LEYENDA DE LA MACARENA
La leyenda de la Macarena se refiere a un suceso que ocurrió poco antes de fundarse la hermandad, mediante la cual la cofradía no pudo procesionar hasta el Hospital de las Cinco Llagas. Según la leyenda, un viajero que iba a embarcarse hacia las indias cayó enfermo antes de subirse al barco y lo llevaron al Hospital de las Cinco Llagas, hoy sede del Parlamento Andaluz. No se pudo hacer nada por su vida y murió sin haber hecho testamento. Al cabo de un año, nadie reclamó el cadáver y el hospital decidió quedarse con lo que llevaba. Abrieron su maleta y allí encontraron la mascarilla y las manos de una Virgen bellísima.
A pesar de la belleza de la imagen, las monjas que se hicieron cargo de ella no encontraron un altar donde colocar a la virgen debido a la falta de espacio que había en la capilla, así que la guardaron en un lugar seguro.
Unos años antes, a finales del siglo XVI, se fundaba una hermandad en el antiguo convento de San Basilio. Hoy día está desaparecido, pero estaba en la calle Relator. Esta hermandad solo tenía un crucificado que procesionaba en Semana Santa. Con el paso de los años decidieron adquirir una Virgen, a la que darían la advocación de Esperanza.
Ya de vuelta en el hospital, la leyenda cuenta que a mediados del XVII necesitaban un reloj con campanas para los servicios religiosos. Providencialmente, la hermandad de la calle Relator tenía un reloj que les había donado un devoto, pero no lo utilizaban porque se serian del que tenían los monjes del convento de San Basilio. Entonces propusieron cambiar la Virgen por el reloj.
Pero no fue tan fácil, el administrador del hospital no quería perder del todo la imagen, por lo que exigió que no constase como permuta definitiva, sino como cesión temporal sine die. La hermandad podía anular el acuerdo cuando quisiera, pero no así el hospital. Los hermanos añadieron que en ese caso no haría falta ninguna firma, sino que bastaría con que la imagen entrara en los terrenos del hospital para que perdieran la titularidad sobre ella.
Este contrato se cumplió escrupulosamente cuando años después el administrador
quiso deshacer el contrato, pero los hermanos se negaron, solo si la virgen
entraba en el hospital la perderían.
Años después la hermandad se estableció en la Iglesia de San Gil, donde estaría
casi 300 años. En una ocasión un viernes santo la techumbre de la iglesia se
hundió cuando la hermandad estaba en medio de la procesión, de forma que cuando
regresaron no pudieron entrar en el Templo. los cofrades pensaron que lo mejor sería
entrar en el hospital de las cinco llagas para resguardar a las imágenes, y allí
se dirigieron. pero cuando estuvieron a punto de llegar a la cruz que marcaba
el terreno del hospital un anciano empezó a dar voces advirtiendo a los
cofrades q no entraran allí. le hicieron caso y el anciano contó al hermano
mayor que si entraban allí perderían a la virgen inmediatamente. al preguntarle
como sabia eso, respondió q cuando era muchacho el había sido aprendiz de
relojero y había ayudado a colocar el reloj en el hospital a cambio del préstamo
de la virgen.
Por si acaso, los hermanos decidieron llevar a las imágenes a la iglesia de San
Hermenegildo, en la Puerta Córdoba. según la leyenda, durante la historia esta
escena se ha repetido varias veces. en todas ellas ha sido la gente del barrio
de la Macarena la que se ha negado a que la Virgen entrara.
Fuente ABC
“ARMAOS”-CENTURIA ROMANA
Parece ser que los “Armaos” tuvieron su origen en el siglo XVII, entre los
años 1653 y 1657, los cuales iban vestidos a la milanesa y con armas alquiladas
por la Hermandad en los almacenes concejiles de Triana y la Alhóndiga.
Aquella visión de los armaos no era acorde con los academicismos del siglo XVIII, y desaparecieron, como bien pudo haber desaparecido la propia Hermandad de la Esperanza, identificada fielmente con su barroquismo y en actitud rebelde frente a todos los postulados de la Ilustración.
Aquella visión de los armaos no era acorde con los academicismos del siglo XVIII, y desaparecieron, como bien pudo haber desaparecido la propia Hermandad de la Esperanza, identificada fielmente con su barroquismo y en actitud rebelde frente a todos los postulados de la Ilustración.
Con la llegada del Romanticismo la Hermandad volvió a encontrar su propio
ser, y los cofrades macarenos, normalizada la Estación de Penitencia,
recogieron la tradición y restauraron aquella centuria para el acompañamiento
del paso del Señor de la Sentencia.
Este sería el primer intento de Juan Manuel en reformar la Centuria, y lo
consiguió, pero en menor grado, si lo comparamos con lo que sucedería en años
posteriores.
Se encargaron cascos, corazas y resto de armamento al taller de herrería y lampistería de Bartolomé López, y las “enaguas” a Josefa Rodríguez Ojeda. Los uniformes se varían, pero siguen con el sello del modelo conocido hasta la fecha.
