En 1418 se
funda una hermandad de luz con el título de la Esperanza, establecida en la
Real Parroquia de Señora Santa Ana y relacionada con el gremio de los
ceramistas, y que constituye no sólo la más antigua de Triana, sino una de las
más antiguas de Sevilla. Así lo afirma Santiago Montoto en su obra Cofradías Sevillanas. Más de un siglo después, en 1520,
el presbítero Gonzalo de Herrera, instituyó una capellanía en dicho templo en
el altar de la Virgen. Esta Hermandad, en 1542, se fusionó con otra corporación,
llamada de San Juan Evangelista, del gremio de pescadores; dato proporcionado
por Juan Carrero en sus Anales.
En el
testamento que otorgó en 1565 Juan Vidal, polvorista y vecino de Triana, se
estipula como última voluntad la celebración por su alma de una misa de réquiem
cantada y diez misas rezadas, acompañado en el entierro por la cofradía de
Nuestra Señora de la Esperanza, que está establecida en el convento del
Espíritu Santo, situado en la calle Betis. Esta manda testamentaria lleva
implícita que la Hermandad debía tener ya antigüedad, devoción y popularidad en
el barrio.
Por
testimonios indirectos, podemos llegar a conocer con cierto grado de exactitud
la fecha de fundación de la Hermandad de Nuestra Señora de la Esperanza. Así en
1598, Juan Bautista Mazón, prioste de la Cofradía, declara en un interrogatorio
ante el fiscal del arzobispado, que la corporación ya estaba fundada sesenta
años atrás, sin descartar que existiera desde fechas aún más remotas. El motivo
de esta declaración, fue por el pleito interpuesto por la hermandad de la Vera
Cruz de Sevilla por el privilegio de ser la más antigua de llevar insignias,
hábito y cera verde, pleito que probablemente ganó nuestra Hermandad por que
siguió usando la insignia verde.
En 1579 tuvo
lugar en Sevilla una solemne procesión con motivo del traslado del cuerpo
incorrupto de San Fernando a la nueva Capilla Real. Conocemos con minuciosidad
el cortejo de esta procesión, gracias al escrito de Francisco de Sigüenza, en
él se nos dice que la de la Esperanza ocupa el puesto catorce en antigüedad,
tras la de la Antigua y seguida de la O, también de Triana, por lo que podemos
afirmar que ya en estas fechas era la cofradía más antigua entre las del
Barrio.
En 1588
tenemos noticias del poder que otorgan los cofrades a Agustín Bartola para
tramitar en Roma nuevas gracias espirituales como ya lo habían realizado
anteriormente en 1577. Este documento nos indica el interés por el
enriquecimiento espiritual y un cierto nivel económico, pues tales bulas e
indulgencias se abonaban.
A principios
del s. XIX, José Matute y Gaviria en su Historia de Triana,
nos cuenta que en 1595 se aprueban las reglas de una antigua cofradía de
penitencia dedicada a Nuestra Señora de la Esperanza y San Juan Evangelista.
Esta es la primera y más antigua noticia de la unión de ambas hermandades,
siendo copiados estos datos en las investigaciones posteriores de Bermejo,
Montoto, etc.
La fundación
de la Hermandad de la Exaltación a las Tres Caídas de Nuestro Señor Jesucristo
tiene lugar el 4 de Marzo de 1608 en el convento de Nuestra Señora de la Salud
de las Monjas Mínimas de Triana, con la intención de realizar su estación de
penitencia el Viernes Santo por la mañana. Hubo algunas vicisitudes y pleitos
con algunas hermandades en los primeros momentos a causa del título y del color
de las túnicas, quedando establecido como definitivo el de las Tres Caídas que
dio Cristo Nuestro Señor y Nuestra Señora de los Dolores
En 1616,
esta Hermandad de las Tres Caídas que dio Cristo Nuestro Señor, se traslada al
hospital del Espíritu Santo. Son obligados por el provisor Gonzalo del Campo a
fusionarse con la hermandad de la Esperanza, ocupando una pequeña capilla que
era de la corporación de la Esperanza, viviendo durante el siglo XVII una de
las etapas más prósperas dentro de su dilatada existencia. Desconocemos en qué
lugar del convento estuvieron situadas las Sagradas Imágenes durante sesenta
años, pero el crecimiento de hermanos y devotos propicia en 1676 la donación,
por parte del prior del hospital, de una capilla más grande con sacristía y
sepultura para sus hermanos. En contrapartida, la hermandad se obligaba a
realizar honras fúnebres por los hermanos hospitalarios y asistir a ciertas
festividades de la comunidad portando el estandarte y si en algún momento
decidiesen trasladarse deberían abonar la cantidad de 400 ducados.
