El porqué del
orden histórico de la Madrugada
El pleito entre la Esperanza de Triana y el Calvario,
clave para entender el problema
Desde el siglo XVI, las hermandades han
sido muy celosas a la hora de defender su prevalencia por antigüedad. La
participación de éstas en el Corpus conllevó la
confirmación de la supuesta antigüedad de cada cofradía
para lo que se acudiría a la Autoridad Eclesiástica con el fin de confirmar la
aprobación de reglas.
Desde entonces, han sido innumerables
los juicios entre ellas y, en la Madrugada, ha habido
dos que marcaron el devenir de lo que conocemos actualmente y que son claves para entender el problema del orden y del
inmovilismo de las cofradías: el pleito de la Esperanza de
Triana con el Calvario, a finales del XIX, y el de la Macarena con el Gran Poder, que «concluyó» con la
Concordia entre ambas hermandades en 1903. Del segundo se han escrito ríos de
tinta, de cómo un conflicto entre dos cofradías acabó en hermanamiento sin que
se resolviera jurídicamente el problema. Sin embargo, pocos conocen el primero,
que desde hace 125 años viene arrastrando los recelos entre tres cofradías: el
Calvario, la Esperanza de Triana y los Gitanos a cuenta del orden de paso por
la Carrera Oficial, y del que en cada Cabildo de Toma de Horas queda constancia
en el acta para que no se olvide.
En primer lugar, para entenderlo todo
hay que remontarse hasta 1888, cuando tan
sólo procesionaban tres cofradías en la Madrugada (el
Silencio, el Gran Poder y la Macarena). Al trasladarse la O al Viernes Santo,
la Esperanza de Triana solicitó ese lugar aunque no salió hasta el siguiente
año. Entonces, el Calvario salía el Miércoles Santo y los Gitanos no salía. En 1889 salía por primera vez la Esperanza de Triana en
último lugar, tras la Macarena.
En 1891, los Gitanos
comienza a hacer su estación de penitencia en la Madrugada, año en el que también lo hace, ocasionalmente por
lluvia el Miércoles Santo, el Calvario. Esta última, en los años sucesivos,
regresó al día en el que lo venía haciendo.
El
conflicto de 1899
Sin embargo, en 1899 acaece un hecho que
va a marcar el devenir en el orden procesional de las seis cofradías y fue la anteposición, considerada como arbitraria, del Calvario a la Esperanza de Triana y a los Gitanos.
La cofradía ahora de la Magdalena recibió en marzo de ese año la aprobación de
sus reglas de forma oficial, en las que alteraba el día de su salida,
estableciendo su incorporación en la nómina de la Madrugada. En las actas de la
Esperanza de Triana de aquel año se recoge el testimonio del por entonces
hermano mayor indicando que el Calvario le había propuesto la cesión de antigüedad para hacer estación de penitencia
por delante, recibiendo una subvención de 125 pesetas, mediante escritura
pública. La junta de gobierno de la Esperanza de Triana aceptó, pero supeditado a que la Macarena —a la que también se lo habían
propuesto— aceptara. Esta última no aceptó y, por tanto, se anulaba el acuerdo
con la corporación trianera. Así, el Calvario recurrió al Arzobispado.
¿Parcialidad
en Palacio?
En el proceso, que resultó favorable
para el Calvario, la Esperanza de Triana denunció que el
fiscal de Palacio encargado del pleito, Jerónimo Álvarez Troya, era tío carnal de un conocido hermano del Calvario,
Jerónimo Gil Álvarez. La cofradía de ruan argumentaba que en sus reglas (de ese
mismo año) se hacía explícita referencia a que su estación de penitencia se
fijaba en la Madrugada del Viernes Santo, mientras que las de la Esperanza de
Triana (de 1774) indicaban que celebraría una procesión solemne el Viernes
Santo precedida del sermón de la pasión, por lo que esta cofradía estaría
incumpliendo sus reglas. La explicación de la corporación trianera fue que,
cuando se aprobaron sus reglas, las hermandades de la Madrugada hacían estación
de penitencia al alba y no con los horarios actuales.
De esta forma, el provisor del
Arzobispado ordena, a pocos días de la Semana Santa de 1899,
que «atendida la urgencia con que esta resolución se impone, deberá mandarse
que en el año actual preceda en el orden de salida la hermandad del Calvario a
la de Nuestro Padre Jesús de las Tres Caídas, sin que por este mandato se
entienda que se prejuzga del derecho que pueda asistir a ambas hermandades su
puesto del orden».
