El Castillo de San Jorge fue
una fortificación medieval construida en la margen derecha del río Guadalquivir, en la
ciudad española
de Sevilla, Andalucía. Fue usado también como
sede y prisión de la Inquisición Española. Fue
derribado en el siglo
XIX para edificar un mercado de abastos. Actualmente
en las ruinas subterráneas existe un centro museístico sobre el castillo, la
Inquisición Española y sobre la represión religiosa. Se encuentra en el barrio
de Triana.
Junto al mercado de abastos se encuentra el Callejón de la Inquisición,
que formaba parte de la fortificación y que en la actualidad comunica la calle
Castilla con el paseo Nuestra Señora de la O.
Los visigodos crearon una
fortificación en esa área junto al río para la defensa de la ciudad Spalis,
nombre visigótico de Sevilla. Durante el dominio almohade,
en 1171, Jucef Abu Jacub, rey de Isbilia,
ordena la construcción en esa zona del río de un puente flotante sobre una
hilera de barcas para unir las orillas este y oeste, el Puente de Barcas..Las cadenas de ese puente estarían unidas al entonces llamado Castillo de
Gabir. Además, el mismo año el rey canalizó el agua del Guadalquivir desde
el Castillo hasta el interior de la ciudad, gastando una suma de dinero
inmensa. El conjunto defensivo estaba formado por el propio Castillo defendido por una
muralla con diez torres, un foso y una barbacana. Fernando III de Castilla,
con la ayuda de la flota de Ramón de Bonifaz, rompería
las cadenas y con ella la barrera del puente. Esto ayudaría a Fernando III a
tomar la ciudad en 1248.
Desde dicha toma y hasta 1280 el castillo pertenecería a la Orden Militar de San Jorge,
patrón de los caballeros y los soldados.
La importancia defensiva del castillo fue
disminuyendo con los siglos y en 1481 se convertiría en sede de la Inquisición
Española, que lo abandonaría en 1626
debido al continuo deterioro de sus muros a causa de las fuertes crecidas del
río. Tras esto, fue cedido al conde duque de Olivares,
el cual se ocupó de sus reparaciones y cuidados y de la vigilancia sobre las
mercaderías realizadas a sus puertas. En 1639
volvería a ser de la Inquisición hasta su marcha definitiva en 1785.
Fue entonces ocupado por el Colegio de las Becas. Entre 1800 y 1803, el castillo fue demolido y se crea un ensanche desde la
plaza del Altozano hasta la calle Castilla, con la creación de una nueva calle
denominada de San Jorge y se edifica un mercado de abastos.
A pesar de que el castillo era usado también
como prisión, desde comienzos del siglo XVI la Inquisición tenía una
"cárcel perpetua" situada en un local alquilado próximo a la Iglesia del Salvador.
Se encontraba en la calle Azofaifo y pertenecía a Elvira de Zúñiga y de Guzmán.
De acuerdo con Giorgio
Vasari, el artista florentino Pietro Torrigiano fue
apresado por la Inquisición y fallecería en el Castillo de San Jorge en 1522 en
una especie de huelga de hambre, aunque es posible que esta historia sea
apócrifa.
En 1823 se instala en el solar del castillo el Mercado
de Triana, que ha seguido en funcionamiento hasta la actualidad con
sucesivas reformas. Bajo el mercado se llevaron a cabo numerosas excavaciones
arqueológicas, que concluyeron en la necesidad de musealizar los restos. En 2009 el Ayuntamiento de Sevilla
inauguró el proyecto del Castillo de San Jorge, creando así un centro de
interpretación de las ruinas y de la represión religiosa que supuso la
Inquisición Española.
En 1805 Beethoven estrena su ópera Fidelio,
sobre una prisión sevillana donde a finales del siglo
XVIII existen presos de conciencia. Si bien no lo nombra
específicamente en el texto, es muy probable que el compositor se estuviera
refiriendo al Castillo de San Jorge. En los últimos años Sevilla ha intentado
poner en valor su pasado operístico con la iniciativa Sevilla, ciudad de
ópera, y esto ha incluido la inserción del castillo en recorridos turísticos sobre la
herencia operística de Sevilla y la colocación de una placa conmemorativa en el
lugar.
NOTA: Para la realización de este
trabajo se han consultados las siguientes fuentes Habiéndose rechazados otras muchas
consultadas.
