CALLE TORNEO Y EL MURO.
Y la ciudad
miró a su río. El 26 de Mayo de 1990,
Sevilla se reencontró con el Guadalquivir. El alcalde socialista Manuel del Valle derribaba,
de manera simbólica, uno de los paños del muro y ampliaba para siempre las
vistas de la calle Torneo. Torneo dejaba así de ser una angosta calle
aprisionada entre viviendas y una muralla, elevada tiempo atrás para proteger a
los viandantes de las vías ferroviarias.
Cuentan las
crónicas de la época que al derribo no acudió Alfonso Guerra, el entonces
vicepresidente del Gobierno. El político sevillano debía encontrarse entonces
preocupado por el caso de corrupción de su 'hermanísimo', con el que la
oposición popular le hostigaba desde meses atrás.
Sí estuvo
presente en aquella caída del muro Soledad Becerril, la
entonces portavoz del Partido Popular y alcaldesa de Sevilla cinco años más
tarde. Fue obra de Manuel Elena, decano vecino del
barrio, demoler el muro junto al alcalde. El septuagenario hizo gala de una
salud excelente picando con brío el cemento y los ladrillos de aquel muro de
Sevilla, que cayó seis meses después que el de Berlín.
Si la caída del
muro supuso el fin del comunismo en la capital alemana (y el resto del mundo),
aquí, guardando las oportunas distancias, simbolizó el fin de otra etapa de
hierro: la de las vías del tren que entorpecían el día a día de la ciudad y
que, poco antes de la Expo, quedaron soterradas para siempre.
Aquellas obras
acababan, por fin, con una Sevilla dividida en dos por un muro, que escondía un
río y que, casi por arte de magia, brotó a la vista de todos y deshizo el tapón
de Chapinas. Cuenta la hemeroteca que si la Exposición Iberoamericana de 1929
le había brindado a la ciudad la majestuosa avenida de la Palmera, la Expo del
92 le regalaría a la ciudad la nueva calle de Torneo. Las dos arterias
terminarían uniéndose mientras el río fluía junto a ellas: el norte y el sur de
la ciudad quedaban por fin hermanados.
En el caso de
Torneo, los barrios de Los Humeros, San Juan y Santa Clara encontraban, por
fin, su salida al río. Poco a poco, las vías del tren dejaron paso a una
arteria por la que fluirían desde entonces seis carriles y un paseo de dos
alturas: a ras de calle y a ras de río. La caída del muro sevillano no solo
amplió las vistas de la ciudad, sino sus espacios de recreo: a la vera del
Guadalquivir, los sevillanos han podido correr, pedalear, patinar o pasear
durante estos 25 años.
Fueron 50
millones de euros invertidos para liberar 40 hectáreas, que han fructificado de
manera irregular. La calle Torneo comienza junto a Plaza de Armas, la antigua
estación de trenes reconvertida en centro comercial, y termina en el Puente de
la Barqueta. A su vera florece hoy en día alguna que otra sala de música, un
puñado de bares, más de una clínica médica, un colegio o el moderno Centro de
las Artes de Sevilla. Las quejas sobre su adoquinado lunar o falta de sombra
son constantes en los periódicos de la ciudad.
Fuente: Eldiario.es
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