En 1736 la
Hermandad abandonó el hospital, trasladándose a la parroquia de Santa Ana,
después de ganar varios pleitos a los hermanos hospitalarios que trataron de
evitar que se llevasen los enseres y Sagrados Titulares de su capilla. En Santa
Ana ocuparon la capilla del capitán Cristóbal de Montebernardo. El hecho del
cambio vino procurado por el deseo de los hermanos de posibilitar un contacto
más directo con los devotos y así mejorar su situación, muy precaria desde
principios del XVIII por diversas calamidades que habían asolado la ciudad y
que habían mermado el número de hermanos.
Desde 1755,
en que abandonan la Parroquia de Santa Ana a causa del terremoto de Lisboa, La
Hermandad trata por todos los medios de conseguir un templo propio que no se
bendecirá hasta 1815. En las diferentes sedes en las que recibieron culto, las
Sagradas Imágenes probablemente se situaran en altares provisionales, primero
en el Convento de los Remedios (1756-1776), más tarde en la capilla de la
Encarnación, donde permanecen poco tiempo, volviendo en fecha indeterminada a
su primitiva sede del hospital del Espíritu Santo. Esta institución se extingue
hacia 1800 pero la iglesia debió permanecer abierta por lo menos hasta 1815,
año del traslado a su nueva capilla de la calle Larga.
La primera
estación de penitencia a la Santa Iglesia Catedral de Sevilla, tendrá lugar en
1845, pasando con muchas dificultades el puente de barcas que estaba situado en
el mismo lugar que hoy ocupa el de Isabel II. En los siguientes años en que
realiza la procesión fluctuará el día de salida, procesionando el Jueves y
Viernes Santo indistintamente.
En
Septiembre de 1868 la Capilla de los Marineros, fue incautada a la Cofradía por
la Junta Revolucionaria, pasando las Sagradas Imágenes en un primer momento al
número 59 de la actual calle Pureza y más tarde, ante las infructuosas
gestiones realizadas para que le fuera devuelta en 1871, a la iglesia del
convento de San Jacinto, a fines de 1872 o comienzos de 1873. La Iglesia
llevaba cuarenta años cerrada, por lo que antes de encontrar un acomodo digno
en el templo los titulares fueron depositados bien en la sacristía o bien en el
coro alto. Con la apertura al culto de la Iglesia en 1879, la Hermandad ocupó
la capilla de la cabecera de la nave de la epístola.
En 1888 se
comienza a reorganizar la hermandad por los pocos hermanos que quedaban,
realizando de nuevo su salida en 1889. Este mismo año nuestra Hermandad sostuvo
un pleito con la del Cachorro por la apropiación de nuestra Dolorosa, ya que la
Esperanza estuvo acompañando el Viernes Santo al Santísimo Cristo de la
Expiración al menos desde 1879 a 1888, siendo devuelta en ese mismo año de
1889, lo que provocó que se reforzara la estima y valoración de la Sagrada
Imagen dentro del seno de la corporación.
