EL CALVARIO
Paso de
Misterio
La formalización y reorganización de la Hermandad la llevó a cabo el
Cardenal Ceferino González el 9 de marzo de 1886. Tras la aprobación de las
reglas, la junta creyó conveniente que fuera la escena del Calvario la que procesionara
en la estación de Penitencia. El simulacro pasionario del único paso de la
Corporación, por aquellos años, estuvo constituido por el Cristo del Calvario,
la Virgen de la Presentación y San Juan Evangelista, que fueron la herencia
recibida en la citada reorganización. Para completar el misterio se encargaron,
en 1.888, las imágenes de María Magdalena, María de Cleofás y María de Salomé,
al escultor Ángel Álvarez. El conjunto procesionó, por primera vez, el
Miércoles Santo del referido año, ocupando el último lugar en la Carrera
Oficial.
El paso presentaba unas pequeñas dimensiones, que oscilaban entre los 2,5
metros de ancho y los 3,30 metros de largo aproximadamente. Las proporciones
casi cuadradas del canasto permitían la distribución de los personajes en torno
a la figura del Crucificado, cuya imagen sobresalía de forma considerable sobre
el conjunto con el objeto de dar a la escena un marcado carácter cristológico.
Las imágenes de la Virgen y San Juan estaban distribuidas a derecha e izquierda
del madero, para reparar en el evangelio de San Juan (Jn.19,26), en el cual
Jesús le entrega su madre al discípulo amado. La Magdalena, de forma inusual,
aparecía separada de los pies del Maestro. Y las marías restantes, también de
manera excepcional, mantenían una altura similar a las imágenes de la dolorosa
y el Evangelista. Simbólicamente se apartaba del modelo pasionario barroco, que
recogía la angustia que vivieron los personajes que presenciaron la
Crucifixión. Este misterio se concibió a modo de “Sacra Conversación”, donde
las figuras aparecen dialogando.
La escena se sitúa en el paso previo a la tetralogía fúnebre:
Descendimiento de la Cruz, Jesús en brazos de María, la lamentación y el Santo
Entierro. Se trata de una composición de progenie neoclásica y tintes
románticos. Este carácter romántico se reflejaba, en los variados y simbólicos
colores de las indumentarias. Dichos tonos se alejaban de las prendas enlutadas
que lucía gran parte de los misterios pasionales por aquellos años. Nos
mostraba, pues, el gusto burgués que había tomado la Corporación tras la
reorganización de 1886. El contenido simbólico de ese cromatismo textil no fue
entendido por el pueblo, lo que le valió al paso el sobrenombre de “El cromo”.
El canasto que sustentaba el misterio medía unos 80 centímetros de altura.
Fue concebido en estilo neoclásico, siguiendo el gusto estético de la época de
la Restauración Borbónica en torno a 1875. Se trataba de un paso pequeño para
albergar un misterio de seis figuras. Su decoración estaba formada por un friso
y una cornisa. El friso presentaba en su parte frontal tres ménsulas. La
central estaba compuesta por unas guirnaldas coronadas por un sol que irrumpía
en la cornisa, y las laterales se exhibían en forma de triglifos. Los espacios
existentes entre las pilastras estaban formados por paños rectangulares
configurados por hojas de acanto. Este paso procesionó por última vez el
Miércoles Santo de 1892.
El desdoble de
los pasos
Hasta tres años más tarde la cofradía no realizó estación de Penitencia a
la Catedral. En 1895 estrenó dos pasos y suprimió definitivamente el misterio.
En el primero figuraba el Cristo del Calvario en un paso de estilo neogótico.
La Virgen bajo palio iba en el segundo acompañada, a veces, por San Juan.
El canasto del paso del Cristo era de dimensiones reducidas. La
ornamentación se realizaba a base de elementos geométricos entrelazados,
pilastras y cresterías. En las cuatro esquinas se rompía el rectángulo, con
facetados ensanchamientos de los cuales surgían sendas columnas salomónicas
terminadas en unos faroles de grandes proporciones.