En señal de protesta, la Esperanza de Triana acordó salir a las nueve de la mañana
por el agravio que consideraba había sido sometida. De esta forma, la hermandad
siguió invocando su derecho todos los años posteriores a 1899. Tras una
resolución provisional en 1909 —en los mismos términos que una década antes—, en 1914 se dictó un decreto dando carta de naturaleza al cambio
producido en 1899 entre ambas cofradías.
El
pleito de 1971
Pasaron los años y, en 1971, bajo una
iniciativa de los Gitanos, se citaron los hermanos mayores y el delegado de la
Madrugada a fin de solucionar los problemas que seguía habiendo en la jornada
después del caos vivido en 1966, cuando se colapsó el día y motivó que el Gran
Poder aceptara dar el rodeo por el Arenal y el Museo que hace actualmente, y
por el que la Esperanza de Triana sufre para comprimirse para dejarla pasar. De
esta manera, el entonces hermano mayor de los Gitanos, Manuel Moreno, propuso que el Calvario procesionara la primera de
la Madrugada, por delante del Silencio, propuesta que fue rechazada
por su hermano mayor, Álvaro Dávila..
El verdadero origen de la Madrugá de Sevilla
Las cofradías,
obligadas a no procesionar de noche, interpretaron a su manera el término
“alba” descubriendo un amanecer distinto para Sevilla
Alegre,
piadosa, pagana, desmedida, exuberante... La
Semana Santa
de Sevilla parece un espectáculo medido y perfecto, un prodigio de
sensorialidad teatral y mística, pero en realidad es un artefacto organizado
estratégicamente siglo a siglo; un fenómeno que sobrevivió a incendios,
epidemias, iconoclastias, crisis económicas y revoluciones laicas. ¿Dónde
remontar sus orígenes? ¿A las devociones medievales? ¿A las lecturas simbólicas
de la Contrarreforma? ¿A los excesos ornamentales del barroco? Hasta hace poco,
se argumentaba que la Contrarreforma era el periodo en el que surge. Y el siglo
XIX, con los aires románticos de la llamada Corte Chica del duque de
Montpensier y la infanta María Luisa de Borbón, el momento en el que se fija su
estética definitiva.
Sin
embargo, un riguroso estudio plantea ahora una revisión de estos orígenes
remontando al siglo más inesperado los inicios de la
Semana Santa sevillana: el XVIII. La investigadora Rocío Plaza Orellana plantea en
sus Los orígenes modernos
de la Semana Santa de Sevilla. El poder de las cofradías (1777-1808),
publicado por El Paseo, esta relectura de una celebración que en muchas
ocasiones ha datado sus inicios basándose solo en la tradición, algo mucho más
remoto.
Para
Sevilla, el XVIII no fue un momento glorioso. Después de los siglos XVI y XVII,
con el monopolio comercial con las Indias que la convierten en la capital
económica de España, el XVIII será un tiempo de oscuridades. La decadencia
cristalizó en 1717, cuando el monopolio con América pasa a Cádiz. Sin embargo,
Sevilla, como señalaron en su día los historiadores Antonio Domínguez Ortiz y
Francisco Aguilar Piñal, se convertirá esa centuria en un laboratorio para las
reformas ilustradas de Carlos III. Las transformaciones anunciarán el cambio
del antiguo al nuevo régimen y afectarán al urbanismo, la Universidad, el
teatro... y
la Semana Santa.
Estos
ensayos de modernidad despertarán fuertes tensiones entre el poder civil y el
eclesiástico. Y se plasmarán en episodios como el ascenso y caída del asistente
ilustrado Pablo de Olavide, quien intentó cambiar la vieja Sevilla —y
con ella su Pasión—,
pero que sufrirá un proceso inquisitorial por “impío y miembro podrido de la
religión”, precisamente por su rechazo a las devociones populares.
“El proceso de Olavide
tuvo numerosos vértices. Destacan, por la trascendencia que tendrían después
para las cofradías, dos acusaciones: permitir los bailes de máscaras y las
comedias y su falta de piedad religiosa”, explica Plaza, profesora de Historia
del Arte en la Universidad de Sevilla.La Semana Santa que ahora se vive es hija
de ese tiempo, ya que sobrevive a la dura batalla de las reformas ilustradas.
Su deslumbrante Madrugá surge en su concepción actual en esa época. ¿Cómo se
inventó? Paradójicamente, estos cortejos nocturnos de la madrugada del Viernes
Santo se inician en el Siglo de las Luces. La Madrugá es un resultado de
ciertas trampas legales que los cofrades usaron para evitar las reformas
ilustradas. Por ejemplo, la interpretación —no sin picaresca— del concepto
temporal del alba, el momento en que debían salir las procesiones para evitar
la noche.