El incendio
que sufrió Nuestra Señora de la Esperanza en su altar el 2 de Mayo de 1898
supuso una tragedia en la cofradía, pero a raíz de su restauración se refuerza
aún más el cariño y la devoción popular que había conquistado desde su
reincorporación a los desfiles penitenciales, provocando quizás que a raíz de
este accidente la Santísima Virgen pasase a ocupar un lugar de privilegio
dentro del seno de la corporación. Hecho éste que, unido a la “moda” de los
pasos de palio que se estaba consolidando en este último cuarto del siglo XIX,
gracias al auspicio de los Duques de Montpensier y las invenciones de las
hermanas Antúnez, Ojeda y la música pre-regionalista producen una época de
esplendor mariano.
En el primer
tercio del siglo XX, nuestra corporación se va a asentar en lo devocional con
la llegada de Don José Sebastián y Bandarán como director espiritual, que
consolida el septenario y crea junto con la infanta Doña Luisa de Órleans el
besamanos en 1927. En lo procesional se hace célebre la visita a los presos de
la Cárcel del Pópulo que inspira en 1925 la marcha “Soleá
dame la mano”, y la vuelta triunfal al barrio en las mañanas del
Viernes Santo, además de las salidas en procesión de gloria con motivo de la
Velá de Santa Ana.
En lo
patrimonial, gracias al quehacer de dos hermanos mayores, Manuel Rodríguez
Alonso y Tadeo Soler, industriales del mundo de la cerámica trianera que serán
fundadores junto con Enrique Mensaque de la fábrica Mensaque-Rodríguez y Cía en
1905, conocida como Nuestra Señora de la Esperanza. Éstos van turnándose en el
cargo desde 1908 hasta 1928, encontrando en la figura del ceramista José Recio
del Rivero un diseñador en el que depositar su confianza para que definiera el
estilo y una idiosincrasia propia para la Hermandad. Una vez aceptado el
encargo, decide inspirarse en los dibujos de la ornamentación cerámica trianera
de los siglos XVI y XVII, que estaban recuperando los industriales trianeros de
la mano del historiador José Gestoso y del propio José Recio del Rivero, como
director artístico de José Mensaque y Vera, traspasando estos diseños al manto
el palio y a las insignias del cortejo de la Esperanza. La inspiración en la
cerámica y la forja será su novedosa e interesante aportación estética al
diseño cofrade, piezas que se han convertido en un referente del estilo regionalistacreado en la ciudad a principios del siglo
veinte.
El hecho de
que la cerámica fuese una de las principales actividades gremiales del barrio
en el pasado, sin olvidar que el gremio de los ceramistas parece que perteneció
a la Hermandad de Luz de la Esperanza, convierten este estilo en toda una seña
de identidad trianera. Fue en esta circunstancia la primera vez que se usaron
los motivos cerámicos como fuente de inspiración absoluta en unos bordados,
aportación ciertamente original de nuestra Corporación al mundo artístico
cofrade. Un hecho no lo suficientemente valorado, ya que frente a las trazas
barrocas de Juan Manuel o las orientales del taller de Olmo, Recio optó por las
trazas renacentistas y manieristas, que junto con las anteriores serán los
diseños más recurrentes para los futuros enseres de las cofradías sevillanas.
El legado
más importante de Recio fue articular un nuevo concepto de desfile procesional
en nuestra Hermandad, dándole el sello de cofradía de barrio; viendo en la
riqueza de los diseños renacentistas la estética más apropiada para que la
fiesta fuera el mayor exponente del espíritu del pueblo: un espíritu popular y
castizo que él quiso aportar a la cofradía de la Esperanza, que trataba de
adaptarse a una Semana Santa que estaba pasando de ser un fenómeno de
religiosidad popular a ser un espectáculo ciudadano.
En 1929 una
de las muestras en la Iglesia del Salvador con motivo de La Exposición Mariana,
es presidida por el palio de la Esperanza, acompañándola en el traslado un
enorme gentío y en su presidencia la presencia de Doña Luisa de Órleans, que a
su vez era la camarera honoraria perpetua de la Santísima Virgen, cargo que han
seguido ocupando su hija, la Augusta Señora Doña María de las Mercedes de
Borbón, Condesa de Barcelona y su nieta S.A.R. La Infanta Doña Elena de Borbón
y Grecia.
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