La limpieza de la ciudad parece que dejaba mucho que desear. La basura en las calles
era un mal general. La gente acostumbraba a arrojar los desperdicios a la calle
al igual que los desechos, dejar los restos de materiales de construcción,
hacer hoyos, volcar aguas sucias, etc. Los bandos del municipio prohibiendo
tirar a la vía pública animales muertos, estiércol y aguas, o escombros y
despojos junto a la muralla y el Arenal se suceden a lo largo del siglo casi
con el mismo ritmo que las peticiones de los vecinos y el arreglo de los baches
cuando se acercaban las fiestas.
En el empedrado o enladrillado de
las plazas y calles se formaban crónicamente zanjas a causa del tránsito de
bestias y carretas. En las plazas, donde personas, animales y carromatos se
concentraban para el mercado, los baches y montones de estiércol eran
continuos. Los charcos en invierno y el polvo y mal olor en verano eran
molestos. La misma plaza de San Francisco fue objeto de un bando del Cabildo
que conminaba a los vecinos a limpiarla bajo pena de 1.000 maravedies; se llegó
a tal extremo que no se podía andar a pie ni a caballo. En otras ocasiones,
fueron los vecinos, y los párrocos como sus portavoces, los que exigen se
eliminen las inmundicias de la ciudad. Domínguez Ortiz contabilizó hasta ocho
calles que llevaban el nombre de "Sucia", no porque las demás fueran
limpias, sino porque la suciedad era superior a las demás.
A final de siglo el tema parecía
seguir igual o peor; en 1594 Felipe II dictó una real provisión nombrando a
cuatro alguaciles como encargados de visitar y asear la ciudad de Sevilla.
Ariño indica que en 1597 se condenaba a diez días de cárcel y 20 maravedies si
fuese esclavo o criado o criada a los que arrojasen aguas sucias
ni de enjabonadas por las ventanas a las calles.
Pero no pensemos en una ciudad
maloliente. El famoso cronista de la época Peraza cuenta hasta 210 huertas y
jardines, entre palacios y conventos, que ocupaban amplias parcelas en el
recinto urbano. Del caserío cuenta un total de 12.000 viviendas, dotadas de
patios enladrillados, portales y pozos; en los patios no faltaban plantas
odoríferas y macetas, ni en los jardines pérgolas de jazmines, rosales, cedros,
naranjos, mirtos y otras plantas y flores.
La traída de aguas para abastecer la ciudad se hacía a través de los romanos
Caños de Carmona y gracias a una serie de fuentes cercanas como las del
Arzobispo, la de Martín Tavara y algunas de Alcalá de Guadaira. En las casas
donde el agua no llegaba -la mayoría- se disponía de pozos y aljibes, usándose
norias para regar las huertas y jardines. Además había numerosas fuentes
públicas, probablemente unas 300.
Magistralmente dice Morales Padrón
en una magnífica síntesis
La casa Sevillana del siglo
XVI ofrecía varios tipos: la casa de
gente acomodada o humilde, el corral de vecinos y el palacio. Las Ordenanzas de
Sevilla, recopiladas en 1527 aunque realmente mucho más antiguas, nos hablan de
las distintas clases de casas que exigían las costumbres:
·
Casa común, que tenía
portal, sala y los departamentos que "el
señor (el propietario) demandase"
·
Casa principal, con
salas, cuadras, cámaras y recámaras, portales, patios y recibimiento
·
Casa real, con análogas
dependencias, de "todos los miembros
que pertenezcan a casa de rey, príncipe o gran señor".
Se hacían con tapial, adobe,
ladrillos y piedra. En cuanto al aspecto exterior de las casas urbanas, Morgado
señala que antes del siglo XVI "todo
el edificar (en Sevilla) era dentro del cuerpo de las casas, sin curar de lo
exterior", siendo una novedad que en su tiempo (1582) se labraban ya
"a la calle".
Durante mucho tiempo los cristianos
prosiguieron la costumbre musulmana de descuidar el exterior de sus casas y
concentrar su atención en el interior, donde la luz entra por patios, jardines
y corrales. El patio central, como base dispositiva, es tan característico de
España que los extranjeros la llaman "a modo de Castilla", que muchos
consideran como derivado de la casa morisca. En opinión del arquitecto Vicente
Lampérez (1861-1923), la opinión parece infundada. En la casa "a modo de Castilla" el ingreso es
directo, por un zaguán; en la casa morisca el ingreso es siempre lateral, por
un zaguán tortuoso, con uno o dos codos, que aíslan el interior del exterior.
Documentos y cronistas hablan de los
corrales, viviendas comunales de origen árabe. Se mantienen en la
Sevilla del siglo XVI debido quizá al rápido crecimiento poblacional, "para gentes que no podían tanto"
como decía Alonso Morgado en 1582. De uno de ellos este cronista habla de 118
vecinos, lo cual da unos 470 habitantes, como término medio.
CONTINUARA EN EMBRUJO VII…..
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