A partir de 1915 comienza una nueva
etapa para la Centuria, iniciada por la financiación por medio del Mayordomo de
la Esperanza, Don José Jiménez Moles, para el arreglo del vestuario, y con las
aportaciones económicas efectuadas en 1914 por Joselito “El Gallo”.
La nueva ropa “de costilla”, rompe con la estética anacrónica y
romántica de la centuria romana. Desaparece el mantolín que cubría el tronco
del legionario, por unas corazas plateadas ceñidas al cuerpo. Las enagüetas
pasan de ser de lo más variopintas, a una única para todos, de color tinto,
rematadas con flecos dorados por sus bordes.
Los mandatos de Ramón Almagro en 1930 y de Francisco Durán Contreras en
1931 repercutieron en gran medida sobre la Centuria, consiguiendo mentalizar a
sus componentes en el sentido de que eran Hermanos y no personal contratado. Al
desorden habitual en los años precedentes siguió un comportamiento más
responsable y la Hermandad, entonces, estimó la conveniencia de ampliar la
composición a cincuenta y dos miembros.
Más tarde el tesón de los Capitanes
Manuel Luque Sevillano, Salvador Rueda Ramírez y Juan Brachi completó la
reforma emprendida. Ya no figurarían en las actas de la Hermandad castigos y
suspensiones de Armaos y Capitanes, sino el reconociendo a otro Gran Capitán de
la Centuria, desde el año 1953 hasta 1967, Antonio Angel Franco “El Melli”, el cual reformó totalmente a la Centuria.
En torno a finales de la década de los
50, Jesús Domínguez confeccionó la que hoy es la vestimenta procesional de la
Centuria, inspirándose en la ropa de Capitán, Teniente y Alférez que creara
Juan Manuel Rodríguez Ojeda en el año 1915, desapareciendo la denominada ropa “de costilla”, por la actual “de
escamas”, introduciendo, además, diversas novedades, como unas
correas de cuero rematadas con una cabeza de león de plata, colgadas del borde
inferior de las corazas. Para la financiación de las mismas se contó con la
ayuda de la Hermandad, y del propio colectivo de la Centuria, con la venta de
las populares “milenas”.
Posteriormente, en la Madrugada de 1968,
a Antonio Ángel Franco le sucede como Capitán, José López “El Pelao”, permaneciendo en el cargo durante 25 años, y
junto a él, como Teniente, José García García. ”El Pelao”, llevó y
defendió a la Centuria por doquier, y por su gestión es reconocida como uno de
los pilares más importantes de la Semana Santa Sevillana, y como no, de la
Hermandad de la Macarena. Los miembros de la Centuria aumentaron hasta llegar
al centenar gracias a la lucha de este singular Capitán y al amor que sentía
hacia este colectivo el Hermano Mayor de la Hermandad en aquellos momentos José
Luis de Pablo Romero y de la Cámara. Gracias a esa gran popularidad de la
Centuria, el número de aspirantes a formar parte de la misma aumentó
considerablemente, permaneciendo a la espera varios años antes de entrar en la
nómina de tan pintoresco cuerpo.
En la Madrugada de 1993, desempeñaría el
cargo de Capitán José García García, antiguo Teniente en la época de “El Pelao”. A su lado actuará como Teniente de la
Centuria Manuel Bello Pérez. Ambos permanecerán al mando de los Armaos durante
siete años.
Sin duda esta época es la ha quedado más sellada en la retina de la actual
Centuria, ya que durante este mandato se inculcó a todos los miembros, es
decir, tanto a Armaos como aspirantes, que todos serían iguales, y que por
encima de cualquier persona, estaba la Hermandad de la Macarena.
La convivencia, la asistencia a cultos y, como no, esas culminaciones de
las reuniones mensuales en los lugares más recónditos del barrio, entre otras
muchas actividades, hicieron que todos tiraran del mismo barco, y cada vez más
aumentase el número de aspirantes debido al ambiente fraterno con el que se
acogía a cualquier persona que quisiera pertenecer a esta singular Legión.
A finales de 1999, durante el mandato de Joaquín Saínz de la Maza y Conesa,
José García García decidió que su ciclo al frente de la Centuria había
finalizado. Le sustituirá José María Ayala Cardoso, miembro de la Centuria.
Junto a él hará las veces de Teniente Manuel Muñoz Pérez. Este mandato duró dos
años.
En el epílogo del año 2001, Juan Ruiz Cárdenas, iniciando su mandato como
Hermano Mayor, nombra Capitán de los Armaos a Ignacio Guillermo Prieto,
ocupando el cargo de teniente Fernando Vaz Calderón. Retomando el modelo
iniciado por José García, caracterizado por la unión y convivencia de sus
miembros, Ignacio Guillermo ocuparía el cargo hasta su retirada en noviembre de
2011, momento en el que la Junta de Gobierno presidida por Manuel García García
confiara el puesto de Capitán a Fernando Vaz, ocupando el de teniente Joaquín
José Muñoz García. Desde diciembre de 2013, la Centuria la dirigen como
Capitán NHD Ignacio Guillermo Prieto y en calidad de Teniente NHD César
Fuente hermandad macarena
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