miércoles, 11 de abril de 2018

SEVILLANOS ILUSTRES: "Aníbal González" (parte 1ª)


El secreto que esconde la escultura de Aníbal González en la Plaza de España de Sevilla.
Los autores de la estatua incluyeron un pequeño homenaje a sus hijos recién nacidos
En mayo del año 2011 se descubrió el homenaje al arquitecto sevillano Aníbal González en el mismo emplazamiento que lo convirtió en un mito de la arquitectura. Desde un posición privilegiada, la escultura de dos metros y medio contempla la obra cumbre de este artista que marcó durante décadas el estilo constructivo de toda una ciudad. Sin embargo, pocos sabían aquel día que los tres autores de la estatua habían escondido un secreto.
En la cultura norteamericana llaman un «Easter Egg», es decir, un huevo de pascua a cuando los autores de una obra, como una película, esconden mensajes con los que hacen referencia a cuestiones personales o vinculaciones de la propia historia. Eso mismo es lo que hicieron Manuel Nieto, Guillermo Plaza y Manuel Osunacuando estaban diseñando la efigie.
«En un principio, pensamos en ponerle una especie de pin en la solapa de la chaqueta y a partir de ahí decidimos ponerle algo escondido para que la gente lo buscara. Finalmente, decidimos hacer un pequeño homenaje a nuestros hijos, porque en el transcurso de la realización de la escultura, los tres fuimos padres. Así que le pusimos tres manos, una por cada uno de nuestros hijos» explica Guillermo Plaza.
Obviamente, esta idea no estaba contemplada en el diseño presentado al Ayuntamiento de Sevilla y con el que ganaron el concurso público. Lo hicieron a escondidas, sin decir nada a nadie. Sólo se enteró el fundidor que estaba implicado en el proyecto.
«La verdad es que después de inaugurarse le contamos a los responsables del Ayuntamiento lo que habíamos hecho y les hizo mucha gracia. No obstante, las manos están tan escondidas, que se no altera el diseño o imagen de la escultura», añade Manuel Nieto.
Hay que tener en cuenta que la figura de Aníbal González se ubica en uno de los espacios más protegidos, desde el punto de vista artístico y patrimonial, de Sevilla y que, por tanto, cualquier acción debe estar sujeta a la supervisión pertinente. De hecho, el diseño fue pensado como una escultura de corte clásico, basada en la propia personalidad del arquitecto. Por ello, ese «huevo de pascua» debía hacerse de manera disimulada, imperceptible a simple vista.
Lo que no quieren revelar los tres autores es dónde se encuentran escondidas las tres manos de sus bebés. Sólo una pista, hay mirar bien lo que guarda en sus ropajes el autor de la Plaza de España.
Fuente ABC Sevilla.

CASA DONDE HABITO SU VIUDA.
La casa número 14 de Avenida de la Palmera, el 31 de Mayo de 1930, primer aniversario de su muerte, se inauguran unas obras que, bendecidas por el Cardenal Ilundain acaban a finales de 1932, entregándosele a la familia el último día del año.
La casa esconde una historia de agradecimiento y un homenaje póstumo de Sevilla a quien cambio radicalmente su apariencia, otorgándole uno de sus monumentos más icónicos: la Plaza de España. Se trata del antiguo hogar de Aníbal González, o mejor dicho, de su viuda, Ana Gómez Millán, y sus hijos.
El arquitecto fue la alma mater de la Exposición Iberoamericana, no sólo por su legado material sino por haber participado activamente de la organización.

Sin embargo, desavenencias con el comité le llevaron de la dirección de obras a quedar fuera de la muestra, cuando los preparativos enfilaban la recta final.
El esplendor con que hoy se recuerda la figura de Aníbal González no se corresponde con la realidad de sus últimos días, que precisamente le sobrevinieron poco después de la inauguración de la Iberoamericana, el 9 de mayo, dejando a la familia con escasa solvencia.
Facturas por cobrar, fondos invertidos en la inconclusa Basílica de la Milagrosa de la Buhaira y otros envites le llevaron «pobre» a la muerte, como recogieron algunos diarios del momento.
Para ayudarles, el periódico «El Liberal» planteó edificar una vivienda para la familia a partir del dinero de todo aquel que quisiera «devolver» lo que «el glorioso artista» había dado a Sevilla.
Tanto fue así que participaron todas las clases sociales, las mismas que también se dieron cita en el multitudinario sepelio del 31 de mayo, día de su muerte. En especial fabricantes de materiales, contratistas y maestros de obra.
Suscripción popular
La iniciativa tuvo gran acogida y seguimiento por los medios de comunicación de la época. En ABC, por ejemplo, se hizo un recuento diario, durante algunos meses, de las distintas aportaciones.
De esta forma conocemos que, a 20 de octubre de 1929, el total entre donativos en metálico y donaciones de materiales de construcción ascendía a 150.000 pesetas. De esas, 10.000 fueron donadas por el Círculo Mercantil, por poner un ejemplo.
Los lugares para la recogida monetaria eran la Depositaría Municipal, los casinos y las redacciones de la prensa local del momento.
Así, en unos terrenos del Marqués de Esquivel, se produjeron entre 1930 y 1932 las obras de lo que hoy es el número 14 de la avenida de la Palmera. Cercana a significativas obras de González como la Plaza de América y la Casa de Las Palmeras, para Torcuato Luca de Tena.

La entrega se realizó el día 31 de diciembre de 1932, a las tres y media de la tarde, al tiempo en que, en la iglesia del Sagrario, se oficiaba una misa en su memoria y, en el cementerio, se colocaba una corona de flores sobre la tumba del arquitecto.
La prensa de la época relata como «el inmueble, cuya traza y construcción, genuinamente sevillanos, honran por igual a los arquitectos y obreros que en ellas han intervenido, será entregada por el alcalde, Sr. La Bandera, en nombre de la Comisión Organizadora del homenaje, y tendrá lugar en el mismo sitio de su emplazamiento, paseo de la Palmera, hoy avenida de Mayo».
Fuente ABC 2015.
BIOGRAFIA EN PARTE (2) su legado























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