Wikipedia;
Wikimedia
Commons:
Unaventanadesdemadrid.com
sevillaciudaddeembrujo.blogs
www.larutadelapeste.
LAS
BODEGAS
Las casas principales de cualquier ciudad de
entonces disponían en su interior de unos almacenes subterráneos conocidos como
bodegas, o fresqueras, en donde la humedad,
luminosidad y temperatura se lograban mantener de forma estable, colaborando
así en lograr unas mejores condiciones para el almacenamiento y conservación de
los alimentos. En ellas, se solían guardar, entre otros, aceites, chacinas quesos
y vino.
En la foto, vemos la bodega abovedada de la casa del Primer Inquisidor. Además del acceso
situado en la planta superior, por el que hemos bajado hasta ella, contaba con
otra salida secundaria que comunicaba directamente con la ribera del río. Dicho
trayecto se encuentra en la actualidad inutilizado por la existencia de un
patio de una vivienda. Aun así, es posible, gracias a un hueco en el lado
exterior, divisar parte del lienzo original de dicha salida.
Callejón
de la Inquisición, situado al Oeste Noroeste de las ruinas del Castillo
de San Jorge. Hasta la aparición de los restos de este último, él
fue el único vestigio de que en sus inmediaciones había estado situado, durante
más de trescientos años, el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición.
Es un pasaje estrecho
con unos 35 metros de longitud y un trazado rectilíneo, comunica el paseo de
Nuestra Señora de la O junto al río Guadalquivir con la calle Castilla en su confluencia con la
calle Callao.
Debe su denominación
a encontrarse junto al Castillo de San Jorge, que
fuera en otro tiempo la sede del Santo Oficio, cárcel de herejes y Tribunal de la Inquisición.
Los reos que eran conducidos por este recorrido iban o bien a la cárcel para
ser juzgados o bien a la hoguera de ser condenados. Durante siglo y medio fue
el único resto del castillo, hasta que en 1992 con motivo de la demolición y
posterior rehabilitación del mercado de Triana aflorasen los muros de la
antigua fortificación.
En su salida a la
calle Castilla se abre con un muro, a modo de arco o puerta que dispone de
cancela (la cual se cierra a la noche), y que se remata con tres pináculos
cerámicos. El suelo del callejón es de canchos
y va descendiéndose en la altura que lleva al río por pequeños tramos de
escalera. Termina en un arco que da al paseo, construido al igual que el final
de la calle en ladrillo visto
Capilla de San Jorge. Este templo, situado dentro del
castillo, fue utilizado por los inquisidores para oficiar la Santa Misa y
asistir a ella, algo esto último que hacían desde una tribuna entonces
existente en su interior. El pueblo podía acudir también a la celebración de
los sagrados oficios. Y es que no olvidemos, como dijimos anteriormente, que
ésta fue la primera parroquia con la que contó Triana.
La anterior
advocación de San Jorge que tenía la capilla cuando fue
entregada junto al resto de la fortificación a la Inquisición fue mantenida por
ésta última, quizás por tener ambos, el Santo y dicha institución, el mismo
enemigo: el Mal, personificado en el caso del Santo en un dragón al que, tras
enfrentarse a él, venció y mató.
Del templo se
han conservado algunos restos del pórtico exterior y parte
de la nave, con la base de altar, y la sacristía. En la foto, presentamos parte
de dichos restos; en particular, tras el vano que vemos
delante y hacia la derecha, se encontraba el pórtico, situándose el resto del
edificio a su izquierda.
Por
detrás de la capilla, se encuentra el muro que podemos ver al fondo
de la imagen; tras él, se situaban las cárceles bajas de la Inquisición, situadas junto
a la hoy Calle de San Jorge. Estas celdas eran pequeñas, oscuras y disponían de
un pequeño jardín. En el interior de la fortaleza, se contabilizaban un total
de entre 26 y 30 cárceles llamadas "secretas" y otras 12 cárceles
altas situadas en las hoy desaparecidas torres del castillo, siendo de destacar
entre estas últimas la Torre de San Jerónimo, donde se situaba la "cámara
del tormento". Esta última torre lindaba con el lugar que hoy ocupa la
Plaza de Callao. Las torres fueron derribadas en su momento junto al resto del
castillo y las cárceles secretas desaparecieron, primero, con la construcción
del mercado en 1821, y los restos que quedaban en 1990, con el aparcamiento
subterráneo del nuevo mercado construido en dicho año
Casas del Nuncio y del Notario.
