miércoles, 18 de julio de 2018

PASEANDO POR SEVILLA "Plaza de San Lorenzo"


PLAZA SAN LORENZO
La plaza de San Lorenzo es una plaza peatonal situada en el barrio de San Lorenzo, en el Distrito Casco Antiguo de la ciudad española de Sevilla, (Andalucía). En ella confinan las calles Conde de Barajas, Cardenal Spínola, Martínez Montañés y Eslava.
Debe su nombre a la iglesia de San Lorenzo, que se encuentra ubicada en la plaza, así como la basílica del Gran Poder, sede canónica de la Hermandad de Jesús del Gran Poder, conocido popularmente con el señor de Sevilla.
Historia
La plaza toma su nombre de la iglesia de San Lorenzo, construida en el siglo XIII, por lo que desde ese siglo es conocida con este nombre, aunque a lo largo de la historia también ha sido nombrada popularmente como plaza Grande o plaza mayor de San Lorenzo.
En esta plaza se puso fin al motín del pendón verde iniciado en la calle Feria, (se detalla mas abajo) y fue escenario de los funerales del torero Joselito el Gallo en 1920, albergando en la misma época un taller del imaginero Antonio Castillo Lastrucci.
El trazado actual de la plaza se debe al proyecto realizado en la segunda mitad del siglo XIX por Balbino Marrón, que perfiló su geometría, y de la obra realizada por el Ayuntamiento de Sevilla en el año 2003, en la que se eliminaron los niveles, se hizo peatonal y se la dotó de mobiliario urbano.










Motín del pendón verde
Se conoce como motín del pendón verde al levantamiento popular que tuvo lugar en la ciudad de Sevilla (España) el 8 de mayo de 1521 con motivo del hambre que padecían los habitantes del barrio de Feria. Recibe este nombre porque los amotinados enarbolaron contra las autoridades una enseña verde que había sido tomada a los almohades y que se guardaba en la capilla bautismal de la parroquia de Ómnium Sanctorum, situada en dicho barrio.
El pendón verde está considerado por algunas fuentes como uno de los antecedentes de la actual bandera de Andalucía.
El 8 de mayo de 1521 los habitantes del Barrio de la Feria (actualmente la calle Feria y sus alrededores), hacen un levantamiento popular ya que en ese momento pasaban por una hambruna.
Los participantes en el motín, descendientes de moriscos y andalusíes, recorren la ciudad y se dirigen hacia el ayuntamiento, al que lanzaron piedras y todo tipos de objetos. El Asistente de la ciudad calma a la muchedumbre ofreciéndole vino. Por el momento se calman, pero el 9 de mayo los ciudadanos se apoderan de armas y piezas de artillería, además liberan a los presos.
Todo esto hace que el Asistente se asuste al parecerse al levantamiento comunero, por lo que llama a algunos soldados y consiguen aplastar la rebelión, además de ajusticiar a los cabecillas.
Se capturan a cuatro de los participes de la sublevación popular y se les realiza un ajusticiamiento por el cual se les cortan las cabezas y las cuelgan en la ventana principal del palacio de los marqueses de la Algaba.

LEYENDA DE LA MUJER EMPAREDADA:
Por José María de Mena.
En una noche de invierno del año 1868, llamaron a a la casa de Esteban Pérez, un maestro albañil que vivía en el número 4 de la calle Marqués de Mina. Eran altas horas de la noche y el frío no invitaba desde luego a salir pero ante la insistencia de quien llamaba a la puerta y alentado por los pingües beneficios que aquella clase de trabajos perentorios le reportaban, acabó abriendo. En el umbral había un hombre embozado que le requirió que levantara una pared a cambio de una buena cantidad de dinero. En el umbral le dijo que debía vendarle los ojos y como el albañil mostró cierto reparo al punto el pistolón empuñado por el desconocido le hizo salir de la casa mientras un "El oro o el plomo" salía de la boca de aquel hombre misterioso. Al momento le taparon los ojos y le llevaron a un carruaje. Por el camino intentó seguir por donde iban pero el cochero llevaba los caballos endiabladamente y acabó mareándose de los giros tan bruscos que hacían.

