El pabellón de Colombia de la Exposición Iberoamericana de
1929 es un edificio historicista de Sevilla. En la
actualidad es un consulado de Colombia.
El Gobierno colombiano acordó participar en la muestra desde
1911, cuando fue informado de su celebración, y la partida económica para esto
fue dada el 20 de junio de 1926 por parte del Parlamento. El carácter
exportador de Colombia le provocaba interés en promocionar sus productos en
España, sobre todo su café.
El gobierno de Colombia cedió la construcción y el diseño a los
técnicos españoles del gabinete técnico del Comité organizador. Con la
colaboración del cónsul Ernesto Retrepo Tirado, el gobierno colombiano encarga
el proyecto al arquitecto José Granados de la Vega y al aparejador Ángel
Hoyuelas Martínez. El edificio expuso esculturas, hermosos murales y artesanía
nacional, como los sombreros.
Además de este pabellón se acordó otro dedicado al café, llamado
"Café Suave de Colombia", donde podía degustarse, y otro dedicado al
tabaco, sin embargo de este último no hay constancia de su construcción.
En la actualidad el Pabellón es el consulado de ese país en la
ciudad. El 9 de abril de 1931 se acordó también su uso como Escuela Náutica San
Telmo
El escultor colombiano Rómulo Rozo fue
llamado en 1928 por el gobierno colombiano para ejecutar la ornamentación del
edificio construido por José Granados. Rozo se encontró con una edificación que
hacía referencia a la arquitectura religiosa del barroco latinoamericano e
inició la proyección de la ornamentación, inspirada en el arte precolombino de
las culturas Maya, Chibcha, Tolima y San Agustín, entre
otras. Además, Rozo traía consigo desde París a su obra más importante para
emplazarla en el edificio: Bachué, diosa generatriz de los chibchas.
La obra ya le había generado un gran éxito en París y una gran repercusión
mediática, por lo cual es evidente que fue esta obra la que incidió en la
elección de Rozo para la decoración del edificioLa Bachué fue
instalada en una fuente en el centro de la primera planta del edificio, y tanto
en el interior como en el exterior Rozo realizó molduras en yeso y hormigón con
figuras zoomorfas. Se destaca la decoración del Escudo de Colombia en la
fachada principal (una reminiscencia a la fachada de la Estación de la Sabana en la cual Rozo trabajo como obrero durante 1918), el
arco de la portada realizado a partir de la repetición modular de la tusa del
maíz, y los dioses tutelares que custodían la entrada. Rozo además diseño la
ornamentación en hierro del portón, con formas inspiradas en los pectorales
de Tierradentro y
la orfebrería Tolima. Las torres
fueron decoradas con columnas salomónicas que enmarcan a cuatro deidades
alegóricas: la navegación, la agricultura, el comercio y la industria. Algunos
vitrales del edificio fueron diseñados por la esposa del artista, Ana Krauss,
inspirada en la vegetación de Colombia para el caso de la sala semicircular del
edificio, y con anagramas en la montera que da al patio central. Asimismo, hay
un friso cerámico a lo largo de la fachada realizado por la fábrica Ramos
Tejano, concebido como una pieza modular que representa máscaras rituales
indígenas. El resultado final terminó siendo un edificio sui generis, por la
extraña belleza entre la conjunción de una arquitectura religiosa con una
decoración sin antecedentes basada en civilizaciones precolombinas. La
repercusión de la prensa ante el producto finalizado del edificio concluyó en
un éxito sin precedentes para Rómulo Rozo, quien sin embargo decidió no
regresar a Colombia sino establecerse en México a partir 1931.
El edificio fue inaugurado el 26 de septiembre de 1929 contando
con la presencia de una importante delegación colombiana, los infantes Carlosy Luisa de
Borbón y sus hijas las princesas Esperanza y María de las Mercedes, entre
otros importantes personajes de la comitiva española. También estuvo
presente Edda Mussolini,
hija del entonces presidente del consejo de ministros de Italia. En el patio
interior de la primera planta se organizó una exposición de arte contemporáneo,
comisariado por el artista Roberto
Pizano, quien adquirió las obras con dinero del gobierno nacional específicamente
para este evento. Pizano falleció tempranamente mientras organizaba la
exposición, aunque esta siguió la agenda estimada. La selección hecha por
Pizano consistió en la primera colección de arte contemporáneo con que se
conformó el Museo Nacional de Colombia al
regreso de su préstamo a Sevilla.
Las demás salas del Pabellón fueron usadas como espacios de
exhibición de distintos productos comerciales y culturales. Una sala blindada
fue adecuada para la exhibición de finos diamantes y esmeraldas, otra para
platería y arte colonial, otra para la muestra de publicaciones nacionales, y
un pabellón anexo de estructura temporal fue erigido para la muestra del café
colombiano. Además, una de las salas fue decorada con recreaciones de
esculturas agustinianas para exhibir el Tesoro de los Quimbayas, ahuar funerario de 123 piezas
en oro obsequiado en 1892 por el gobierno colombiano a España. Este invaluable
tesoro colombiano fue sin embargo, pedido en préstamo a España para su muestra
pública en el evento.
Aunque la Exposición Iberoamericana duró hasta mediados de 1930,
el gobierno nacional ordenó el cierre del edificio y el regreso de los
productos en noviembre de 1929, tan solo un mes y medio después de abierto al
público, puesto que había sido un gran esfuerzo económico que no podía
costearse, especialmente por los gastos de seguridad y seguros que demandaba el
préstamo de las colecciones de orfebrería y esmeraldas.
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