El estilo neogótico es una forma de interpretar el romanticismo imperante
en nuestra ciudad por estos años, al cual, como hemos reseñados, nuestra
hermandad no fue insensible. Se trata de un revival que pretende acentuar la
nota de espiritualidad y el ritmo ascendente de la composición artística. Con
él el arte de la ebanistería cofradiera se introduce plenamente en uno de los
estilos dominantes, por aquellos años, en el viejo continente.
En el segundo paso iba la Virgen bajo palio liso de color negro, acompañada
algunos años por San Juan. Los rectos perfiles superiores del dosel
contrastaban con las figuras ondeadas de las líneas inferiores. El delgado
varal liso y la abundante candelería proporcionaban a las humildes andas un
encanto añejo a pesar de la ausencia de tejidos bordados.
Los respiraderos presentaban forma cuadrangular y se caracterizaban por sus
estrechas dimensiones. El anagrama de María centraba la decoración del
delantero, del cual surgían simétricas hojas de acanto, flores y cuernos de la
abundancia, que se repartían por toda la superficie.
Muy poco tiempo duraron los tejidos lisos pues, en 1898, Rodríguez Ojeda
bordó en oro una saya para la Virgen. Un año después entregó a la hermandad un
palio y un manto en terciopelo azul. La saya es la conocida con el nombre de
“Los Cardos”. El palio conservó los mismos perfiles del negro estrenado en
1895, con los bordados característicos de la etapa inicial de Juan Manuel.
En 1902 fue sustituido el manto por otro diseñado por Guillermo Muñiz y
bordado por Ana y Josefa Antúnez. Este espléndido manto posee unos irregulares
dibujos vegetales bordados en oro. Mezcla una decoración de tallos, hojas de
acanto y flores de mayor grosor con otra ornamentación intercalada más menuda.
La prenda estuvo en poder de la hermandad hasta 1915. Tras un incendio ocurrido
en la iglesia de San Gregorio, fue vendido junto al palio de Rodríguez Ojeda,
los varales y la primitiva peana a la cofradía de Jesús Nazareno de Lora del
Río.
Posteriormente, en 1924, esta corporación se la vendió a la hermandad de la
Columna de Carmona para que la luciese su titular la Virgen de la Paciencia.
Los primitivos varales se encuentran actualmente en poder de la hermandad de la
Borriquita del Viso del Alcor.
Los pasos
actuales
En 1909 estrenó el Cristo del Calvario su actual paso, realizado en madera
de caoba . Su coste ascendió a 9.975 pesetas. Fue diseñado por Francisco Farfán
Ramos. La carpintería y la talla corrió a cargo del maestro Salvador Domínguez
Gordillo. Y la orfebrería fue cincelada y repujada por el platero cordobés
Ángel Cabanes Vázquez. Se remató la obra con unas bombonas de cristal situada
sobre la mesa de las andas, ejecutadas por Manuel de las Heras.
Posteriormente, en 1913, Antonio Amián incorporó las maniguetas y el resto
de los medallones del paso. Dos años más tarde se completó el conjunto con dos
ángeles ceriferarios del siglo XVIII reformados por Emilio Pizarro de la Cruz.
Hemos de reseñar que este paso fue el primero que se realizó en madera de caoba
encerada sin dorar. De igual modo con él se inició el uso de los hachones
angulares en la Semana Santa sevillana. Estas innovaciones fueron censuradas,
en un principio por los cofrades locales, pues consideraban que la luz que
proporcionaban a la imagen y al paso eran insuficientes. Sin embargo, con el
transcurrir del tiempo el modelo iniciado por esta corporación se ha convertido
en arquetipo para otras cofradías locales y foráneas.
La originalidad y el buen gusto de su diseñador son elogiados unánimemente
en nuestros días. En 1922 los ángeles, antes reseñados, fueron sustituidos por
dos jarras repujadas realizadas por el orfebre Manuel Seco Imber, en la
actualidad lucen en el paso de la Virgen.