El Consejo de Castilla
implanta en 1777 una serie de leyes para controlar las costumbres de las
cofradías. En realidad, estas medidas las había iniciado Olavide una década
antes como parte de sus reformas ilustradas: una vez caída la noche, las
cofradías no podían encontrarse por las calles, ante los posibles desórdenes
públicos y delitos amparados en las sombras. Tampoco se permitían los rostros
cubiertos de los penitentes y disciplinantes. Las medidas iban en sintonía con
las del marqués de Esquilache prohibiendo las capas y sombreros, que terminaron
en el motín que hizo caer al ministro de Carlos III.
El rey obligó a que las
cofradías estuvieran “recogidas y finalizadas antes de ponerse el sol”. ¿Y qué
se hizo en Sevilla? Ni más ni menos que quebrantar las leyes del reino poniendo
sus imágenes en la calle de noche amparadas en una curiosa interpretación. Fue
la Hermandad del Silencio, fundada en el siglo XIV, la que en 1774, obligada al
cambio, dictó que acompañarían a Jesús Nazareno y la Virgen de la Concepción en
un “alba” o amanecer, lo que se tradujo por las dos de la madrugada. “Esta
decisión vino a formar parte de la compleja estrategia de engaños, resistencias
y desacatos que las cofradías ofrecieron a los nuevos ordenamientos
provenientes de Madrid, como si Sevilla tuviera otro amanecer”, detalla Plaza.
Igual ocurrió con El Gran Poder, y después lo harían
la Macarena —ambas siguen haciendo su estación de penitencia en La Madrugá— y
la Carretería —que en la actualidad procesiona la tarde del Viernes Santo—, que
procesionaba el Jueves Santo por la tarde y a la que también le sorprendía la
noche. Así, salió media hora después del alba, cobijada ya en la madrugada.
“Como se contaría muchos años después, fueron capaces de hacer de la noche día,
sólo con su presencia. Cuando El Gran Poder se hizo definitivamente con su
madrugada, Olavide aún continuaba en manos del Santo Oficio”, añade la
investigadora desvelando la Sevilla que ganó la batalla de la Ilustración.
Una reforma legal de Carlos III tras el motín de
Esquilache trajo con ella la trampa. Para evitar más desórdenes como el que
tumbó a su ministro, el rey creo nuevas figuras políticas, entre ellas los
llamados alcaldes de barrio. Esta medida supuso la entrada en el gobierno de
las ciudades de personas de extracción social más baja, pero más dinámica. En
Sevilla, muchos eran cofrades y supieron utilizar el poder otorgado para evitar
las reformas ilustradas que afectaban a las procesiones.
Tras estos cambios, el XIX
impregnaría las cofradías de aires teatrales. “El teatro fue un espejo de
influencias. Compartieron el emplumado de los ángeles, el escarchado de los
tules de las damas en los rostrillos de las Dolorosas”, afirma la investigadora
Rocío Plaza. La Semana Santa se contagió de tonadillas interpretadas en los
oficios. En una crónica de la época se lee: “Ya no se oyen más que minuets en las meditaciones, responsos abolerados,
coplas o motetes afandangados. (…) O el teatro es un acto religioso o nuestra
religión es una comedia”. Llegaba el siglo romántico y con él la Sevilla
pintoresca.
Reseña Histórica Hdad.El Silencio
Se fundó la Primitiva Hermandad de los Nazarenos de
Sevilla en la iglesia parroquial de Omnium Sanctorum, en la cuaresma del año
de 1340, por un grupo de piadosos vecinos del barrio de La Feria, para meditar
la Pasión según el Evangelio de San Juan, y glorificar a Nuestro Señor
Jesucristo en el doloroso trance de llevar sobre sus hombros la Santa Cruz.
Bajo el título de HERMANDAD DEL DULCÍSIMO JESÚS NAZARENO Y LA VIRGEN SANTA
MARÍA CON SAN JUAN, ocupando la capilla del patronato de los Cervantes, sus
primeras Reglas o Estatutos fueron aprobadas por el Arzobispo de Sevilla, don
Nuño de Fuentes, el 22 de febrero de 1356, prescribiéndose en estas
ordenanzas la procesión de penitencia en la madrugada del Viernes Santo, el
socorro a los necesitados y la entrega de dotes a doncellas pobres y en trance
de contraer matrimonio.
