sin él no
podrían entenderse algunas de las costumbres y ritos más profundamente
incardinados en el corazón de Sevilla, como la práctica del Vía Crucis o
la propia Semana Santa. Hablamos del templete de la Cruz del Campo.
La construcción
Como todo humilladero, el de
la Cruz del Campo se erigió, en palabras de Jesús M. Palomero,
«con el triple propósito de ordenar el tránsito, señalar el límite o término de
la población vecina y fomentar la piedad de los viandantes, recordándoles su
obligación cristiana de persignarse y arrodillarse-humillarse ante la imagen
allí existente». En este caso un crucificado ya muerto y una dolorosa, ambos
de Juan Bautista Vázquez El Viejo, autor de también de la sevillana talla
del Cristo de Burgos.
Si usted se acerca, podrá intuir
cómo, labrada en el hueco de la bóveda, existe una inscripción en la que reza
su fecha de creación, 1482, y el nombre de Diego de Merlo, Asistente de
Sevilla en la época de los Reyes Católicos, quien la impulsó.
La decisión de construir en ese
preciso punto se pudo basar principalmente, además de por cumplir las razones
ya citadas, en enaltecer la poderosa figura de Diego de Merlo, tal y como deja
entrever José Roda Peña en «El Humilladero de la Cruz del Campo: El
Monumento y sus restauraciones».
Aunque historiadores como Ortiz
de Zúñiga lo justifican por ser el enclave donde emergían los
fastuosos Caños de Carmona, que también fueron restaurados por decisión de
De Merlo, en realidad la elección del lugar se basó en que aquella era la
entrada más concurrida de Sevilla, «el acceso a una ciudad que bajo el gobierno
del Asistente, se había convertido por voluntad de los Reyes Católicos en la
primera sede castellana del Tribunal inquisitorial, y en baza principal
para continuar la guerra de Granada», explica Roda Peña.
Imán de religiosidad
Sin embargo, la zona estaba
profundamente impregnada de religiosidad, lo que terminó confiriendo ese
carácter casi sagrado que tuvo el templete durante buena parte de su
historia, incluso antes de ser creado. Vayamos por partes.
Allí se levantaba el
desaparecido «Hospital de los negros», en cuyo recinto se incluía una
capilla, sede de la cofradía de «Los Santos Ángeles». No muy lejos debió
de existir una cruz, de madera, que cumplía las funciones de humilladero
anteriormente apuntadas hasta la construcción de Diego de Merlo, que sustituyó
al modesto crucifijo. Incluso existen vestigios que sitúan en el lugar la
probable existencia previa de templos romanos o islámicos, como
apuntó José Gestoso en «Sevilla Monumental y artística».
La zona, que ya en la primera mitad
del siglo XVI se conocía como «La Cruz de los Ángeles», albergaba además
la Ermita de la Santa Cruz. Es decir, en la zona existía un importante
culto a la Pasión y Muerte de Cristo, representadas en el icono del Santo
crucifijo, y que en los viernes de Cuaresma, sobre todo en tiempos de miserias,
daba lugar a incontables visitas por parte de los sevillanos. Y procesiones.
Como explica Manuel García
Fernández en «Piedad popular y cofradías de penitencia en el humilladero
de la Cruz del Campo», derivada de esas prácticas pasionistas surge
«la meditación de las estaciones o del Vía Crucis, iniciándose en España
en la ciudad de Córdoba en 1420».
Habíamos apuntado la existencia de
procesiones en torno al templete. Éstas eran muy simples. Nada que ver con lo
que entendemos hoy en día, pues generalmente se hacían a título personal y
buscando el remedio a las calamidades y desastres naturales, que en
el medievo se achacaban al pecado humano. Así, era común
ver disciplinantes, que se flagelaban buscando la expiación, ver petición
de limosna e incluso la práctica sacramental. A menudo, de estas procesiones
participaban sacerdotes de los distintos conventos que tenían presencia en la
zona, como el de San Agustín, el de San Benito de la Calzada o el
de Santo Domingo de Portaceli, que aprovechaban para exhortar a los
fieles.
De esta forma, ya en el siglo XIV
existieron cofradías que realizaban procesiones, de rogativas, al
humilladero. Un ejemplo es la del «Santo Crucifijo de San Agustín». No hay
que olvidar que estas cofradías no se revestirían de la concepción «moderna» de
imágenes y procesión penitencial hasta finales del siglo XV o XVI. También
peregrinaba al templete la hermandad del «Traspaso de Nuestra Señora», con
sede en el Monasterio de San Benito de la Calzada, en este caso en el
siglo XV.
Mención aparte merece la cofradía de
«Nuestra Señora de los Ángeles», fundada en el citado Hospital de los Negros, y
que también realizaba procesión al templete, aún tras 1550, cuando adquiere
nuevos terrenos en la collación de San Roque. Estos datos no corresponden
sino al origen de la actual hermandad de Los Negritos.