En 1927 estrenó el paso unos faldones bordados en técnica de recorte sobre
un damasco de seda rojo grosella. Al igual que el canasto fue diseñado por
Francisco Farfán Ramos. Cada uno de ellos estaba compuesto por un festón en
forma de u invertida y un medallón central. En el interior de los medallones
centrales aparecían pintadas cuatro escenas de la pasión de Cristo sobre un
tisú de plata. Estos fragmentos eran los que siguen: la calle de la Amargura,
Jesús despojado de sus vestiduras, el Monte Calvario y el traslado al Sepulcro.
La bordadura fue realizada por las hijas del diseñador, Concepción, Rosario,
Carmen y María Luisa Farfán García. La pintura de los medallones corrió a cargo
de la célebre diseñadora de bordados Herminia Álvarez Udell.
Estos faldones fueron sustituidos por otros lisos en 1960, y recuperados en
la Semana Santa de 1994. En este último año el taller de sobrinos de Esperanza
Elena Caro los bordó de nuevo siguiendo el diseño de Farfán. Los dibujos
centrales fueron restaurados por Joaquín Sáenz.
Al año siguiente, el 1928, Jorge Ferrer labró los faroles que actualmente
van situados en la planta de las parihuelas, y que sustituyeron a las bombonas
de cristal de 1909. Por estos años fueron modificados los hachones, y en 1930
se renovaron las águilas que conforman las esquinas del paso incorporándoles
las garras y picos de plata, obras igualmente de Jorge Ferrer.
El orfebre Cayetano González diseño y labró, en 1960,
las actuales jarras de plata repujada. Y diez años más tarde, en 1970, el mismo
autor trazó el diseño de las potencias de oro del Crucificado.
Hemos de reseñar, como anécdota, que el Cristo de la Clemencia de nuestra Catedral, desfiló en este paso en la procesión organizada con motivo de las misiones de 1942.
Hemos de reseñar, como anécdota, que el Cristo de la Clemencia de nuestra Catedral, desfiló en este paso en la procesión organizada con motivo de las misiones de 1942.
El paso del Santísimo Cristo del Calvario, interpretado como trono y altar,
se enriquece con distintas secuencias de la Kénosis, dispuestas en argenteas
cartelas que reparten por los respiraderos, canastilla y jarras del mismo,
diferentes escenas pasionistas. Y además se incluyen los evangelistas y
apóstoles como narradores y testigos presenciales de la Pasión. Tan interesante
iconografía culmina con la figura del Crucificado que da auténtico sentido a
toda esta composición Cristocéntrica.
El canasto, realizado en caoba, nos presenta un movido formato con
volúmenes de curvos perfiles en disminución, propio del gusto neobarroco
sevillano. Su decoración de hojarasca es símbolo de la primavera, y nos habla
plásticamente de la regeneración de las almas a través de las buenas obras. Las
esquinas se ennoblecen con águilas bicéfalas coronadas, que según San Jerónimo
aluden a la Ascensión y Oración. Por ello, estimamos que alude al ascenso de
las oraciones hacia el Señor, y el descenso de la gracia sobre los mortales.
Estas águilas van coronadas como atributos de santificación y signo de poder
divino.
Sobre la canastilla se dispone la pétrea plataforma del simulacro del
Calvario, en cuyo centro se yergue la cruz entre cuatro hachones. Los hachones
dejan ver en penumbra la imagen del Salvador. Una triple simbología se suma a
su propia funcionalidad: por una parte, es símbolo de la muerte, por otra
expresa la constante plegaria de la Iglesia; y por último, hace presente a los
evangelistas, pilares de la Fe cristiana.
El Crucificado estaba flanqueado por dos jarras con asas en forma de
grifos, elementos iconográficos usados desde la Edad Media en el arte
cristiano. Estos grifos son una clara alusión a la acción salvífica de Nuestro
Señor Jesucristo. Estas jarras han sido sustituidas por otras dos, con
decoración neobizantina, que portan dos hermosas piñas de claveles granates
como una clara manifestación a la fidelidad de Cristo al Padre.