Las Casas
del Nuncio, o Delegado Papal, y del Notario del Secreto eran
dos viviendas adosadas: una, con fachada al interior de la fortaleza, y la
otra, al río. Tenían dos plantas de altura y un patio andaluz con escalera.
El Notario de Secreto era un oficial de
rango medio cuya misión era la de anotar las declaraciones de los acusados y
testigos. Este grupo de oficiales se encargaba de los trabajos burocráticos y
formaba el grupo más numeroso. Otros oficiales medios eran los Alguaciles,
Alcaldes, Alcaldes de la Penitencia, Jueces de Bienes y Notarios
del Secuestro. Veamos a continuación las funciones de cada uno de ellos.
El Alguacil era nombrado
por los inquisidores y formaba el cuerpo armado del tribunal. Era el encargado
de la detención del acusado, acudiendo para ello hasta su vivienda junto al Notario
de Secuestros y el Receptor. Igualmente, se encargaba de la persecución de
los reos que huían y de recoger a los presos condenados en otras ciudades de su
distrito. Si para ambas misiones necesitaba de la ayuda de más personal, éste
era contratado por el tribunal. Hubo momentos en que la Inquisición tuvo que
recurrir a la venta de cargos para poder mejorar su maltrecha economía; entre
estos puestos en venta existió el de Alguacil de Vara, un título
honorífico sin funciones reales.
Los Alcaldes eran los
carceleros y se ocupaban de la alimentación de los presos.
El Alcalde de la Penitencia
era un puesto creado a partir de 1570 para vigilar que los condenados cumplían
las penitencias que les habían sido impuestas.
El Juez de Bienes se
ocupaba de las propiedades confiscadas a los acusados.
El Notario de Secuestros
era un cargo ocupado normalmente por bachilleres cuyo nombramiento correspondía
al Inquisidor General. Su función era la de estar presente en el acto de
secuestro para levantar un acta en la que se reflejaran todos los bienes del
reo que, desde ese momento, pasaban a estar embargados. El documento debían
firmarlo el Notario de Secuestros, el Receptor y el Alguacil.
Casas de los Familiares.
Éstos eran, junto a los calificadores, el único
personal que, a cambio de sus servicios, no recibía sueldo de la Inquisición,
aunque sí disfrutaba de los mismos privilegios y franquicias que el resto del
personal. Veamos ahora la labor que ambos llevaban a cabo.
Los familiares eran un colectivo de la
Inquisición española cuyos orígenes se encuentran en la Inquisición medieval.
Su misión era la de confidentes de inquisidores y comisarios,
desempeñando socialmente el papel del ciudadano modelo que la Inquisición
quería implantar en la sociedad. Aunque el hecho de desempeñar un cargo por el
que no se recibía ningún sueldo puede hacernos creer que era un puesto poco
solicitado, la realidad es todo lo contrario, ya que para algunos sectores
sociales era un motivo de honra y prestigio el desempeñar dicho puesto porque
se aseguraban un estatuto de limpieza de sangre,
poder llevar armas y sólo ser juzgados por la Inquisición.
Los
candidatos debían reunir las siguientes características:
- Haber
cumplido 25 años.
- Tener unos antepasados libres de toda sospecha de conversos o herejes.
- Ostentar una reputación de alguien "quieto, pacífico, de buena vida y
buenas costumbres".
- Ser respetados y estimados por los vecinos del lugar de residencia.
- Estar casados con una mujer honesta, de honra probada y con unos antepasados
en los que igualmente no existieran conversos o herejes.
- Profesionalmente, no tener ninguna de las siguientes ocupaciones: carniceros,
pasteleros, zapateros, u otros oficios de naturaleza similar.
Los familiares ocupaban el último puesto dentro
de la estructura inquisitorial, debiendo existir uno por cada doscientos
vecinos. Aunque el número de miembros no fue siempre el mismo, siendo
modificadas sus cifras tanto por Fernando "el Católico" como por Carlos V,
Felipe II
estableció, en 1568, el número definitivo de miembros de cada Tribunal
Inquisitorial, correspondiendo al de Sevilla, al igual que a los de Toledo y
Granada, un total de 50 familiares.
