LAS
RIADAS DE SEVILLA 1895 A 1936
El Guadalquivir se ha
salido de sus márgenes miles de veces en su historia. Lo irregular de su caudal, con picos de agua
altísimos, ha hecho de esta carretera al mar que conectó a Sevilla con América, un peligro constante para la ciudad. Mediante
muros, cortas, desvíos y obras de ingeniería se ha intentado durante decenas de
años domar al río para reducir su bravura.
De entre todas las riadas,
una de las más recordadas fue la de 1895.
No por su virulencia, sino por lo recurrente del fenómeno. Hasta en seis
ocasiones el Guadalquivir tomó Sevilla al
asalto y desbarató la vida de sus ciudadanos.
El 17 y el 21 de enero, el
27 de febrero, el 12 de marzo, el 8 de octubre y el 27 de noviembre, los sevillanos
se despertaron sobresaltados y con el agua por
los tobillos. En realidad, hay quien ve en estos episodios una sola
inundación en varios «capítulos», más que seis
inundaciones distintas.
En todo caso, el de 1895 fue un año de miserias en las partes más
bajas de la ciudad y en los arrabales de la
ciudad (que entonces eran Triana, Humeros, Macarena, San Roque, La
Calzada, San Bernardo, la Resolana, la Carretería, el Baratillo y la Cestería).
Estos «barrios», aún no plenamente incorporados a la ciudad, estaban fuera de
las murallas, por lo que no contaban con la protección de éstas frente a las crecidas del río. Allí es donde más
sentían los efectos de las aguas desbordadas: destrucción de viviendas, rotura
de pozos negros, daños en comercios e industria... Y, a raíz de estos
desperfectos, se producían enfermedades infecciosas: tuberculosis, reuma, paludismo o hepatitis.
El siglo XIX -que llevó a Sevilla a perder su muralla, defensa
natural de la ciudad contra el agua- acabó con Sevilla con el agua al cuello. El XX no empezó mejor. La ciudad se pasó las
primeras décadas luchando contra el río, que se «comía» barrios enteros según llovía con fuerza.
Entre 1910 y 1919 y también
entre 1924 y 1927, el Guadalquivir inundó la
ciudad con cotas de aguas superiores a 6 metros sobre el cero
geográfico, que se mide en Alicante. Por entonces el cauce del río que
atravesaba Sevilla aún era el Guadalquivir, no el
canal de Alfonso XIII que habría de inaugurarse más tarde.
Las condiciones de vida en
la ciudad cuando se producían
inundaciones eran especialmente calamitosas en los arrabales y
zonas más bajas como la Alameda de Hércules. Allí es donde se cebaban las aguas del Guadalquivir y
aumentaban las enfermedades.
Fuente ABC Sevilla y Manuel
Moguer.
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