“Unos
hombres piadosos, con auténtico espíritu cristiano, ricos en fe y temerosos de
Dios, conscientes de su ingratitud para con Él y contritos de sus culpas y
pecados, fundaron en la Iglesia Parroquial de Omnium Sanstorum, del sevillano
barrio de la Feria, cuando corría la Cuaresma del año 1340, una Hermandad a la
que llamaron del Dulcísimo Nazareno y de la Virgen Santa María con San Juan,
que destinaron a glorificar a Nuestro Señor Jesucristo en el doloroso trance de
abrazar y llevar sobre sus hombros la Santa Cruz”
Trasladada a la ermita de San Antón, hizo su primera
salida procesional a la ermita de San Lázaro, extramuros de la puerta de la
Macarena, el 14 de Abril de ese mismo año de 1356, vistiendo sus cofrades
túnicas de angeo de color morado, sin brillo, tosca soga de esparto ceñida a
la cintura y el rostro cubierto por una cabellera de cáñamo que sujetaba a
las sienes una corona de espinas. Todos cargaban con una pesada cruz y llevaban
los pies descalzos. Este singular atuendo, imitación del de Jesús, dio origen
al nombre de nazarenos con el que designan en Sevilla a los penitentes de la
Semana Santa.
Desde la ermita de San Antón, en el campo de la
Macarena, pasó en 1546 al Hospital de la Cinco Llagas, llevando ya por
entonces en su estación penitencial pasos con pequeñas imágenes. En 1571 se
trasladó al hospital de la Santa Cruz en Jerusalén, vulgo de los
Convalecientes, sito en la actual calle Rioja, desde donde continuó haciendo
su estación, al romper el alba del Viernes Santo, visitando los sagrarios de
cinco iglesias.
El 14 de abril de 1579, siendo Hermano Mayor Mateo
Alemán, adquirió en propiedad la pequeña capilla del Santo Crucifijo y una
parte del huerto del Hospital y Real Casa de San Antonio Abad, sita en la calle
de las Armas, donde labró capilla y quedó establecida canónicamente.
El propio escritor, Mateo Alemán, redactaba nuevas
Reglas con la ordenación de la cofradía, obras de caridad y rescate de los
presos de la Cárcel Real, siendo aprobadas el 24 de abril de 1578,
posteriormente renovadas e ilustradas con pinturas de Francisco Pacheco.
El 29 de septiembre de 1615, por iniciativa de su
Hermano Mayor Tomás Pérez, la Hermandad hizo solemne Voto y Juramento de
creer, proclamar y defender, hasta derramar su sangre, si preciso fuere, que
María Santísima, Madre Dios y Señora Nuestra, fue concebida sin pecado
original, siendo la primera congregación que llevó a cabo este Voto y
Juramento.
Entre sus muchos timbres de gloria figura también el
haber sido fundadora del Amparo de Venerables Sacerdotes en 1627. A su ejemplo
e imitación han surgido en España numerosas Hermandades que tienen la misma
advocación y se rigen por idénticas Reglas. Está incorporada a las
Basílicas de la Santa Cruz en Jerusalén, San Juan de Letrán, y Santa María
la Mayor, de Roma y a las del Salvador, y Santo Sepulcro, de Jerusalén.
Incorporada para sus goces y privilegios a numerosas órdenes y familias
religiosas, como Capuchinos, Carmelitas, Cartujos, Jesuitas, Filipenses, San
Juan de Dios y Claretianos, entre otras.
El hecho de que el día 16 de julio de 1824 fuese la
Hermandad declarada Archicofradía, le dio gloriosa ocasión de ser cabeza de
buen número de hermandades que, distribuidas por la geografía española
procuran a su semejanza la mayor honra y gloria de Dios y de su Santísima
Madre, así́ como la santificación personal de sus hermanos y cofrades.
Por el orden, recogimiento, seriedad y silencio
absoluto con que, inmutablemente, lleva a cabo su estación de penitencia a la
Santa Iglesia Catedral, esta Hermandad es conocida vulgarmente por la Cofradía
del Silencio, constituyendo su salida y tránsito por la catedral una de las
notas más emotivas y famosas de la Semana Santa sevillana.
Fuentes:
Hermandaddelsilencio;
Wikipedia;
Sevillapedia;
ABC;
Diario de
Sevilla,
Hermandadesdesevilla.
Javier Macías
Acólitos
Son aquellos que procesionan vistiendo sotana, dalmática, alba o sobrepelliz. Pueden ser de varios tipos:
·
Acólitos
ceroferarios: Portan los ciriales y se sitúan delante de los pasos. En
algunas de las pocas cofradías que siguen portando en su cortejo una manguilla
(cruz en representación de la parroquia), esta va escoltada por ceroferarios.
·
Acólitos
turiferarios: Es el que lleva el incensario.
·
Pertiguero:
Responsable secular de los acólitos. Lleva en la mano una pértiga en el altar
de culto o en las procesiones.
·
Monaguillos:
Menor que presta servicio en el altar durante los cultos y/o que procesiona
llevando una prenda alba.
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