Los calificadores eran, tal y como mencionamos antes,
el otro colectivo que servía a la Inquisición sin recibir ningún sueldo por
ello. Su misión era la de dictaminar, desde un punto de vista cultural e
ideológico, la ortodoxia de libros, pinturas, esculturas, etc. Cada Tribunal contaba con sus propios calificadores
en número variable, aunque estaba establecido que la cifra no debía ser
superior a ocho. Debido al prestigio de este puesto y a la posible influencia
política que con él podía lograrse, las órdenes religiosas rivalizaron en
monopolizar estas ocupaciones, siendo clamorosa la lucha, a veces nada soterrada existente entre dominicos y jesuitas durante el siglo XVII por ocupar la
mayoría de dichos puestos. Un enfrentamiento del que participaron,
posicionándose a favor de una u otra, las demás órdenes religiosas y la
sociedad cortesana. De él, saldrían ganadores los jesuitas, algo lógico al
contar con el apoyo del Conde - Duque de Olivares, Valido de Felipe IV.
Los dominicos se vieron así mermados de una parte de su influencia ideológica y
social que ya no volverían a recuperar.
CASA DEL
PORTERO:
Enfrente
de las cuadras, estaba la Casa del Portero, el cual, junto a su mujer,
tenía encomendadas labores de vigilancia y servicios tales como controlar las
entradas y salidas de las personas que acudían ante el tribunal, abrir las puertas
por la mañana y cerrarlas por la noche, y encargarse del aseo y la limpieza de
la audiencia. Su vivienda es una típica casa andaluza de dos alturas con un
pequeño patio central. La cocina, la despensa y la leñera se encontraban en la
planta inferior, y los dormitorios, en la superior, existiendo una escalera
exterior que servía de comunicación entre ambas.
Los
porteros, en la Inquisición, tenían la dignidad de
oficiales menores, los cuales se ocupaban de aquellos puestos de trabajos
simplemente mecánicos. Eran los de menor remuneración económica y
su nombramiento correspondía a los inquisidores de cada tribunal. Otros oficios
menores eran barberos, capellanes, carceleros, cirujanos, despenseros, médicos,
nuncios y relojeros.
El
Despensero era el encargado de la alimentación de
los presos. Para ello, preparaba la comida y apuntaba los gastos de
alimentación en el particular "libro del despensero", un documento
hoy de gran importancia para saber los precios de los alimentos y de otros
objetos como ropa, botones, hilos, etc. en todo el Imperio español. Su sueldo
dependía del número de prisioneros, de esta manera, y según las disposiciones
de Fernando "el católico", disponía de un máximo de dos maravedíes por
preso. Más adelante, a partir de 1536, el Consejo de la Inquisición estableció
un sueldo fijo de dos mil maravedíes anuales.
El
Nuncio tenía las misiones de hacer llegar los avisos
y mandatos de los inquisidores, recordar a aquellos que tenían deudas (multas)
con el tribunal el momento de su pago y el traslado de correspondencia de la
Inquisición. Si para el cumplimiento de estas obligaciones debía trasladarse
hasta otra ciudad, el tribunal le pagaba los gastos por ello ocasionados.
Casa del Primer Inquisidor
Era una construcción de dos plantas que, conforme a la
dignidad de su huésped, destacaba sobre el resto de las otras viviendas de la
ciudadela, ocupando además una inmejorable posición enfrente de la ciudad.
Poseía torre miradora, grandes salones, cuadras, bodega, cocina independiente,
despensa y pozo.
En la imagen, vemos el patio (ocupado por sillas) de
la vivienda, mientras que en un montaje audiovisual se nos representa la
vivienda completa.
Los Inquisidores, al
igual que los Contadores, Fiscales y Receptores, tenían la categoría de oficiales mayores.
Veamos pues las características de cada uno de dichos puestos.
Los Inquisidores, como
responsables del buen funcionamiento del tribunal, tenían mayores atribuciones
que cualquier oficial mayor. Previa consulta del Consejo, podían nombrar al
resto de cargos que formarían parte del tribunal y vigilar el comportamiento de
todos sus miembros. Igualmente, eran los encargados de dictaminar sobre las
causas de fe. Su elección dependía del Inquisidor General, tras propuesta
previa del Consejo, y el número era de dos o tres por tribunal. Debían de estar
ordenados "in sacris" y se prefería a los
licenciados, o doctores en leyes, antes que a los que lo eran en Teología. En
cuanto a su reputación social, ésta debía ser la propia de personas amables,
honradas, piadosas, recogidas, etc. A pesar del amplio poder que tenían,
estaban controlados por una serie de leyes muy estrictas:
- No
comentar ni intervenir en asuntos que no fuesen de su distrito.