Al buen rato que le pareció eterno, lo sacaron del carruaje y lo llevaron al interior de lo que parecía una casa. Cuando le destaparon los ojos sintió al instante la presión del cañón en su cogote mientras le apremiaban a que comenzara a levantar una pared en el sótano. Allí mismo le habían dispuesto todos los materiales y herramientas necesarias pero cuando su vista se acostumbró a la penumbra reinante descubrió con horror que delante suya había una joven mujer maniatada y amordazada que le miraba con ojos suplicantes.

- ¡Rápido! Levante una pared del suelo al techo.

El albañil obedeció tales órdenes y mientras la levantaba calculó cuántas horas podría sobrevivir aquella chiquilla en un habitáculo tan reducido pues el espacio que le dejaban era el que ocupaba la silla donde estaba la mujer.

En cuanto terminó el macabro encargo, se repitió la maniobra de antes. Taparon al pobre hombre y lo subieron a empellones al carruaje mientras lo amenazaban con su vida y la de su familia se decía cualquier cosa de aquella noche.

Llevaba un rato acostado hasta que su mujer le preguntó qué le pasaba. Calló pero ella insistió.

- No dejas de dar vueltas desde que has vuelto de ese trabajo. ¿Ha pasado algo?

La conciencia de dejar morir a aquella infeliz que por mucho mal que hubiese hecho pensaba, no se merecía tal lenta y atroz muerte le llevó a contarle a su mujer lo ocurrido. Ella le dijo que debían dar parte al juez de guardia y fueron en su búsqueda, tocándole aquella noche a Pedro Ladrón de Guevara. Esteban Pérez le relató el trayecto recordando entonces dos detalles que siempre había escuchado los molinos del río en el lado izquierdo y que justo al entrar en la casa había oído claramente dar la una. Dedujeron que el carruaje había dado una vuelta por la ciudad para despistar al albañil pero girando siempre hacia mismo lado por lo que no habían salido de la ciudad. Basándose en la pista de la hora, despertaron rápidamente al relojero del ayuntamiento que fue haciendo sonar relojes de la ciudad mientras el albañil intentaba reconocer el sonido. Pero no estaba seguro de cuál campanada podía haber escuchado él.

Cuando volvieron a su barrio escucharon al campanario de San Lorenzo dar los cuartos.

- ¡Pero qué bruto he sido! - se reprochó el buen hombre. - No eran la una, sino los cuartos. ¡Cómo no he podido reconocer el reloj de mi barrio?

Y es que el reloj de San Lorenzo era el único de Sevilla que daba las campanadas por cada cuarto. Sin perder un minuto del precioso tiempo del que disponían pues el albañil calculaba que a la mujer le quedaban unos minutos antes de que se acabara el aire de la minúscula cámara hecha por él mismo, fueron registradas las casas con sótano más cercanas a la parroquia hasta que dieron con una situada donde hoy se levanta la Basílica de Jesús del Gran Poder que respondía a las características que había podido apreciar el albañil pese a ir vendado. Cuando llegaron al sótano el yeso aún estaba fresco y la mujer desmayada presentaba un débil pulso pero vivía. Ahora lo importante era detener al canalla que había tramado todo aquello. Dieron orden de detención y lograron evitar que embarcara en Cádiz a Cuba de donde era.

Había llegado a Sevilla pocos años atrás con una inmensa fortuna que decía haber amasado como propietario de plantaciones azucareras. Se había casado con la hija de un confitero de la ciudad a la que desde el primer día había enclaustrado en la casa apartándola de familia y amigos. Lo que determinó el cruel plan de acabar con ella era el descubrimiento de unas cartas de unos primos de ella que vivían en la isla y que le anunciaban su próxima visita. En un par de días se iban a presentar y no había forma de evitar no recibirlos cosa que aquel sujeto quería evitar a toda costa pues iban a descubrir su verdadera identidad como verdugo en Cuba que además se había quedado con objetos de los ajusticiados además de participar en denuncias falsas y en chantajes a gente acaudalada a los que amenazaba con denunciar falsamente si no le pagaban una cantidad de dinero.






 

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