Es por eso que, aún salvando las
distancias, la Semana Santa de Sevilla tiene su origen en torno al
lugar que ocupa el monumento de la Cruz del Campo, pues hasta que el
Cardenal Fernando Niño de Guevara obligase a las hermandades a
procesionar a la Catedral, con el sínodo de 1604, las cofradías tenían
como destino el humilladero. Mucho antes de la instauración del Vía Crucis de
Sevilla, en 1521.
El Vía Crucis
Don Fadrique Enríquez de Ribera,
Primer Marqués de Tarifa, aprovechó la existencia del devocional humilladero
para trazar desde su palacio, la Casa de Pilatos, un camino que
comprendiese 997 metros, 1.321 pasos, los supuestamente existentes entre
el Pretorio y el Monte Calvario. Realmente la distancia en
Sevilla es algo más del doble, como atestigua Federico García de la Concha
Delgado. Incluso el propio Marqués aseguró en «Viaje a Jerusalén» que no era
fácil determinar la distancia, y que la ciudad «no va ya por donde solía ir en
tiempos de Jesús».
De todas formas, lo que instauró no
fue un Vía Crucis como lo entendemos hoy. Tampoco gozaba de esos privilegios.
Es cierto que, tras una estancia en Jerusalén en la que conoció
al Papa Clemente VII, retornó a Sevilla con ciertas bulas e indulgencias
adquiridas, para él y para todos aquellos que junto a su persona rezasen
un Padre Nuestro y un Ave María, los viernes de Cuaresma, ante
un santo o una cruz. Por tanto, en esta primera época lo que se realizaba era
un recorrido por los lugares cercanos al palacio donde se venerase
un crucifijo, que no eran otros que los referidos conventos en dirección
al templete.
Con su muerte, en 1539, la práctica
del Vía Crucis quedó un tanto olvidada hasta su reactivación, en 1625, a cargo
de Fernando Enríquez de Ribera, descendiente del Marqués. Fue entonces
cuando la esencia del Vía Crucis era dirigirse a la Cruz del Campo y efectuar
allí los pertinentes rezos, con el preciado premio de obtener indulgencia
plenaria, otorgada por Urbano VIII. Es el momento en que el camino se
compartimenta en estaciones, doce, por aquel entonces, y catorce algunos años
más tarde. En 1740 se consolidó esta última cifra, reajustándose las distancias
entre parada y parada de un acto de fe pública que duró hasta 1873.
Serían los descendientes de Fadrique
los que fundarían la Pía Unión, en 1956, constituida por los
diferentes Hermanos Mayores de las cofradías sevillanas. Durante 7
años mantuvieron la usanza del pionero Vía Crucis, pero después pasaron a
celebrarlo en el interior del Palacio de Medinaceli, tradición que ha
llegado hasta nuestros días.
Si bien hoy su monumentalidad se ve
mermada por el hecho de prácticamente integrarse entre los bloques de
pisos que lo circundan, el humilladero de la Cruz del Campo supuso el
bello culmen de una frondosa alameda que, desde 1773, se extendía
hasta el antiguo Monasterio de San Benito. La actual calle de Luis Montoto era,
pues, una vía plagada de huertas y en la que se podían apreciar
cruces que delimitaban el lugar exacto donde realizar las preceptivas meditaciones,
esos puntos donde hoy, desde las fachadas, lucen azulejos con devotas imágenes
de la Semana Santa hispalense, esos hitos que comunican el corazón de Sevilla
con lo que durante tanto tiempo fue su alma.
Estas son las 14 estaciones e imágenes que representan:
1.- Juicio de Jesús: Ntro. Padre Jesús de la Sentencia (Macarena)
2.- Jesús con la Cruz a Cuesta: Ntro. Padre Jesús Nazareno (El Silencio)
3.- Primera Caída: Ntro. Padre Jesús de laa Penas (San Vicente)
4.- Encuentro con María: Ntro. Padre Jesús del Gran Poder (Gran Poder)
5.- Ayuda del Cirineo: Ntro Padre Jesús de La Pasión (Pasión)
6.- Encuentro con la Verónica: Ntro. Padre Jesús con la Cruz al Hombro (El
Valle)
7.- Segunda Caída: Ntro. Padre Jesús de la Salud (La Candelaria)
8.- Encuentro con las mujeres: Ntro. Padre Jesús de la Salud (Los Gitanos)
9.- Tercera Caída: Ntro Padre Jesús de las Tres Caídas (Esperanza de Triana)
10.- Jesús Despojado de sus Vestiduras: Ntro Padre Jesús de la Salud (La
Estrella).
11.- Jesús Clavado en la Cruz: Stmo. Cristo de la Exaltación (Santa Catalina)
12.- Muerte de Jesús: Stmo. Cristo de la Expiración (El Cachorro)
13- Jesús en brazos de María: Stmo Cristo de la Misericordia (El Baratillo)
14.- Traslado el Sepulcro:
1854
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