- Actuar igual en todos los distritos de la Inquisición.
- Debían actuar "según el estilo y costumbre que siempre han
guardado", por lo que no podían modificar ninguna forma de proceder del
Santo Oficio.
- En los asuntos de importancia, era obligatoria la actuación de los dos
inquisidores a la vez, estando igualmente prohibido que un solo inquisidor
juzgase a un preso.
- Debían trabajar seis horas diarias en la Audiencia.
- Eran controlados por el "Visitador", el cual realizaba visitas
periódicas a los tribunales para comprobar el fiel cumplimiento de las normas.
El Fiscal era nombrado por
el Inquisidor General entre licenciados, o doctores en leyes. Sus funciones
fueron delimitadas por los propios inquisidores:
-
"Asistir mucho a las causas de fe, a su introducción, prosecución y
resolución".
- "Cuidad de que se ejecuten las cartas acordadas".
- "Estar con todas atención al despacho de las informaciones de
limpieza".
El Receptor era la persona
encargada de llevar las cuentas del tribunal. El nombramiento se realizaba
entre bachilleres mediante "cédula real".
Para el control de las cuentas, éstas se anotaban rigurosamente en los llamados
"libros de receptoría". Sus obligaciones eran:
- Recaudador
del Fisco de la Inquisición.
- Pagador de las deudas del Tribunal Inquisitorial.
El oficio de Contador General fue
creado para la Inquisición de Castilla por el Cardenal Cisneros en 1507, cuando
el consejo y la jurisdicción del Santo Oficio se dividió entre los reinos de
Castilla y Aragón. Anteriormente, las obligaciones de dicho puesto las había
realizado el Receptor. Cuando se unieron en 1518, quedaron dos contadores, uno para Castilla y otro para Aragón, que
recorrían los diferentes tribunales de la Inquisición de sus respectivos reinos
revisando las cuentas de los Receptores. Debido a
la gran extensión de terreno a recorrer por cada uno de ellos, no podían
realizar esta revisión de manera anual como estaba reglamentado. La reforma de
Fernando de Valdés insistió en dicha obligación, nombrando para ello contadores
en cada tribunal. Sin embargo, debido a lo prolijo de las cuentas (bienes
confiscados que se vendían y se cobraban a plazos, atrasos en los censos, no se
pagaba a la par a todos los oficiales, etc.), se estableció en 1607 que las
cuentas estuviesen terminadas en el mes de abril del año siguiente al
contabilizado. Finalmente, en 1562, el contador se
convirtió en un funcionario extraordinario sin sueldo fijo y con una percepción
del dos por ciento de los ingresos contabilizados.
CIUDADELA
El
conjunto de edificaciones existentes en el interior del Castillo de San Jorge hacían de éste una auténtica ciudadela Gran parte de dichos
edificios aprovechaban los muros de la fortificación para apoyar uno de sus
laterales mientras adecuaban sus fachadas a las calles existentes en el
interior de la misma. Éstas partían de cada una de las tres entradas del
recinto e iban a converger en el centro del mismo, situado a la altura de la capilla.
El
empedrado de dichas vías era similar al de las calles sevillanas del siglo
XVII, algo que podemos observar a todo lo largo del recorrido, durante el cual
también veremos cómo la pendiente de las mismas descendía hacia el río con el
fin de aprovecharlo para desaguar en él.
COCINA PRIMER INQUISIDOR
Dentro
del área de servicio de la Casa del Primer Inquisidor,
encontramos la cocina y el
pozo, situados ambos junto a un patio y un amplio salón, utilizado quizás este
último de comedor.
El
combustible que se utilizaba era carbón vegetal, al que se avivaba en su quema
mediante el uso de soplillos un elemento utilizado en
algunas partes de España hasta mediados del pasado siglo XX.
A
la izquierda de la foto vemos en primer plano los tres fogones de que disponía
la cocina.
CUADRAS
Los
restos de las cuadras donde
se guardaban las mulas que utilizaban los inquisidores para sus
desplazamientos.
A
dichas cuadras se podía acceder directamente desde la calle y
se han conservado cinco puestos de amarre, así como un pozo junto a su pilón,
en el cual bebían las caballerías antes citadas.
PUERTA DE BARCAS
Cuando
el Puente de Barcas se encontraba impracticable, normalmente debido a las
grandes avenidas del río, la entrada al castillo se hacía
por la Puerta de Barcas.