El monte Calvario se rodea de una orla de lirios morados que insiste en la
imagen de Cristo penitente y maltratado para redimir al mundo. El total
resultante queda presidido -como apuntamos líneas atrás- por la espléndida
talla del Cristo del Calvario. El crucificado se fija al madero con tres
clavos. La cruz arbórea está interpretada como patíbulo de martirio. La
escultura, de canon lisípeo, es una acertada representación de Cristo muerto.
Sus caderas se recubren pudorosamente con un movido paño de pureza. Según los
apócrifos, fue la Virgen María quien ocultó con su toca la desnudez de su Divino
Hijo.
La cabeza del Redentor se inclina suavemente hacia la derecha sobre el
tórax. Una amplia corona de espinas fija su cabellera, como emblema de
sufrimiento, tribulación y pecado. Según Santo Tomás de Aquino las ramas
recuerdan los pecados veniales y los arbustos los mortales. La corona de
espinas parodia las corona de rosas de los emperadores romanos.
Una señal inequívoca de la divinidad de Jesús son las tres potencias que
resplandecen sobre su testa. Las potencias, derivadas del nimbo crucífero, significan
en la humanidad deshecha de Cristo la plenitud de gracia, de ciencia y de
potencia.
En lo más alto, coronando la cruz, campea el INRI, cuyo texto original,
según comenta San Juan, estuvo escrito en hebreo, griego y latín. La leyenda
reza así: “JESUS NAZARENUS REX IUDAEORUM” (Jesús de Nazaret Rey de los judíos).
Estas siglas que recogen el título de Jesús como Rey, proclaman su omnipotencia
divina, y su victoria sobre la muerte, a la vez que preludian la Resurrección.
Indican, pues, simultáneamente a un Cristo humillado y exaltado sobra la cruz.
Tras el incendio del manto, en 1915, el paso de la
Virgen de la Presentación fue totalmente reformado. El 17 de abril de dicho año
se aprobó en Cabildo de Oficiales la realización de un palio, un manto y unos
faldones para la titular de la hermandad. Todas las obras fueron encargadas al
afamado bordador Juan Manuel Rodríguez Ojeda.
El palio tiene forma de cajón y fue bordado en oro sobre terciopelo granate. Los bordados del manto de terciopelo azul tienen una estructura simétrica bilateral. Para la concepción de ambas piezas Rodríguez Ojeda se inspiró en los modelos de los bordados sevillanos del siglo XVII.
El palio tiene forma de cajón y fue bordado en oro sobre terciopelo granate. Los bordados del manto de terciopelo azul tienen una estructura simétrica bilateral. Para la concepción de ambas piezas Rodríguez Ojeda se inspiró en los modelos de los bordados sevillanos del siglo XVII.
El Viernes Santo del siguiente año, el 21 de abril de 1916, se estrenaron
las tres piezas coincidiendo con el traslado de la hermandad desde la iglesia
de San Gregorio a su actual sede en la parroquial de Santa María Magdalena. El
palio señala la singularidad de la estética de su autor. La sobriedad de las
líneas, la armonía del diseño y la perfección del bordado obtienen uno de los
modelos más señeros de su etapa de esplendor comprendida entre 1900 y 1917.
En el año 1961 fue restaurado y pasado a nuevo terciopelo granate, además
se bordaron con nuevos hilos metálicos las mallas de las caídas, alterando su estado
primitivo. Estas labores se efectuaron en el taller de Carrasquilla. Entre los
años 1990 y 1992 se volvieron a trasladar a nuevo terciopelo y malla los
bordados del palio. Estos trabajos fueron realizados en el taller de José
Manuel Elena. Este obrador recibió por dicha restauración el premio Demófilo,
que otorga la fundación Machado.