Hasta sus inmediaciones, llegaban las embarcaciones que contenían las
provisiones necesarias al otro lado de los muros, llevando a los familiares de
los presos y a los abogados de los mismos, o a los alguaciles y delatores.
Sin
embargo, cada año las riadas obligaban a paralizar las
actividades del tribunal debido a los grandes destrozos que provocaban en las
instalaciones. El agua entraba a través de las alcantarillas, puertas y
ventanas, derribando los muros a su paso y llegando a subir hasta una altura de
la segunda planta. Tras de sí, dejaba una capa de lodo insano y maloliente que
necesitaba de una urgente limpieza.
Desde
la pasarela, podemos observar el río y la ciudad a través del cristal que en la
actualidad sirve de puerta. Delante de él, un panel nos informa de los
diferentes lugares de Sevilla relacionados con la Inquisición: el Convento de
San Pablo, primera sede de la Inquisición, tanto en esta ciudad como en el
resto de España; el Castillo de San Jorge, siguiente
sede; las Plazas de San Francisco y de San Marcos, donde se realizaban Autos de
Fe, lo mismo que ocurría en la Parroquia de Santa Ana;
los Quemaderos del Prado de San Sebastián; y finalmente,
el Colegio de Becas, situado al final de la Alameda y también sede de la
Inquisición.
SALA DE AUDIENCIAS SECUNDARIAS
Sala de Audiencias Secundarias, o menores, ya
que de las que fueron principales no ha quedado nada. En esta sala es donde el
Fiscal leía, en presencia de inquisidores, notarios y secretarios, los cargos
de los que se culpaba al acusado. Su construcción se realizó en 1485 y estos
restos son los únicos que se han conservado en España de un edificio de este
tipo.
Ha sido este lugar el escogido para teatralizar, y así
resaltar, los tres temas en torno a los cuales se articula la exposición: el
Juicio de Valor (prejuicios) y el Abuso de Poder al que aquel puede conducir,
así como las Víctimas que ambos ocasionan. Para ello y a través de medios
audiovisuales, asistiremos a un proceso inquisitorial en el que Marcela, una
joven, guapa y rica viuda, es falsamente acusada y, tras varios años presa,
condenada a la hoguera. El narrador termina la historia contándonos que...
Aunque quizás sea mejor asistir a la función en el Castillo de San Jorge
y no desvelar aquí el final de la historia.
Veamos a continuación las fases de que constaba un
proceso inquisitorial típico:
- Su Inicio venía precedido de una delación o una inquisición (investigación).
- En el Edicto de Fe, o Edicto de Gracia, se pronunciaba un sermón en el que se avisaba de que se daba un tiempo de gracia para
que todo aquel que estuviera cometiendo herejía se confesara de manera
voluntaria, evitando así el castigo, incitando a la par a que lo denunciase
aquel que tuviera conocimiento de ello. El que confesara tendría un juicio
rápido y normalmente sería condenado sólo a pagar una multa.
- La Calificación y Acusación era la fase que venía tras la denuncia. En ella,
se presentaban los hechos motivo de acusación ante un grupo de teólogos que,
tras su estudio, lo calificaban o no de herejía. Si se consideraba que las
pruebas eran suficientes para dicha acusación, es cuando se procedía a la
detención del acusado.
- La Clamosa era la etapa que trascurría a continuación de la detención del
acusado. Inmediatamente, se confiscaban sus bienes, no se le informaba del
motivo de la detención y se guardaba secreto sobre la identidad de los
testigos. El "día que así lo dispongan los inquisidores", el preso
era llevado ante el tribunal, donde la primera vez se le preguntaba por su
identidad, la de sus antepasados y demás familiares, dónde y con quién se
confesó por última vez, etc. A continuación, se le pedía que confesara su culpa
y el motivo de su detención. Si no confesaba nada, se repetía esta última
escena hasta un total de tres veces a lo largo de varias semanas. Si seguía sin
confesar, era cuando el Fiscal presentaba las acusaciones.
- En la Audiencia, el Fiscal leía los cargos y se le pedía de manera inmediata
al acusado, sin que éste tuviera tiempo para hablar con abogados ni preparar su
defensa, que contestara a las acusaciones que se formulaban contra él. Es a
continuación cuando se le daba permiso para que preparara su defensa. Para
ello, el acusado sólo podía actuar nombrando como sus enemigos a aquellos que
lo habían acusado; poner objeciones en contra de los jueces que le hubieran
tocado; o presentar a testigos favorables, lo cual se denominaba "proceso
de abonos". El proceso se desarrollaba a lo largo de una serie de
audiencias en las cuales, tanto la acusación como la defensa, presentaban sus
argumentos, llevando a cabo los inquisidores unos interrogatorios en los que se
contaba con la presencia de un notario.
- La fase de Tormento se llevaba a cabo sólo cuando los inquisidores lo
consideraban necesario. Para eso, el acusado era torturado con el potro, al cual se le ataban los tobillos y las muñecas. No solía
haber más de una sesión de tormentos, tomando los inquisidores de manera
positiva la no confesión del acusado.
- El momento de la Sentencia llegaba tras las argumentaciones finales de
acusación y defensa, que es cuando se daba por finalizado el caso y llegaba la
hora de dictarla. Para ello, se constituía una Consulta de Fe, de la que
formaban parte los inquisidores, un delegado del obispado y varios licenciados
en teología (calificadores), o leyes (consultores), debiendo votar todos ellos.
- Una vez que se dictaba la Sentencia, se llegaba al final del proceso, el Auto
de Fe, en el que, de manera ceremonial, se anunciaban las sentencias y se
imponían los castigos. Pero en contra de una opinión bastante extendida, no era
en esta ceremonia donde se quemaba a los condenados; eso sucedía en otro lugar,
de nombre tristemente expresivo, hasta donde eran llevadas las pobres víctimas
de tan inhumana acción, el Quemadero.
PIETRO TORRIJIANO
En 1521,
según Vasari, marchó a España, para trabajar primero en Granada
y luego en Sevilla.
Aquí realizó varios trabajos para el Monasterio San Jerónimo de Buenavista,
entre ellos un San Jerónimo penitente conservado en el Museo de Bellas Artes con
una Virgen con el niño a él atribuida, que tuvo una gran influencia en
el desarrollo posterior de la escultura sevillana. Según Giorgio
Vasari, Torrigiano realizó también en Sevilla un crucifijo de
terracota. Sin embargo, Ceán Bermúdez puntualizaba en relación con
esas obras que según Vasari había ejecutado en esta ciudad, que :
“no se halla
en Sevilla el gran Crucifijo que refiere, ni en el monasterio de Buenavista el
otro que dice que también ejecutó, ni la estatua primera de la Virgen, ni aun
tradición de haberlas habido jamás”
También en Sevilla esculpió según Francisco de Holanda un busto de la
emperatriz Isabel de Portugal con motivo de su
matrimonio, actualmente perdido.
En el Monasterio de Guadalupe, Cáceres, se guarda una
copia del San Jerónimo penitente muy similar al de Sevilla, pero que a
diferencia de éste conserva el "león" señalado por Vasari. Hoy se
conserva en la sacristía de dicho monasterio.
En 1522 según Giorgio
Vasari fue procesado y encarcelado por el Santo Oficio, la Inquisición. Según el relato de Vasari
destruyó una escultura de la Virgen que había realizado por encargo del duque de Arcos al
considerar que no había sido suficientemente retribuido, y fue por tal motivo
acusado por el duque ante la Inquisición. En prisión se habría dejado morir por
inanición entre julio y agosto de ese mismo año. Pero de ser cierta la
información aportada por Francisco de Holanda, quien afirma que
hizo en Sevilla un retrato de Isabel de Portugal con ocasión de su boda
con el emperador, ello hubo de ser en 1526, fecha de los esponsales. Y en 1528
el tribunal de la Rota de Florencia, en respuesta a una petición de su viuda
que había solicitado la devolución de la dote, señalaba que el artista había
muerto hacía tres meses.
El relato de
Vasari fue puesto en duda ya por Juan Agustín Ceán Bermúdez,
quien en su Diccionario histórico de los más ilustres profesores de las
Bellas Artes de 1800 decía: «Vasari escribió la vida de este profesor en
Florencia, muy distante de Sevilla, y además del empeño que ha manifestado en
su escrito en degradar el mérito de Torrigiano para ensalzar el de Buonarrota,
hay muchos motivos para creer que pudo haberse engañado en su relación».
Torrijiano tiene rotulada una calle a su nombre en el barrio de la Macarena de Sevilla, por una
falsa atribución de un tondo en el Hospital de la Sangre, hoy
sede del Parlamento de Andalucía.