El manto presenta una estructura simétrica bilateral que surge de un núcleo
central y radial. En el año 1954 fue transformado y enriquecido por Cayetano
González que, por aquellos años, diseñaba algunas piezas de orfebrería para la
hermandad. Su intervención en la prenda fue considerable, pues varió la
distribución de los bordados alterando y agregando algunos componentes
decorativos. Estos cambios, al igual que el pasado a nuevo terciopelo, fueron
llevado a efecto en el taller de Guillermo Carrasquilla Rodríguez, sobrino de
Rodríguez Ojeda. En 1996, se volvió a restaurar en el taller de José Ramón
Paleteiro Bellerín.
Siguiendo la línea de enriquecimiento del paso, en 1930, se estrenaron los
candelabros de cola, la peana, las jarras y la candelería del paso. Estas
piezas fueron elaboradas por el orfebre local Jorge Ferrer. Cinco años más
tarde, en la Semana Santa de 1935 lució la Virgen su actual corona realizada
por la joyería Valdés.
En 1951, estrenó la Virgen una nueva saya diseñada por
Cayetano González. Los bordados fueron realizados en el taller de Carrasquilla.
La prenda sigue la estética del manto realizado en 1916 por Juan Manuel
Rodríguez Ojeda.
Siete años después, en 1958, se bordaron en el taller de Carrasquilla los respiraderos actuales, siguiendo las trazas de un diseño de Cayetano González. Todos los dibujos de los bordados son distintos en cada una de las mallas que componen los respiraderos. Al siguiente año se estrenó el varal igualmente obra de Cayetano González.
Para completar el espléndido conjunto del paso de palio fue labrada en plata, en 1993, una imagen que representa la Inmaculada Concepción. Fue concebida para la delantera del paso y se realizó en los talleres de los hermanos Delgado. Como colofón, en 199?, estrenó nuestra titular un puñal de oro diseñado y realizado por Fernando Marmolejo.
Siete años después, en 1958, se bordaron en el taller de Carrasquilla los respiraderos actuales, siguiendo las trazas de un diseño de Cayetano González. Todos los dibujos de los bordados son distintos en cada una de las mallas que componen los respiraderos. Al siguiente año se estrenó el varal igualmente obra de Cayetano González.
Para completar el espléndido conjunto del paso de palio fue labrada en plata, en 1993, una imagen que representa la Inmaculada Concepción. Fue concebida para la delantera del paso y se realizó en los talleres de los hermanos Delgado. Como colofón, en 199?, estrenó nuestra titular un puñal de oro diseñado y realizado por Fernando Marmolejo.
El paso de palio de Nuestra Señora de la Presentación
es trono de realeza por ser María, Madre de Dios. Los respiraderos están
trabajados en plata cincelada y repujada. El motivo central del frontal del
paso palio, concebido a modo de tríptico, ostenta el escudo de la hermandad
entre dos ángeles tenantes. El emblema de la corporación nazarena se compone de
tres cruces sobre el monte Calvario y los anagramas de Jesús y María. Flanquean
dicha heráldica las representaciones de Judit y Esther. Judit que mata a
Holofernes, aparece como vencedora del pecado y por tanto, alude a la
Inmaculada Concepción. Y Esther al colaborar a la salvación del pueblo judío es
prefiguración de María, que al engendrar a Cristo propicia la salvación del
género humano.
Los respiraderos se enriquecen con catorce aplicaciones bordadas en oro, a base de flores que aluden a las virtudes marianas. Las rosas, símbolos de perfección, manifiestan la belleza física y espiritual de la Virgen como Madre del Altísimo. Los tulipanes significan nobleza, pureza y santidad. Los lirios insisten en la pureza que María conservó entre los pecados del mundo (“Yo soy la flor del campo y el lirio de los valles” Cant. De los Cant. 2,1).Las azucenas abundan en el significado de la virginidad. Y los jazmines blancos aluden a la gracia, elegancia y amabilidad.
Los respiraderos se enriquecen con catorce aplicaciones bordadas en oro, a base de flores que aluden a las virtudes marianas. Las rosas, símbolos de perfección, manifiestan la belleza física y espiritual de la Virgen como Madre del Altísimo. Los tulipanes significan nobleza, pureza y santidad. Los lirios insisten en la pureza que María conservó entre los pecados del mundo (“Yo soy la flor del campo y el lirio de los valles” Cant. De los Cant. 2,1).Las azucenas abundan en el significado de la virginidad. Y los jazmines blancos aluden a la gracia, elegancia y amabilidad.
Las andas del paso se cubren con faldones de terciopelo granate, color que
simboliza la sangre, el sacrificio y el amor. Entre los romanos, esta tonalidad
se asociaba con el poder soberano.
Sobre la plataforma del paso se yerguen doce varales, seis por cada flanco,
trabajados en plata de ley. Por su propia función sustentante pueden asociarse
al Sagrado Colegio Apostólico. El palio, prenda litúrgica propia del culto de
latría, se aplica por extensión a la Virgen por ser Madre del Salvador
(Kyriotissa). El palio bordado en oro sobre terciopelo granate armoniza con la
saya de Nuestra Señora de la Presentación y con los faldones del paso, ya
reseñados.
Ante la Virgen se instala la candelería, los candeleros se colocan
escalonados. Todo ese alud de cera incandescente encierra una especial
significación. Nos recuerda el pasaje evangélico de éxodo que habla de la zarza
que estaba ardiendo y no se consumía. En consecuencia, María aparece
glorificada por esa luz que es signo de la presencia salvífica de Dios. (Ex.17)
Las jarras, por su propio sentido de continente,
aluden al mundo femenino. Contiene bouquet de claveles blancos, símbolos de la
fidelidad de María. Y los candelabros de cola semejan unos tallos vegetales
ondulados y cimbreantes que brotan de un tronco común. Los candelabros de cola
son símbolos de luz espiritual y de salvación.
En el centro de las andas, bajo palio, procesiona la bellísima imagen de Nuestra Señora de la Presentación. La Virgen se yergue sobre elegante peana plateada, concebida a modo de regio escabel. La Señora, vestida de reina, luce espléndida saya roja bordada en oro, color que usa por ser Madre del Amor Hermoso. El tocado versión sevillana del schebisim que utilizaban las mujeres de nazaret, está elaborado a base de un velo de tul blanco. Por último, se cubre con amplio manto de terciopelo azul magníficamente bordado en oro. Tan sugestivo manto es una pervivencia del manto de misericordia medieval. El color azul simboliza el cielo y el amor celestial, color de la verdad y tono mariano por excelencia. Sobre su cabeza luce una esplendente corona de plata dorada que alude a la realeza de María.
En el centro de las andas, bajo palio, procesiona la bellísima imagen de Nuestra Señora de la Presentación. La Virgen se yergue sobre elegante peana plateada, concebida a modo de regio escabel. La Señora, vestida de reina, luce espléndida saya roja bordada en oro, color que usa por ser Madre del Amor Hermoso. El tocado versión sevillana del schebisim que utilizaban las mujeres de nazaret, está elaborado a base de un velo de tul blanco. Por último, se cubre con amplio manto de terciopelo azul magníficamente bordado en oro. Tan sugestivo manto es una pervivencia del manto de misericordia medieval. El color azul simboliza el cielo y el amor celestial, color de la verdad y tono mariano por excelencia. Sobre su cabeza luce una esplendente corona de plata dorada que alude a la realeza de María.
El puñal clavado en el corazón de María es una alusión pasionista. Recuerda
la profecía el anciano Simeón: “Una espada te atravesará el alma” (Lc.2,33). Y
un detalle quizás inadvertido en la indumentaria de María es el pañuelo con que
enjuga sus lágrimas. Este pañuelo es la expresión paralela de la patena en que
el sacerdote presenta la ofrenda del Divino Sacrificio. De esta forma María
está interpretada como Virgen oferente durante toda la pasión.
Fuente Hermandaddelcalvario.org
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